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Ánfora de Letras por Max Vergara Poeti

Apuntes de viaje, recorrido en bote o hidroavión por el Amazonas literario. Imágenes desde el Jardín de Corifeo, lecturas recomendadas por Zenódoto de Éfeso. Max Vergara Poeti es escritor y traductor. Ha colaborado para diferentes revistas culturales y literarias de Colombia e Italia, sus dos patrias, asimismo como de otros países Hispanoamericanos.

San Francisco

Si no fuera por el Golden Gate, la imagen de San Francisco bien podría ser otra, mucho más enriquecedora que simplemente un punto de referencia en el campo visual. Por ejemplo, se me ocurre el baile en la Misión Dolores, práctica inmortalizad por Ludovic Choris en su cuadro de 1816, en el que los indios miwok u ohlone, pintando su cuerpo de rojo, azul y blanco, actuaban para los misioneros todos los domingos después de misa. En efecto, fue Sir Francis Drake quien, al fondear en Point Reyes (año 1579), reclamó no solo las tierras sino estos pueblos amerindios para su reina, Isabel I, la que como yo, solo “veía y callaba” (lo que seguramente, para muchos, nos hará conspiradores). Es importante resaltar que la bahía de San Francisco, en su amplitud, permaneció como terra incognita hasta 1769, cuando España funda allí un “presidio” o fortaleza y una misión franciscana, a la que dieron el nombre de su santo, Francisco de Asís. Posteriormente, tras su independencia en 1821, México abrió California al resto del mundo (Europa), y San Francisco pasa de ser un mero puerto a una metrópoli comercial e indómita ciudad fronteriza. En 1848, con el descubrimiento de oro en Sierra Nevada y la anexión irreversible de California a Estados Unidos, se inicia el periodo dorado de la ciudad, de la “fiebre del metal”. Al cabo de un tiempo, cerca del medio millón de buscadores de oro habían entrado por aquella boca natural por entonces famosa, puerta de entrada a la bahía, conocida ya como la “Golden Gate” (gracias a John Fremont, en 1844). Lo que, en la pequeñez del mundo y su historia, nos lleva nuevamente al punto de partida de esta nota, como es evidente, y refuerza la importancia de la bahía con su suertudo nombre de Golden Gate, y no del puente, que debería ser Golden Bridge, como erróneamente se cree.

Por tanto el puente es simbólico del pasado, el presente y el futuro. Y constituye el principal punto de aproximación a San Francisco. El Golden Gate remata la prominente saliente al mar de Presidio, un hermoso y amplio espacio verde, exactamente en el punto del fuerte que, en 1993, se convirtió en parque nacional. Todavía allí están las baterías de la guerra de Secesión, un par de plazas de armas y los cuarteles militares del siglo XIX, todo enmarcado por el bosque de pinos y eucaliptos. Por Lincoln Boulevard, cruzando el parque, se llega a Baker Beach, la mejor playa de la ciudad, al pie de escarpados peñascos y lugar forzado de caminatas de fines de semana y vistas impresionantes (pero a veces un poco tenebrosas) de los cimientos del puente. Marine Drive es la carretera pintorescamente flanqueada de palmeras que bordea la costa, y desde la cual se accede al Cementerio de Animales, inicialmente creado para enterrar a los perros del ejército, pero que desde 1945 está abierta a todos los dolientes de mascotas; y más allá al Presidium Museum, exclusivamente de armas. Hacia los puentes de Doyle Drive el viajero encontrará el Palacio de Bellas Artes, un exceso neoclásico, sin duda, único vestigio de los impresionantes edificios construidos para la Exposición Panama-Pacific de 1915, que celebraba la reconstrucción de la ciudad (tras el terremoto de 1906) y la conclusión de las obras en el Canal de Panamá: durante los diez meses durante los que funcionó, más de veinte millones de visitantes acudieron al lugar. Al interior del Palace hay un “exploratorium” entre la planta baja y el entresuelo, una exposición de varias secciones temáticas (modelos, sonido audición y lenguaje, electricidad, ondas y resonancia, movimiento, calor y temperatura, etc.). Por ejemplo, en el Tactile Dome se está totalmente a oscuras, y los visitantes tienen, por supuesto, que moverse a gatas. En realidad, la alargada nave industrial del Exploratorium es uno de los museos de ciencias más notables de Estados Unidos, más por su muestrario interactivo (y huelga mencionar a su fundador en 1969, el físico Frank Oppenheimer, el pacífico hermano de Robert, quien contribuyó al desarrollo de la bomba atómica).

