El 14 de cada mes, una columna sobre fenómenos mediáticos, cultura convergente, sociedad de control y otros servicios inútiles servida a modo de notas orientativas y, a poder ser, con algo de humor. Aunque los enlaces y las citas serán el auténtico grumo de este potaje, el encargado del caldo es Guillermo Zapata. Un guionista de televisión que a veces hace cortos.
1.- Decía Santiago Alba Rico en el prólogo a uno de los libros con los guiones de La Bola de Cristal (Viva el Mal, viva el Capital, Viva la CIA, viva la economía, Edit. Virus) que ahora (en el momento de escribir el prólogo) era muy difícil hacer humor como el de La Bola de Cristal porque ya no existe distancia entre la realidad y su parodia. No hay exageración posible porque los responsables del caos político y económico no dejaban distancia. El prologo tiene casi veinte años. En ese tiempo, la distancia entre la realidad y su exageración se ha ido alargando tanto que es imposible distinguirlas. Tanto es así que ha tenido que mutar el humor (y acercarse a la vergüenza y el horror) para seguir teniendo gracia.
En los últimos años, desde el inicio de la crisis hemos asistido a una escalada de despropósitos narrativos que podríamos denominar “el fin del pudor”. Desde la aparición de la primavera arabe el pasado año hasta hoy hemos visto como la colección de amos y adláteres del planeta se dejaban de retórica y actuaban a las bravas. Una nueva generación de políticos que cúando les dices que el planeta se va a la mierda te responden: “Es lo que hay, chico. Folla mientras puedas”.
Esta dinámica ha venido acompañada también de la extensión de movimientos con diferentes núcleos en todo el plantea que, retomando las palabras que les dedicó El Jueves después de la movilización internacional del 15 de Octubre: “No ha salido mal teniendo en cuenta que no tenían guillotinas”.
Cuando el simulacro de diferencia entre opciones políticas se disuelve, cuando el simulacro de soberanía nacional se destruye, cuando nacen nuevos mitos (“La verdad rumorosa de los jodidos”, que decía Paco Ignacio Taibo) y se construyen nuevos campos de conflicto, el trabajo del hype no es ocultar la realidad, sino que se transforma para decirnos como debemos actuar contra ella.
El Nuevo Hype no nos dice “no hay pelea”, tampoco nos dice “no hace falta que haya pelea”. El nuevo hype nos dice “Ya que va a haber pelea… la forma de pelear es ésta”
2.- Dos películas de mucho éxito el pasado año. Dos películas que reflejan el estado mental del hype moderno segundos antes de que estallaran las acampadas por todo el planeta. Origen y Up in the air. Aparentemente alejadas una de la otra. Una es un blockbuster de ciencia ficción y espionaje industrial, la otra un cuento triste con aliento indie. Las dos comparten un universo, el que coloca el centro de la atención en el individuo.
Los ladrones de Origen plantan semillas de ideas en tu cerebro y allí crecen en la cárcel de tu libertad individual. Al otro lado un ejecutivo que acumula horas de vuelo despidiendo a los trabajadores del viejo sector fordista se encuentra consigo mismo y descubre que hay cosas más importantes que el trabajo. Problemas y soluciones individuales, pensamiento positivo. Tú mismo haces tu realidad. Reductos mainstream de ese documental con éxito entre los progres llamado What the Bleep Do you know? en el que una simpática muda transformaba el mundo con su mente y que resultó ser, oh sorpresa, carne de secta new age para principiantes.
Vale, cambiemos el mundo. De acuerdo, luchemos por ser felices… Pero de uno en uno.
Y a poder ser, consumiendo.
3.- Ya en esa pieza de orfebrería perversa que era el documental del ex-presidente Al Gore sobre el cambio climático se nos indicaba que consumiéramos electrodomésticos de clase A para acabar con el cambio climático. El consumo crítico, opción individualizada de superioridad moral para personas con posibles aparece como la forma de lucha más guay.
No es violento (porque no violenta a nadie) y deja un regusto de “hacer-las cosas-bien” similar a gastarte ocho euros por ver Slumdog Millonaire o, para el caso, Sweet Sexteen. Películas que cabrearían o deprimirían a sus protagonistas reales si éstos alguna vez tuvieran tiempo, dinero (o ganas) de verlas.
Un párrafo que leí hace poco. Escribe Wu Ming 1: “Lleva ya demasiado tiempo la hegemonía de un dispositivo que “individualiza” la rebelión y la lucha, poniendo énfasis principalmente en lo que puede hacer el consumidor (ese sujeto continuamente reproducido por precisas tecnologías sociales): boicot, consumo crítico, elecciones personales más radicales, etc. Las elecciones personales son importantes, pero 1) con frecuencia, esta forma de pensar provoca una competición sobre quién es más “coherente” y más “puro”, y siempre habrá alguien que hará gala de opciones más radicales que la mías: el vegano acusa al vegetariano, el frugívoro crudista acusa al vegano, etc. Cada uno dice estar más “afuera”, ser más “exterior” a la valorización, figura completamente ilusoria. 2) Wl consumidor es el último eslabón de la cadena distributiva, sus opciones se sitúan en la salida, no en el origen.”
3.- Los recursos se agotan. El primero es el petroleo. Y de pronto, una compañía de coches nos muestra un anuncio en el que vemos diferentes máquinas eléctricas soltando vapor y, oh dios mío, contaminando. El humo se ha convertido en la representación del horror capitalista. Por el contrario, el consumo eléctrico se presenta como una fuerza de paz. Una vez han esquilmado los recursos minerales, vamos a por los siguientes. Pero tranquilo, porque mientras tanto consumiremos críticamente hasta que pase como esas noches en las calle de Barcelona en la que la red eléctrica dijo “hasta aquí hemos llegado” y empezaron los apagones.
El hype tiene asumida la pelea. Ahora dibuja la forma del campo de batalla.