Apuntes de viaje, recorrido en bote o hidroavión por el Amazonas literario. Imágenes desde el Jardín de Corifeo, lecturas recomendadas por Zenódoto de Éfeso. Max Vergara Poeti es escritor y traductor. Ha colaborado para diferentes revistas culturales y literarias de Colombia e Italia, sus dos patrias, asimismo como de otros países Hispanoamericanos.
Como si hubiese sido sacado de una historia antigua, por mucho tiempo, los visitantes habituales de Kenia fueron un puñado de comerciantes árabes que se movían por la costa oriental africana con sus artículos apilados sobre un carromato. Hoy, el turismo es de millones, al poseer este país una de las escenografía de vida salvaje más bellas del mundo. A Kenia se accede directamente desde París, Londres, Bruselas, Ámsterdam, Zúrich, Milán y Roma. No hay vuelos a Estados Unidos ni a América del Sur desde y hacia Nairobi. Un viaje a Kenia tiene tres opciones de aventuras, una que es histórica, otra de actividades al aire libre que incluya los parques nacionales, y la otra, dedicada completamente a los safaris.
Aunque Nairobi es la puerta de entrada de Kenia, no hay cientos de cosas que hacer allí. Ciertamente, en el lugar del viejo humedal de los Maasai, surgió la ciudad más grande en la ruta entre El Cairo y Johannesburgo, pero de modestas proporciones: apenas 1.6 millones de habitantes. Fue, sin duda, el ferrocarril entre Mombasa y Uganda lo que cambió el curso de la historia del país, ya que más 32,000 trabajadores indios llegaron de Gujarat y Punjab para quedarse. Nairobi es una ciudad moderna, muy distinta a las demás en África, sin ese toque tercermundista salvo en algunos sectores periféricos, donde se conjugan los ríos de gente. Tres o cuatro días bastan para ver el Museo Nacional (los retratos de Joy Adamson de Las Gentes de Kenia), el adyacente Snake Park (cuenta con una muestra de todas las serpientes del continente africano), el Railway Museum, los edificios del Parlamento, entre otros.
El viaje histórico a Kenia inicia auténticamente en la costa, en el puerto de Mombasa, para ver el Fort Jesus o Fuerte de Jesús, construido por los portugueses en 1593. Merece al menos que se le dediquen un par de horas, ya que su belleza es singular. El mejor momento para visitarlo en temporada es temprano en la mañana, cuando el aire es fresco y el sol dista de ser una amenaza. El fuerte fue diseñado por el arquitecto de origen italiano Joao Batista Cairato, quien fue autor de mucho de lo que se erigió en Goa. Otra de los monumentos de importancia es Omani House, en el bastión de San Felipe, en la esquina noroeste del Fuerte. Construida en el siglo XVIII, la Casa Omani tiene una de las mejores vistas a la Ciudad Antigua. El segundo tramo del recorrido histórico se consigue desde Mombasa hacia el norte, bordeando el mar, siendo el primer hito Gedi, a 4 kilómetros del poblado de Watamu. Se trata de unas ruinas de una ciudad árabe Swahili, que ha permanecido como un enigma, ya que no se mencionó en ninguna de las crónicas portuguesas de aquel tiempo. Para ahondar en el misterio, las excavaciones recientes han hallado piezas de porcelana china de la era Ming, como también cristal de Persia, y el consenso científico apunta a que Gedi fue fundada en algún momento del siglo XIII, pero fue inexplicablemente abandonada entre los siglos XVII y XVIII, probablemente por el retiro de las aguas del mar, o quizás, por el acoso de la tribu Galla que reinaba al norte. Por ello, la maleza alta consumió el lugar, y sólo su descubrimiento tuvo lugar en los años 20 del pasado siglo. Hay un montón de casas, una mezquita y tumbas de importancia, al igual que murallas. En la misma dirección, más al norte, está la isla de Lamu, que durante la década de 1970 ostentó la reputación de ser el Katmandú africano, por su paz y romanticismo medieval. En Lamu hay fuertes influencias de la cultura Swahili, un fuerte construido por el Sultán de Paté entre 1810 y 1823 y hasta un Santuario al Jumento, asimismo como un montón de villorrios pintorescos llenos de vida local y sorpresas.
En el plano de las actividades que pueden llevarse a cabo en Kenia, está el rafting o canotaje, a las afueras de Nairobi, justamente sobre el Sagana donde desciende el río Athi, y concluyendo el viaje cerca a la represa Masinga. El Athi es por sí mismo bellísimo, con rápidos, caídas y cascadas que a nadie se le olvidarán. Para escalar, está el Monte Kenia, a más de 5.199 metros sobre el nivel del mar, el segundo pico más alto del continente, permitiendo caminatas seguras entre mediados de enero hasta fines de febrero, y de nuevo, entre agosto y septiembre. La costa ofrece una infinitud de playas, como la de Diani, que es la mejor; seguida por la de Twiki, aunque insuperables a las de la isla de Lamu. El snorkelling se restringe a los parques naturales de Malindi y Watamu, aunque la experiencia se dobla en las islas Shimoni y Wasini, a las que no es tan fácil acceder. Y para terminar, un viaje así sea corto en “dhow”, esta embarcación árabe de vela triangular, en el archipiélago de Lamu, a la que se tiene que llevar sombrero y bloqueador (ya que no hay casi sombra abordo), pero que resulta imprescindible, particularmente antes de que caiga el sol.