El Golden Gate, la dama de honor de todo viaje a la ciudad, es una estructura enorme de seis carriles para vehículos y uno bastante amplio para peatones. Siendo uno de los cinco puentes más grandes hoy, en el año de su inauguración, 1937, fue la estructura colgante más larga y elevada del mundo. La longitud del puente es de 2,7 kilómetros, con un vano central de 1.280 metros. Los cimientos de las torres gemelas que sustentan la estructura, proeza de la ingeniería son notables: pilares enterrados a 30 metros de la superficie, con bases de 20 metros de grosor de concreto y una estructura de 47 metros de alto enfundada en hierro. Para llegar al fondo rocoso del lecho de la bahía, se emplearon buceadores que, sumergida tras sumergida, dinamitaron las cámaras hasta los 6 metros de profundidad. La calzada de hormigón con soporte de acero se construyó desde las torres en ambas direcciones, para que así el peso se distribuyera equilibradamente a los cables de suspensión. Las dos torres huecas de acero del puente, se elevan, por ejemplo, a 227 metros sobre el nivel del mar. Un detalle interesante, que generalmente pasa desapercibido: la forma como se puso toda junta la estructura. La mano de obra fue excesiva: por ejemplo, para remachar el esqueleto, se trabajaba en grupos de 4: uno calentaba los remaches, otro los recogía en un cubo y los dos restantes ensamblaban los trozos de acero con los remaches al rojo vivo. En enero de 1933 las obras de construcción del Golden Gate, y sucesos adicionales hasta su inauguración, a 27 mayo de 1937, se resumen así: junio de 1933 (un barco destroza parte de la estructura); mayo de 1934 (se remata la Martin Tower y se iza la bandera estadounidense en la cumbre); junio de 1935 (un fuerte terremoto pone a prueba las torres, saliendo éstas bien libradas). La viabilidad del puente había sido puesta en duda, principalmente por la Gran Depresión; sin embargo, el arquitecto Strauss, había logrado un amplio apoyo: una emisión de bonos por valor de 35 millones de dólares, que lo financió. Cuando se inauguró, con casi 18 mil personas aguardando tras las barreras de la policía, todas las sirenas y campanas de San Francisco y el condado de Marin repicaron al unísono.

Pacific Heights es un barrio compuesto por las manzanas entre Alta Plaza (convertido en parque público hacia 1850) y Lafayette Park (rodeado de preciosas casas victorianas). El sector es famoso, no tanto por sus edificios de apartamentos antiguos tipo palacetes, sino por la forma como por el lado norte las calles descienden abruptamente hacia el distrito de Marina, y sobretodo, por las espléndidas vistas desde allí de la bahía. Una caminata por el área obliga al turista siempre a no perder de vista Webster Street (por sus casas que son monumento histórico).

Fisherman´s Warf, o la zona del puerto, con un par de edificios, aloja el Museo de la Ciudad, el Museo de Cera, el Ripley’s Believe It or Not!, el USS Pampanito por el Pier 45 (es un submarino veterano de la guerra) y facilita su recorrido sus ampliasaceras. El Pier 39, una auténtica feria, ofrece distintas opciones de restaurantes y almacenes. Sin embargo, lo más notable en el muelle 39 son los cientos de leones marinos que allí, en plataformas flotantes, toman el sol, colonia marina que principalmente acude en enero, para alterar el equilibrio de los dueños de embarcaciones que allí anclan. Otra de las vistas más interesantes de esta zona, es la de la Isla de Alcatraz, que entre 1934 y 1963 albergó la penitenciaria de máxima seguridad del mismo nombre.

Hoy, la isla rocosa y escarpada, a cinco kilómetros de la costa y expuesta siempre a los fuertes vientos oceánicos, hace parte del Golden Gate National Recreation Area. Casi de paso forzado, es Lombard Street, una calle en pendiente de 27 grados y ocho pronunciadas curvas, conocida como la calle “más sinuosa del mundo”: los coches solo pueden recorrerla en sentido descendente.

Un recorrido interesante propone North Beach, distrito de famosa vida nocturna gracias a chilenos, luego italianos, que lo llenaron de cafés y bohemia, y gestó en parte la famosa generación “beat”, de los años 50, encabezada por Kerouac. No muy lejos, está el Telegraph Hill, que debe su nombre a la luz instalada en lo alto de la colina en 1850, y que transmitía señales alertando a los comerciantes de la llegada de los barcos. En el lado este, de brusca pendiente (fue dinamitado para obtener roca con la que pavimentar las calles), hay senderos escarpados bordeados de frondosos jardines. La parte oeste desciende en una pendiente más suave hasta Little Italy.

