Respecto a lo que espetó Molina Foix sobre los tebeos hay que decir dos cosas, dos. Ambas, como corresponde, en forma de preguntas. Allá vamos: ¿Quién es Molina Foix? Antes que se enfaden, iré por la segunda pregunta, ¿Por qué hay que tener en cuenta al señor Molina Foix en el campo de la crítica cultural? Y cómo no tenia a mano mejor manera de responder estas preguntas, he ido y le he preguntado al Sr. Google y me ha dicho que ha escrito alguna cosa, dirigido alguna otra y ganado algún premio. También he leído que el Sr. Javier Ortiz dice que este hombre, Molina Foix, podría valer como ejemplo para una escuela de escritura, siempre que la asignatura se llamara Cómo no se debe escribir en ningún caso. No tengo idea de si el Sr. Molina Foix merece dar cátedra en semejante asignatura, aunque he podido detectar que su capacidad de argumentar es de Normativa Gramática de la Lengua Española (ver Plan Bolonia). Pienso en esto y, de pronto, me imagino al Sr. Molina Foix, al que sólo he visto en fotos, enfadadísimo, en el sillón de su casa, una casa que, asumo, debe de tener una biblioteca llena de clásicos forrados en piel. Me lo imagino preguntándose por qué si lo importante son el cine y la literatura la gente se empeña tanto en leer cosas con dibujines y en un plis plas, al reconocerle el bigote, le comprendo y entiendo a qué se refiere con su columna, con el enunciado implícito de su columna: ¿Quién ha pagado todo esto? ¿A quién le conviene?

Porque, en realidad, lo de Molina Foix no tiene que ver con los tebeos. Lo de MF Tiene que ver con el posicionarse como disciplina, o con la disciplina del posicionarse. ¿Es posible que gente vinculada de una manera u otra al mundo de la cultura o de las artefactos culturales no de cuenta de la disposición de los tiempos? ¿No se plantea que nada editado en papel habla del ahora sino que, en el mejor de los casos, sólo se hace referencia al ayer? ¿Es posible que lo furibundo de la argumentación de Molina Foix tenga que ver con que ya se sabe viejuno? ¿Ha perdido Molina Foix la oportunidad de ser un testigo de su época? ¿Quiere erigirse como guardián del Sello a pesar de eso? A buen seguro será esto último, que si no, no hay como entenderlo. Pero no hay nada de que preocuparse, en realidad, porque el Sr. Molina Foix ha contribuido a una cosa. Gracias a él, el público de los tebeos ha olvidado por un segundo el complejo de inferioridad que los hizo tirarse de cabeza al uso del término Novela Gráfica y a otras manifestaciones producto de la incapacidad de realizar o enunciar las virtudes de un formato sin caer en la tontería. Aish, la tonteria.

Y, no miento, todo esto tiene que ver con el eco que en los sitios de internet dedicados a los tebeos causaba el hecho de que en Chile un instituto que se conoce como Chileno-Norteamericano ha tenido a bien darle un premio de Literatura a un dibujante. Un dibujante de tebeos. El premio, más allá de lo formal, nos plantea otras preguntas. No entiendo porque no se le han dado a la obra en general, incluyendo obviamente a su guionista, ni tampoco entiendo el revuelo porque la clave la veo en el chauvinismo y no en un cambio de tendencia hacia el como mirar la producción de tebeos. Más allá del hecho de que la obra Locke & Key me parezca pésima, que me lo parece, creo que esto tiene que ver con una práctica muy extendida en Chile durante los noventa que dice así: cada vez que un jugador chileno de cualquier deporte tenía algún eco en el extranjero, un corresponsal de prácticamente cada medio escrito le seguía los pasos de manera exclusiva. Dando por inaugurado un fenómeno único en su especie que dice así: un periodista deportivo es perfectamente capaz de cubrir en primera persona un problema de Política Internacional. Ergo, cualquier problemática en política internacional es igual de importante que el tipo de coche que usa un deportista que resida en el país donde se da dicho conflicto. Eso, ejem, es lo que se llama normalización. No puedo verlo de otra manera ya que en uno de los poco artículos que han abordado el tema con cierta profundidad se ha aludido a autores como Art Spiegelman y Chris Ware para justificar que el premio haya caído en Gabriel Rodríguez, un ilustrador que, aish, no tiene ningún interés que vaya más allá de la corrección en cuanto al medio y que, claramente, pasa a tener un lugar en el paisaje cultural chileno gracias a su eco en el extranjero. Para esto se usan frases grandilocuentes como “un golpe a la cátedra”, “signo de los tiempos” o, aish, _“no es un género masivo, pero es una de las artes más influyentes”, además de hacer alusiones a la entrada de Spiegelman en el MOMA o a a los premios literarios obtenidos por Chris Ware y el propio Spiegelman. ¿Es esta la manera de posicionar al cómic? ¿De eso se trata? ¿Juegan Chris Ware y Spiegelman en la misma liga que Gabriel Rodríguez? El hecho de que La Tercera, diario en el que aparece la citada crónica, figure como partenaire del Instituto Chileno-Norteamericano no hace otra cosa que plantearnos otra pregunta, la misma que se plantea Molina Foix: ¿Quién ha pagado todo esto? ¿A quién le conviene? La imposibilidad de ver como comulgan ambas posiciones tendrá que ver, otra vez, con el complejo de inferioridad del lector de tebeos, con la necesidad ilusa de ver en cualquier manifestación pueril de intereses ridículos un caso al que hacer seguimiento o del que hacerse eco. Volveremos sobre ello, cuando comentemos en este rincón la novela de Molina Foix. Que tengan ustedes un buen día.

FUENTE: Irreverendos