El 14 de cada mes, una columna sobre fenómenos mediáticos, cultura convergente, sociedad de control y otros servicios inútiles servida a modo de notas orientativas y, a poder ser, con algo de humor. Aunque los enlaces y las citas serán el auténtico grumo de este potaje, el encargado del caldo es Guillermo Zapata. Un guionista de televisión que a veces hace cortos.
1.- Alan Moore publicó hace apenas una semana el tercer tomo de la saga “Century” de La Liga de los Hombres Extraordinarios. Century sigue la linea de los últimos trabajos de Moore planteando un recorrido por las ficciones y la cultura pop como elemento constituyente del siglo XX. Así, en el primer tomo encontrábamos una deconstrucción de la obra de Bretch, el clima de lucha de clases de principios del Siglo XX. En el segundo tomo nos asomamos a una brecha posible durante el “verano del amor” que deviene fantasía oscura de un hippismo atrapado de pulsión de muerte y finalmente, en el tercer tomo, Moore y Kevin O’Neill nos proponen una lectura del “pasado reciente” en el que la cultura pop ha se ha desvinculado de la realidad por completo y ha sacrificado la épica en aras de un tren de juguete poco problemático lleno de remakes, franquicias. La cultura como un parque de atracciones saturado de estímulos mientras el mundo real sufre dolorosamente las consecuencias de la guerra contra el terrorismo post 11-S.
La conclusión de Moore, un tanto reaccionaria en su lectura del pasado inmediato, no se preocupa tanto de identificar los espacios de potencia emergentes como de dinamitar los lugares comunes de la fantasía pop mainstream. Y sin embargo, plantea una reflexión muy interesante, que es la de la relación entre ficciones y realidad para mantener el aliento de ambas. Sin ficciones no hay sociedad. Sin narraciones no hay cuerpo social. Sin relatos, no hay consistencia colectiva.
2.- Podríamos, sin embargo, imaginar un tercer tomo de “Century” en un paradójico universo paralelo en el que La Liga deambula por un universo en crisis, en proceso de destrucción material de la existencia y en el que nuevas ficciones vienen a recomponer el territorio de lo real. Un universo un pelín más en el futuro: 2012.
El propio Moore se vería obligado a introducir una versión pastiche de su propia obra V de Vendetta en el cuerpo de “Anonymous”. Y se preguntaría, quizás, si los hackers enmascarados son la materialización de una ficción previa u otra cosa. En ese otro universo, habría campamentos neonómadas en las plazas de Egipto. Habría acampadas en las orillas de un Wall Street anegado por el paso de unos zombies encorbatados.
Las ficciones se construirían recuperando la tradición oral y se hablaría de rumores, mentiras, chistes, locuras. Se consensarían imaginarios en míticas figuras móviles que se evaporarían al poco tiempo, hashtags a veces, mineros otras, jóvenes rabiosos de la periferia londinense de pronto, estudiantes parisinos. Se hablaría de milagrosas constituciones construidas cooperativamente en los lejados territorios helados de la fortaleza de la soledad de Superman. Los Mutantes fundarían Genosha en Rio de Janeiro y Godzilla atacaría por enesima vez las costas de Fukushima.
Las pantallas emitirían por satétile conciertos de niños robot seguidos por una legión de “believers”, mientas otros relatos se pasan de mano en mano en códices digitales de usar y tirar.
Maravillados por las fértiles nuevas narrativas, crecerían oasis imaginarios que arraigarían en territorios desérticos que florecerían al contacto de la mente y de las manos. La ficción y la realidad se tejerían de nuevo, poco a poco, violentamente a veces, dolorosamente otras, pero fértil.
Dos universos que parecen lejanos en el espacio… y solo están lejos en el tiempo.
Lo que cambia el mundo en seis años.