Por último, está el mundo de los safaris, y a menudo los viajeros van a otros países africanos por esta experiencia ignorando que en Kenia es donde son de lo mejor. Hay varios tipos de safaris, siendo el más tradicional el safari de vida salvaje, desde Nairobi o Mombasa, a través de los famosos parques nacionales del país. No es un viaje de horas, en realidad, un paquete auténtico de safaris de vida salvaje comprende tres y hasta cuatro recorridos, con vestido de caqui, para observar la indomable fauna. Otro que es muy famoso, es el safari en globo, que se puede contratar al occidente del país. Los globos parten a diario del Keekorok Lodge y el Fig Tree Lodge en la reserva nacional Maasai Mara, e incluye el precio un desayuno con champaña sobre las llanuras y estepas africanas. También, otra opción, son los safaris en bici, que se ofrecen en paquetes combinados (esto es, caminata y recorrido en bicicleta) que van desde tres hasta seis días, con la caminata de retorno al corazón de la nación Maasai.Y finalmente, los safaris en camello, que sólo pueden tomarse desde las zonas tribales de Samburu y Turkana, como entre el villorrio de Isiolo y el Lago Turkana al norte del país. Lo bueno de esta opción es que el camello no se detiene donde usualmente lo hacen los jeeps y camionetas de excursión, lo que permite una aventura junto a los nómadas del desierto que se mueven también por Etiopía.Esta nota no sería lo que es sin mis usuales observaciones y recomendaciones por experiencia al viajero, así que procederé con ellas. Al visitar las reservas y parques nacionales de Kenia, la mayoría de los excursionistas se pregunta por qué a veces es tan difícil ver aves y mamíferos salvajes, y por qué lleva tantas horas, y a veces, nunca ocurre. Pues la respuesta, a menudo, es de sentido común, ya siendo el ruido uno de los factores (hay que mantenerse callado y quieto), y la creencia de que “todo vendrá a uno”, lo cual es falso. Así, la mejor hora es siempre muy temprano en la mañana o hacia el final de la tarde, cuando África se sume entre luz rojiza purpúrea y las sombras. En algunas zonas, sin embargo esto no funciona, ya que los animales han ido adaptando su instinto y costumbres a la acción del hombre, y resulta a la inversa, en el transcurso del día, cuando salen de caza. En los bosques, por ejemplo, la algarabía de monos y mandriles en las copas sobre su cabeza será la advertencia de algo peligroso que está por ocurrir, así que ojo avisor.
Kenia también es tierra de absurdos. En Nyeri, en las montañas centrales, me encontré con un museo (en realidad un santuario) dedicado a Baden Powell, de hecho “Lord Baden Powell”, fundador del movimiento scout. El lugar se llama “Paxto”, en las inmediaciones del Hotel Outspan del lugar, donde Lord Baden vivió y murió, y donde permanece enterrado. Para mi sorpresa y horror, “Paxto” fue después la casa de Jim Corbett, de quien ignoraba de quién se trataba hasta que leí la placa conmemorativa en su nombre: “destructor de los tigres come-hombres en el centro de la India durante los años 20 y 30”. ¡Qué distinción! Durante todo el día, llegan y salen excursiones de chavales scouts en todos los idiomas, que consideran este su centro de peregrinaje. Es irónico que un colonizador como Baden Powell tenga en Kenia un santuario, mientras que uno de los hombres ilustres de la independencia de Kenia, el General Dedan Kimathi, duerme el sueño eterno en una tumba sin distinción u honores en el otro extremo de Nyeri. Kimathi fue ahorcado por los ingleses luego de la Rebelión Mau Mau en la prisión de Kamiti (dicen los libros de historia). Y sin embargo, según comprobé al asistir a una cátedra de historia patria en una escuela, no es lo que en Kenia se les enseña a los niños. El maestro habló de que lo “habían enterrado vivo”. Así que surge mi pregunta: ¿Entonces donde está el tótem?
Hay que recordar algo: para sacar una buena foto, absténgase de hacer locuras. Por tanto, nunca se acerque a los animales, así sean jirafas, y se aleje tras accionar el obturador rápidamente, ya que las consecuencias pueden ser diversas. Una de las imágenes más bellas es la de una madre con su cría, pero uno de mis guías en el parque Amboseli me comentó que una vez, varias excursiones coincidieron por el mismo sendero en advertir a un grupo de leonesas con sus crías. Por alguna razón, todas centraron su atención en un mismo objetivo, una de ellas, y la cercaron. La consecuencia fue que el animal salió corriendo asustado y abandonó a su cría en el lugar. Aquí va otra: nunca abandone su camioneta o jeep, ya que aunque las bestias se ven tranquilas y domesticadas, recuerde que no está en domingo en el zoo. Sólo toque tierra cuando así se lo hagan saber, en los lugares permitidos. Tampoco insista a su guía de perseguir animales una vez los ha visto, o de lo contrario, por creer que se trata de algo grande, las demás excursiones se le unirán en la persecución, contra el derecho natural que tienen las especies de vivir en paz. Tampoco permita que su guía se salga de los senderos predeterminados: al hacerlo, se genera un daño al ecosistema.