Apuntes de viaje, recorrido en bote o hidroavión por el Amazonas literario. Imágenes desde el Jardín de Corifeo, lecturas recomendadas por Zenódoto de Éfeso. Max Vergara Poeti es escritor y traductor. Ha colaborado para diferentes revistas culturales y literarias de Colombia e Italia, sus dos patrias, asimismo como de otros países Hispanoamericanos.
ERROL FLYNN, My Wicked, Wicked Ways
La joya del Caribe, sin duda, Jamaica es una de las islas más bellas con las que uno puede encontrarse. Para ser tan pequeña, indudablemente es un lugar exótico: apenas más grande que el Líbano, es una isla de suaves colinas y una cordillera fértil hacia el este, las Blue Mountains, que reciben su nombre por la misteriosa niebla azulina que las envuelve. De por sí, se trata una isla hecha de pantanos y verdes llanuras, cuevas y desiertos, montada sobre una base de piedra caliza. A la llegada de Colón, sus únicos frutos endémicos eran la guayaba, el ananás, la anona y el caimito. Europa introdujo la caña de azúcar, el plátano y las naranjas. Los comerciantes españoles trajeron en el siglo XVII el coco de Malaya. El “ackee”, perteneciente a la familia del jaboncillo llegó del Oeste africano en 1778 en barcos negreros. Además, la isla tiene sus propias variedades de ají morrón, como su árbol exclusivo, el telipariti elatum, que crece hasta los 20 metros y también fue introducido en Cuba. Se suman a este panorama más de 25 variedades propias de murciélagos, el peculiar “conejo jamaiquino” (parece un conejillo de indias pero en realidad pertenece a la familia de la rata), como también 25 especies endémicas identificadas, entre las que destacan el “Doctor Bird” (Trochilus polytmus), uno de los más bellos colibríes que existen en el mundo, además, el más pequeño (hasta 17 centímetros en los machos contando las largas plumas de su cola, que exceden el tamaño del cuerpo).
Y también está el reggae. Y el exotismo de sus playas. La mezcla cultural de su gente, desde negros africanos hasta ingleses, chinos, judíos, escoceses y alemanes. Y su rica historia. Más que tumbarse a tomar el sol frente al mar, Jamaica merece ser descubierta en su interior.
Kingston está construida sobre una bahía natural (la séptima más grande del mundo), protegida por un brazo angosto de tierra llamada Palisadoes, por el que apenas cabe una carretera (11 kilómetros de longitud). En el centro de esta serpiente chamiza que se precipita sobre el mar, está el aeropuerto Norman Manley, que toma el nombre de uno de los próceres blancos de la independencia nacional, y se recuerda desde que apareció por primera vez en los ojos del mundo en la película Dr. No, del agente 007. La carretera es rápida, moderna, y pronto los avisos dan la bienvenida a Kingston, entre palmeras cimbreadas por los últimos aires de la tarde, del célebre Doctor’s Breeze, que sopla desde el mar. Kingston cuenta con un puñado de buenos hoteles, entre Marriott, Hilton, Crowne Plaza y Four Seasons, pero también, otros grandes como el Pegasus (antiguo Forte Travelodge), y el Courtleigh (una excelente opción). La mayoría se encuentran “uptown”, en una zona que popularmente se conoce como New Kingston, donde los edificios modernos se suceden unos tras otros y se encuentra el principal comercio, las embajadas y los restaurantes. Kingston es una ciudad antillana en todas sus proporciones, pintoresca, vibrante: dese los barrios construidos sobre lomas, atravesados por calles serpenteantes, hasta la ciudad vieja con rastros de hace 300 años, frente a las aguas oscuras de la bahía. Una zona agradable para caminar por Ocean Boulevard, una avenida de cuatro carriles que atraviesa por el Banco de Jamaica, el Kingston Mall (con su mercado Victoria de artesanías y manufacturas), la Galería Nacional de Jamaica y el Centro de Conferencias, el más grande de las Antillas occidentales, sede perpetua de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. Allí, también, está el muelle de cruceros y, dominando un poco más la visión hacia el oeste, la zona de Newport, una masiva aglomeración de grúas y chimeneas —se trata del principal puerto de Jamaica y su gran refinería.
