Simplemente pongo en circulación un par de ideas, o tres; es decir, un par de textos. No hace mucho tropecé con esta de Walter Benjamin, citada sin ser exprimida en lo que cabe y en lo que vale en La invención del arte de Larry Shiner: “la distinción entre el autor y el público [empieza a desaparecer y] el lector está siempre en condiciones de convertirse en escritor”(de “el autor como productor”, a propósito de los “escritores operantes” que aparecieron en la Unión soviética antes de que Stalin los eliminase).

Puede que su relación con la escritura en la red sólo me parezca evidente a mí, así como sus implicaciones en cuanto a la autoconciencia del sujeto-en-red, pero parece que no se le escapan a Michel de Certeau cuando dice: “En el océano del lenguaje progresivamente diseminado, mundo sin clausura y sin anclaje (es dudoso y más bien improbable que un único sujeto se lo apropie para hacerlo hablar), cada discurso particular da testimonio de la ausencia del lugar que, en el pasado, estaba designado al individuo por la organización de un cosmos, y por tanto la necesidad de conseguirse un lugar mediante una forma propia de tratar un rincón del lenguaje. Dicho de otra forma, es porque pierde su lugar que el individuo nace como sujeto. El lugar que le asignaba antes una lengua cosmológica, entendida como “vocación” y emplazamiento en un orden del mundo, se convierte en una “nada”, una especie de vacío, que obliga al sujeto a dominar un espacio, a situarse él mismo como productor de escritura” (_L’invention du quotidien, 1. arts de faire_, Paris: Gallimard).

Lo curioso, o puede que no tanto, es que Michel de Certeau lo publica en 1980. ¿Visión de futuro? No, visión del presente, de lo que sucedía a finales de los 70 y que explicaría por qué, cuando aparece el medio, léase la red, éste puede ser “colonizado” como lo ha sido por ese sujeto nacido del vacío, de la ausencia de lugar asignado en el mundo, y obligado por tanto a dominar un espacio, a escribir.