La Factoría de Ultramarinos Imperiales ofrecerá a sus clientes, a través de la guillotina-piano —su dispositivo más acomodaticio—, un sinfín de discusiones vehementes sobre el arte y la cultura, y nada más. Josep Izquierdo es recargador de sentidos, contribuyente neto al imperio simbólico que define lo humano. Y si escribe, escritor.
Ya sé que el juego de palabras del título es muy malo pero, qué quieren, está a la altura de la nula reflexión sobre política cultural que impera en España. Y entiendan que no añada “teórica” a reflexión porque, al parecer, eso es un lujo que este país no se puede permitir. Pero que no se diga que le dedicamos a la cultura un presupuesto tan escaso como para no tener un Ministerio de la ídem, o que no nos importa lo suficiente como para no segregarla de Educación, como pretende el presente y futuro (según las encuestas) presidente de la Generalitat Valenciana, Francisco Camps.
Asumamos que un Ministerio o una Consejería autonómica es el órgano de la Administración General del Estado o de la Autonomía al que corresponde la planificación, el diseño, la ejecución y el seguimiento de la política cultural del Gobierno, tal cual dice el preámbulo a los presupuestos del Ministerio para 2007.
Analicemos cual es la política cultural del Ministerio de Cultura español según ese mismo documento (dos páginas a doble espacio): “Estos son, pues, los rasgos fundamentales de la actuación del Ministerio de Cultura. Apoyo a la creación, en primer lugar; promoción del acceso de todos los ciudadanos a la cultura en condiciones de igualdad, conservación y enriquecimiento del patrimonio cultural y difusión interior y exterior de la cultura en español.” ¿Cómo la llevamos a cabo? subvencionamos (perdón, ayudamos: terminología ministerial políticamente correcta) al creador, aunque nos cuidamos muy bien de no distinguir entre personas físicas y jurídicas ya que la acción preferente de ese presupuesto para la creación se la lleva ¡la indústria del cine!, construimos museos, y les “ayudamos” para que lleven sus exposiciones al exterior.
¿Ustedes han detectado algún rastro de política cultural en lo que han leído? Yo sí: no cambiar nada para que no cambie nada. Entonces, ¿para qué un ministerio? Misterio.
La cultura sin política es igual a dinero, así que: ¡todos a Economía! Al ministerio, me refiero, aunque un par de añitos en una facultad de económicas no le irían mal a nadie, a mí el primero. Me diran que no, que cómo puedo ser tan reduccionista, que Economía repartirá el dinero en función de la rentabilidad y productividad de las actividades, despreciando, por tanto, los criterios artísticos, y que eso no puede ser. ¿Y por qué no puede ser? ¿Por qué razón las indústrias culturales no pueden ser tratadas como cualquier otra indústria? ¿O es que su objetivo no es ganar dinero? ¡Hombre! No sólo y no todas. ¡Ah! ¿Y ese “no sólo”, y ese “no todas” no deberian ser el objeto de la política cultural del Gobierno? ¿Y el “para qué” no debería ser su objetivo? ¿y los “creadores” no deberían ser su sujeto? Insisto: misterio. O Ministerio.
El viernes que viene les sigo contando.
2007-05-18 12:40
Dejando claro que, en líneas generales, estoy de acuerdo con tu crítica a las políticas culturales, veo también partes que quedan en el aire, quizás por tu aviso de continuar la semana que viene.
Quiero decir que, por ejemplo, la política cultural del Gobierno en lo que la televisión estatal atañe es exactamente la que propugnas: rentabilidad; al menos tal y como ellos la entienden.
Y después está el tema de las subvenciones. Abolirlas parece la única posibilidad de estabilizar las cosas; sino, sucede lo de siempre: ¿qué gobierno se atreverá a enfrentarse a la podersosa (ahogo las risas) industria del cine para retirarle las subvenciones y enseñarles a llevar a cabo proyectos autosolventes?
Saludos