El crecimiento poblacional de Kingston, acercándose ya a los 3 millones, se deja ver hacia el norte, donde la urbe absorbió la capital de la parroquia de Saint Andrew, Half Way Tree. Esta área es hogar de la iglesia anglicana más antigua de la isla, Saint Andrew’s, construida en 1666; Constant Spring, una antigua plantación dieciochesca (hoy museo) cuyo atractivo son sus jardines, surcados por numerosos manantiales que descienden de la montaña. Al norte de New Kingston, está la pequeña exquisitez de Devon House, hogar en el siglo dieciocho del primer millonario de la isla, George Stiebel, que hizo su fortuna con la explotación aurífera de Venezuela. También, está cerca Jamaica House y Vale Royal, oficina y residencia del primer ministro, y entre hermosos jardines, sobre una colina, Kings House, hogar del gobernador general de la isla. En Hope Road está el museo de Bob Marley con el a-z de todo lo que se quiera saber sobre el famoso cantante, y más al este, en la zona de Liguanea, el histórico Jamaica College (lo más parecido a un Eton en el Caribe), y el zoo y botánico Hope (inaugurado en 1953 por la reina Isabel II). Asimismo, está el complejo de la Universidad de las Antillas Occidentales, que en 1948 abrió como apéndice del London University, pero que hoy es completamente independiente y, entre sus otras sedes en Barbados y Trinidad, ésta, de Mona, es la más grande. Destacan allí las viejas líneas del acueducto y los murales, impresionantes y enormes. Al norte de Kingston, a medida que se comienza a ascender por las montañas, el clima cambia y la gente se mueve por la carretera con sweaters de lana. Hay un centenar de sitios aptos para el montañismo, además de interesantes circuitos para recorrer en bicicleta, asimismo como una serie de posadas y balcones con vistas únicas al horizonte —una banda plateada de agua que pronto las nubes devoran al final de la tarde.
Tampoco puede ignorarse, en la punta este de los Palisadoes, las ruinas de la mítica ciudad de Port Royal, hogar de piratas y leyendas, y sede de uno de los complejos militares más grande del mundo que se conservan de la British Royal Navy, cuando su flota dominaba los océanos. En realidad, la antigua Port Royal de Morgan y Barba Negra está hundida al pie de los fuertes, y excursiones bajo el agua mostrarán al turista la ciudad hundida por el terremoto de 1692. Hoy el área está bajo un programa de restauración y recuperación.
Hacia el este, la carretera lleva al viajero a una pequeña ciudad entre montañas y bosques, Mandeville, que es más inglesa que americana, silenciosa, llena de calles limpias y enormes casones, clubes de golf y coches lujosos; la historia de Mandeville pertenece a la época del conde de Mandeville, hijo del Duque de Gloucester, quien como gobernador fundó la ciudad y atrajo con él a una corte de burgueses y ricos del continente que allí se establecieron. Hoy es un vividero con una población mayoritariamente extranjera que vive de la próspera industria de la bauxita, siendo Jamaica el principal productor en el mundo de este componente primario del aluminio.
Hacia el norte, por el lado occidental de la isla, están los balnearios de lujo, Negril y Montego Bay, con sus playas perfectas, sus números buques de crucero, las hordas de europeos y canadienses con la piel rosada como el camarón y los centros vacacionales cinco estrellas. Destacan sobre la costa norte las cuevas Runaway de 2 kilómetros de longitud y Discovery Bay, cerca al puerto de Kaiser Alumina, hogar de un museo al aire libre, el Columbus Park, donde se cree que pisó tierra Cristobal Colón en 1494, el año que cambió la historia del mundo. Colón llamó a este lugar “Puerto Seco”, según las placas. Este privilegio se lo disputa, también, una bahía un poco más al este llamada Río Bueno.
La comida en Jamaica es de gran sabor y durante todo el año hay grandes eventos culturales, comenzando por el Reggae Sunsplash y el Reggae Sunfest, entre julio y agosto de cada año. No me cabe duda de que se trata de un destino turístico agradable y de gran importancia. Desde haciendas coloniales hasta ruinas españolas, desde villorrios de montaña hasta playas perfectas: Jamaica es más que unas vacaciones exóticas. La isla más allá de las playas merece la pena recorrerla.
2009-04-05 19:13
Qué nota más bella, ya a una le dan ganas de irse a Jamaica… He querido viajar a la isla numerosas veces, pero creo que con este impulso ya me decido. Una entrega amena y altamente literaria, con “historia detrás de la historia”, como se caracterizan las columnas de Ánfora de Letras.
No deja de sorprenderme el legado de España en medio mundo… ¡Quién lo diría! Estamos por todas partes.
2009-06-24 23:27
No puedo negar que es un gran paisaje, y realmente me gustaria visitar este pais. Pero me gustaria saber mas acerca de las artesanias del lugar, eso seria impresionante. Gracias por el blog.