Antaño vivían en la colina inmigrantes y artistas atraídos por las vistas; hoy las pintorescas casas de colores pasteles están muy cotizadas, y el lugar es una de las mejores zonas residenciales de la ciudad. De Telegraph Hill es notable la Saints Peter and Paul Catholic Church, también llamada la catedral italiana (es portal a la pequeña Italia), las escalinatas de Filbert Street y Greenwich Street, y el agradable Washington Square.

El Chinatown de San Francisco es, quizás, uno de las más decentes comunidades chinas de Estados Unidos. Ciertamente, los primeros inmigrantes chinos se establecieron en Stockton Street en los 1850s, y gran parte de las fachadas conservan ese aire provincial que se sabe en el sur de China, pese a que la arquitectura básica, las costumbres y demás tengan un carácter híbrido muy norteamericano. El Chinatown se le conoce también como el “gueto dorado”, a causa de sus vistosas fachadas y populosos mercados que ocultan, como en las mejores películas, un mundillo de inmigrantes ilegales, fábricas clandestinas y familias hacendadas. Por su parte, el adyacente Nob Hill es, también, la colina más célebre de San Francisco, famosa por sus vistas a la bahía, los tranvías y sus hoteles de postín (Fairmont, Mark Hopkins, Stouffer Stanford, etc.). De las mansiones originales de la zona solo se conserva una, sobreviviente del terremoto de 1906, capaz aún de transmitir el mohíno resplandor de la opulencia victoriana.

El Financial District es Montgomery Street, básicamente su corazón. El pasado de esta calle está lleno de historias de tiendecillas donde los mineros acudían para pesar el polvo de oro. El downtown viene, pues, por esa vía a coincidir con la antigua línea costera de Yerba Buena, ganada al mar en los años de la fiebre del oro. Hoy, los bancos de principios de siglo quedan a la sombra de los rascacielos de cristal y acero, mientras las hordas de ejecutivos pululan en sus calles. Para compras, se recomienda Union Square, donde están los grandes almacenes. De entre los edificios de esta zona sobresale el Transamerica Pyramid, de 46 pisos y coronado por una aguja, alzándose 256 metros sobre el nivel del mar. El Transamerica es el edificio más alto de San Francisco, y aunque no fuera del gusto de los ciudadanos cuando se inauguró en 1972, hoy la torre es todo un ícono de la ciudad. La “pirámide” acoge en total unas 1.500 oficinas sobre un solar que ha sido a lo largo de la historia uno de los más costosos de la lonja. Es importante saber que la aguja es hueca y se eleva 64 metros sobre el último piso, se ilumina desde adentro (lanza un fuerte destello amarillo de noche), pero su función es puramente decorativa. También, las alas verticales del edificio se elevan desde el centro de la planta baja y se extienden más allá de la estructura. El ala este acoge 18 ascensores y la oeste una torre de humos y las escaleras de incendios. El mirador de la Transamerica Pyramid está, no como se espera, sino en el piso 27, y recomiendo particularmente la panorámica hacia el norte. Igualmente, el exterior de la pirámide está recubierto de un material que permite la separación entre paneles, de modo que hay oscilación lateral en caso de terremoto. Y merece destacar, por último, la forma del edificio, imitando el huso, para así proyectar una sombra menor (evita por tanto, las deliciosas tinieblas eternas de Manhattan).

Haight Ashbury es otro distrito interesante y está al norte de Twin Peaks, dos colinas de 274 metros azotadas siempre por los vientos. Aunque en el barrio vivieron miles de hippies en los años 60, ahora son las clases acomodadas las que ocupan sus hermosas casas de estilo victoriano tardío. Hacia el este se halla el distrito de Castro, centro de la comunidad homosexual. Famoso en los años 70 por su hedonismo, el Castro es hoy más tranquilo, aunque los cafés y tiendas siguen teniendo gran ambiente. El distrito de Mission, aún más al este, fue poblado inicialmente por monjes españoles, y en efecto allí hoy se concentran algunas colonias hispanoamericanas.

No cabe duda que San Francisco es la ciudad más bella de todo Estados Unidos: si algo salva al país, en términos arquitectónico-visuales, es esta ciudad, ubicada al norte de California, y mi preferida en todo el país. San Francisco es un viaje recomendado.

Max Vergara Poeti | 04 de diciembre de 2008

Comentarios

  1. Antonio
    2008-12-04 10:23

    Excelente recorrido por San Francisco en la entrega de este mes. Aún más, valen las monedas de Morgan las precisiones, los detalles técnicos pero sumamente atractivos e indispensables, lo que hace de estas notas viajeras material excesivamente ameno. Coincido con el autor de que sin duda, San Francisco es una ciudad espléndida, muy bella, de volver y siempre volver.


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