El 14 de cada mes, una columna sobre fenómenos mediáticos, cultura convergente, sociedad de control y otros servicios inútiles servida a modo de notas orientativas y, a poder ser, con algo de humor. Aunque los enlaces y las citas serán el auténtico grumo de este potaje, el encargado del caldo es Guillermo Zapata. Un guionista de televisión que a veces hace cortos.
1.- El verano es el territorio del Blockbuster, producciones de altísimo presupuesto concebidas para reventar taquillas en todo el planeta. El tipo de Blockbuster ha ido reconfigurándose, repensándose y recomponiéndose a lo largo de los años. El blockbuster y el verano están ya tan vinculados uno al otro que el hype está casi preconcebido. Sin embargo, este año me llamó la atención un texto que publicó la revista Cinemanía sobre la posibilidad (o no) de un Blockbuster de izquierdas.
El texto acompañaba una polémica de las de corto alcance en torno a los intereses reales de una película como Elysium, en la que la defensa de un proyecto de ciudadanía global y el derecho al acceso igualitario a la salud eran coartada intelectual o auténtico proyecto autoral según las versiones. Lo que me sorprendió no fue la polémica, sino el corte de los argumentos, que tenían más que ver con lo moral que con lo político.
Quizás se retrataba una forma de entender eso que se hace llamar izquierda más que eso que se hace llama Blockbuster.
2.-El texto, por ejemplo, estaba atravesado de desgloses de presupuesto y costes, situando el problema de una supuesta izquierda o no de la película en lo abultado de su presupuesto. La cifras eran tan absolutamente desorbitadas que costaba entender cómo se podía distinguir entre un Blockbuster barato y uno caro. En cualquier caso, no había ninguna referencia a, por ejemplo, las condiciones laborales en las que se había realizado la película. Quién (o quiénes) era el propietario de la película y qué régimen de propiedad la explotaba (Copyright restrictivo y propiedad de multinacionales todas ellas) Tampoco sobre que efecto habían tenido en el ecosistema cinematográfico en el que se insertaban. O dicho de otra forma, ¿Cuántas películas se habían podido estrenar con unas taquillas internacionales copadas por apenas cinco o seis títulos?
Es decir, ni propiedad, ni relaciones de producción. ¿Qué es lo que entonces debe ser una película de izquierdas?
Lo que se analiza es el contenido. Pero no en relación a la propia película, sino a una relación fantasmal entre contenidos y presupuesto que parece imposibilitar que ciertos contenidos se expresen a partir de según que cifras.
Eso hace que no se dedique ni una línea a cuestionar el tercer acto de Elysium, una película modélica en sus exposición de un mapa de la desigualdad de las villas miseria internacionales hasta ese momento. Un tercer acto que rebela el pago necesario para desarrollar una película de este tipo: tranquilizarnos. Utilizar la transformación de sus personajes para mostrarnos un mundo sin antagonismos, una utopía liberal dónde todos somos iguales a través de la redención.
3.- Si vamos a analizar el contenido de los Blockbusters veraniegos 2013 hablemos de ellos más bien como la condensación de las tensiones entre el imaginario post-primavera árabe, la crisis financiera y su cruce con fantasías sobre la “nueva” economía del conocimiento. Hablemos de la presencia cada vez más constante en los productos norteamericanos de referencias y secuencias ambientadas en Asia con la intención de abrir su mercado, especialmente el chino y el japonés. Hablemos de películas que han sido diseñadas desde la dirección de producción y no desde el guión en la mayoría de sus casos. Un cambio fundamental para entender el Hollywood que se nos presenta en los próximos años, dónde la historia es un soporte menor de un despliegue de imágenes con una capacidad evocadora como yo no había visto en mucho tiempo.
Hablemos de los primeros 30 minutos de Pacific Rim y su decisión de situar la película en un escenario que coloca el Apocalipsis como un proceso que nos acompaña de forma constante (desde la crisis de las subrprime, al menos) y no como un acontecimiento puntual trágico, como era el cine post 11S.
Hablemos de la progresiva fascistización estética y política del cine de superhéroes, extirpado de todo sentido del humor, de toda sensación de comunidad, vuelto trascendente y aparato de decisiones morales que se resuelven siempre por la vía de la libertad Randiana.
Si queremos hablar de política en el cine, hablemos de cine y de política y de relaciones de producción y de imaginario.
Hablemos de la relación de los públicos con esos contenidos, de la apropiación de los mismos, de la cultura de la participación que vemos emerger a través de redes sociales y de sus límites y potencias.
Si queremos hablar de cambios hablemos de que en 2013 se estrenó la primera serie de alto presupuesto creada desde una plataforma on-line como es Netflix y pensemos en las consecuencias que tendrá esto a medio plazo.
Y dejemos la moral para los curas. La izquierda es otra cosa.
2013-09-21 11:42
Muy de acuerdo con casi todo menos con este parrafo:
“Hablemos de la progresiva fascistización estética y política del cine de superhéroes, extirpado de todo sentido del humor, de toda sensación de comunidad, vuelto trascendente y aparato de decisiones morales que se resuelven siempre por la vía de la libertad Randiana.”
De hecho creo que es lo contrario. Mire Iron Man 3