El 14 de cada mes, una columna sobre fenómenos mediáticos, cultura convergente, sociedad de control y otros servicios inútiles servida a modo de notas orientativas y, a poder ser, con algo de humor. Aunque los enlaces y las citas serán el auténtico grumo de este potaje, el encargado del caldo es Guillermo Zapata. Un guionista de televisión que a veces hace cortos.
1.- Desde hace ya muchos meses, años ya, intentamos darle cuerpo a esto del “hype” y sus funcionamientos. Creía que no sería posible acotar más el término después de este tiempo y que sólo quedaba amasarlo o usarlo como arma arrojadiza. Ya lo dijo Ani DiFranco, “cualquier herramienta es un arma si la coges con suficiente firmeza” y quizás podamos blandir las armas una vez más. He encontrado una frase que acota aún más el término: “Dónde no hay cuerpo, hay hype”
Escucho una canción de Le Parody que se llama Your Bodies que se inicia con un discurso que dice algo así como que cuando la situación es demasiado intolerable, demasiado repulsiva, lo único que puedes hacer es poner el cuerpo. El cuerpo es, por tanto, importante. Algunos ejemplos de “poner el cuerpo” son el sexo, parar un desahucio o decir algo en voz alta cuando sabes que no debes.
Poner el cuerpo tiene consecuencias.
2.- El hype funciona en un universo sin consecuencias en el que todo vale. Últimamente la televisión ha descubierto dos cosas: que la sociedad está politizada y que el lenguaje de los programas del corazón puede ser bueno para hablar de política. Mientras RTVE se deshace en un azucarillo de correción política y sobriedad soporífera, en Telecinco, Cuatro y la Sexta, todo el mundo está gritando muy fuerte y muy alto. Los códigos estéticos de la televisión neocon de la nueva derecha se aplican con igual fortuna en programas de izquierdas y los tertulianos empiezan a ser intercambiables porque de lo que se trata es, de nuevo, de producir un discurso sin poner en el cuerpo. Ofrecer una batería de argumentos que afirmen una polaridad. Discusiones que no sirven para convencerte de nada, o simplemente para hacerte dudas, conversaciones que no producen efectos. Charlas que sólo sirven para que todo el mundo salga más cargado de razones.
La afirmación de la propia identidad frente la del enemigo catódico produce zonas de confort. Significantes sin cuerpo. Hype.
3.- En el campo de la representación política se ha trasladado una nueva suerte de hype, de nombres sin cuerpo, de palabras sin materialidad. Ante la certeza de la destrucción a velocidad creciente del bipartidismo se está produciendo una suerte de crecimiento descontrolado de iniciativas con signo electoral, mientras escribo esto habrán salido probablemente dos o tres nuevas. Los medios de comunicación han descubierto en esta proliferación semántica un campo abonado para la creatividad y la especulación, que son las formas de información-hype que conocen. Para los protagonistas de esta carrera de obstáculos lo importante es encontrar un nombre (o conjunto de nombres) una representación simbólica que case bien con el presente con la que empaquetar un electorado, que es como decir producir una audiencia. Es una acción política compuesta de voces sin cuerpo. O de rostros sin cara.
4.- El hype es, sin embargo, el padre de la decepción, mientras que el cuerpo es la madre de los procesos. Podríamos retomar la frase de Billy Wilder en Uno, Dos, Tres a cuenta del capitalismo “Es como una sardina al fondo de un cubo de basura: Reluce, pero apesta”. El hype sin embargo no tiene remilgos morales. Para el hype, si reluce, no apesta. El cuerpo, por su parte, enferma, se casa, se abotarga, duda… Pero sin cuerpo, no hay vida.
Y a eso se reduce todo.