Kliong!, a razón de cada martes, se encargará de desmenuzar el mundo del tebeo y del cómic desde una perspectiva que llama a la rotura y al trompicón. Kliong tiene más que ver con una olla que cae por torpeza que con un arrebato o un golpe, aunque a buen seguro no saldrás sin moratones.
No recuerdo muy bien quién lo dijo o escribió, pero recuerdo con cierta claridad un alegato que sostenía que el 15M no debía ser tomado como una oportunidad para llenarse los bolsillos o algo así. Es decir, que la pureza del 15M, en el caso de existir tal cosa, se debía proteger y cuidar con sumo cuidado, pues en ella estaba cifrado su éxito. Lo que no recuerdo es si en ese momento ya habían empezado a salir a la luz fanzines, libros y tebeos al respecto, pero el caso es que ahora mismo esos testimonios culturales ya están ahí, a disposición de los viandantes, y creo que, al menos de momento, el grado o nivel de pureza del 15M sigue en el mismo sitio o, al menos, en el exacto lugar en el que estuvo siempre: uno irrelevante.
Luego aparecieron mogollón de libros, fanzines y tebeos. De hecho, en El País, y ya adentrándonos en lo que debería ser el tema central de ésta columna, Álvaro Pons habló de los tebeos que se produjeron en torno al 15M y dice que confirman una especie de compromiso político del que existía un antecedente: el número de El Víbora dedicado al golpe de 1981. No sé si es lo mismo. De hecho, por modos de producción y contexto histórico tiendo a creer que no, que se parecen lo que un huevo a una castaña, pero más allá de la analogía, que lleva un pero inscrito en su propia expresión, Pons apunta en una dirección que no deja de ser interesante. Dice:“la crítica y denuncia política parecían restringidas en los últimos años al ámbito de las combativas revistas satíricas, una tradición de largo recorrido que hoy mantiene con dignidad y fuerza todas las semanas El Jueves”. Esto lo dice luego de afirmar que el tebeo goza de ser un “arte de profunda tradición democrática”. Personalmente, no tengo muy claro qué es la tradición democrática en los medios de masas, pues en ellos la cultura popular cumple funciones roles que pasan por a) la imposición de una serie de preceptos y b) su apropiación y/o transformación por parte de los “oprimidos”, muchas veces en forma de parodia, que precisa de unos medios de producción relativamente símiles a los del primero, es decir, su posibilidad democrática depende siempre del acercamiento o de la aproximación al esquema impuesto, pero más allá de esto me interesa pensar que la crítica y la denuncia política están más cercanas al testimonio personal y directo que a la construcción de un aparato crítico que permita evocar una tesis que goce de cierta solvencia. Es deci…
No, espera. Stop. Ante mi se han aparecido una serie de preguntas que no me dejan continuar o que no soy capaz de responder en breve, pues escribo esto con cierta prisa: ¿Los tebeos que han salido en torno 15M practican la la crítica y la denuncia política? ¿Por qué? ¿Cómo podemos establecer los baremos que hablan de un rol social? ¿Cómo se construye un rol social de un día para el otro? ¿Se puede hacer desde/gracias a las pelusillas del ombligo? ¿Qué es la tradición democrática de una forma de expresión? ¿Que no la practique una élite? ¿Basta con eso? ¿Cómo definimos elite? ¿La cultura popular está en el exacto punto de la cultura de masas? ¿Es necesario matizarlo? ¿Qué pasa si no lo matizamos?, etcétera, etcétera.
Vamos, que me he líado.
Entonces, les dejo el Yes We Camp! Trazos para una ®evolución y ya intentaré contestar la próxima semana.