La Factoría de Ultramarinos Imperiales ofrecerá a sus clientes, a través de la guillotina-piano —su dispositivo más acomodaticio—, un sinfín de discusiones vehementes sobre el arte y la cultura, y nada más. Josep Izquierdo es recargador de sentidos, contribuyente neto al imperio simbólico que define lo humano. Y si escribe, escritor.
Nacimos esclavos. Hemos venido a este mundo para ser redimidos. Cautivos rescatados mediante precio, nos vamos dejando la vida en averiguar qué nos hizo siervos, para quitarnos de encima la vergüenza del manumiso. Andamos las más de las veces ocupados en ponerle nombre al pecado originario para así conjurarlo y ya sin él dejar de ser hombres y alcanzar la divinidad que se nos niega. Este a priori judeo-cristiano ha inspirado y conformado la cultura occidental estableciendo una relación malsana entre ciencia y pecado (ya saben, el árbol del conocimiento del bien y del mal), de donde derivan las apelaciones constantes a la inocencia y la ignorancia como formas de vida deseable.
Sin embargo una apreciación desprejuiciada de la realidad nos enseña que la curiosidad mató al gato pero hizo de los hombres la especie dominante sobre la tierra. Una lectura sin dios de Adán y Eva. Vivimos en un mundo con redenciones obligatorias, como la escuela, y con felicidades obligatorias, como ver la tele o irse de vacaciones. Son remedio, o refugio, contra nosotros mismos y nuestra capacidad de discernimiento, sin que por ello la educación, la narración o el ocio lo sean necesariamente. No es suficiente con abolir las obligaciones para ser libre.