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Ánfora de Letras por Max Vergara Poeti

Apuntes de viaje, recorrido en bote o hidroavión por el Amazonas literario. Imágenes desde el Jardín de Corifeo, lecturas recomendadas por Zenódoto de Éfeso. Max Vergara Poeti es escritor y traductor. Ha colaborado para diferentes revistas culturales y literarias de Colombia e Italia, sus dos patrias, asimismo como de otros países Hispanoamericanos.

Por la Costa Azul

Para mí, la Costa Azul va técnicamente desde Toulon hasta San Remo, en Italia. Y la más pintoresca porción de esta franja Mediterránea, se extiende desde Mónaco hasta Saint Tropez. La capital indiscutible es Niza, pero lo más interesante se esconde en las bahías diminutas y las montañas. Son estas carreteras, llamadas “corniches”, que ascienden y serpentean y esconden quizás los más bellos y artísticos poblados de toda la zona. Estas excursiones son frecuentes desde mi base en La Condamine, en el puerto de Mónaco, siempre no más allá de Saint Trop y Génova. El siguiente es un itinerario razonable, entre Mónaco y Antibes y sobre las montañas:

1. MÓNACO – Para el turista promedio, dos días aquí son suficientes (distinto para el que, como yo, tiene en esta famosa ciudad su residencia). El puerto de Mónaco tiene apenas 1.5 kilómetros cuadrados, es famoso por su casino y el Grand Prix de Fórmula Uno en mayo de cada año. La ciudad de más de 30,000 habitantes comprende cinco barrios o zonas: Monaco Ville (la ciudad vieja y el panorámico Rocher, esta roca de más de 800 metros de largo donde está el Palais du Prince (con sello Grimaldi); Monte Carlo, al norte del puerto, donde está el casino y los más costosos hoteles; La Condamine, la zona llana llena de edificios (en su mayoría de los años 60) al suroriente del puerto; Fontvieille, un área mixta que antes era industrial y ahora tiene modernos edificios y calles perfectas; y Larvotto, la playa a las afueras. El pueblo francés de Beausoleil está apenas a tres calles ascendiendo la montaña de Monte Carlo.

En Mónaco hay muy poco que ver, pero es un puerto hermoso, lleno de vida nocturna. Su oferta turística se limita al Musée Océanographique, uno de los acuarios más respetados del mundo, con sus noventa tanques y su exhibición extensa sobre la exploración marina. Una escalera opuesta al Musée lleva a un recorrido por la Historia de Monte Carlo, un lugar donde proyectan un video en todas las lenguas europeas la trayectoria de la familia Grimaldi (dueña del puerto desde 1297). Contra ambos museos, está el costero Jardin Saint Martin, con su vista preciosa al mar. Sin duda, el Palais du Prince es uno de los puntos turísticos par excellence. De por sí que, entre las primeras cosas que un amigo local hizo, fue llevarme a ver el cambio de guardia, allí al final de la Rue des Remparts, precisamente a las 11:55am de un día nublado de invierno. Los guardias llevaban su uniforme negro, que cambia a blanco en verano). De junio a octubre es posible visitar los Apartamentos de Estado del Palais, e incluso, puede accederse combinadamente al pequeño Musée des Souvenirs Napoléoniens, un muestrario de los objetos personales de Napoleón, en el ala sur del palacio. La Cathédrale de Monaco, con su magnífico estilo Romano-Bizantino, guarda en 4 Rue Colonel el motivo de su concurrencia: la tumba de Grace Kelly (1929-1982), que se encuentra en el lado oeste del Coro. La lápida es más bien modesta, y se lee, en latín, “Gratia Patricia Principis Rainerii III”, ornamentada con flores. Entre septiembre y junio, en la misa de los domingos a las 10am, el coro de niños de la ciudad, Les Petits Chanteurs de Monaco, refrescan la homilía. El Jardin Exotique, por su parte, es bellísimo, hogar de más de 7 mil variedades de cactus traídos de todos los rincones de la tierra. La vista, desde la falda empinada, es impresionante. La entrada al jardín también permite visitar el adyacente Musée d’Anthropologie Préhistorique e incluye el recorrido con guía por el Grottes de l’Observatoire, una red de cuevas de estalactitas y estalagmitas que descienden 279 peldaños al interior de la colina. Obviamente que no puede concebirse una visita a Mónaco sin el Casino, y su aledaño, Hotel de Paris Louis XV, con sus respectivos retratos “in situ”. Construido entre 1878 y 1910, el Casino está abierto al público, claro está, previo pago de 10 euros para acceder hasta el Salon Ordinaire, con su ruleta francesa y el trente et quarante; y se debe cancelar otro tanto para ingresar a los Salons Privés, con sus mesas de bacarat y blackjack, la ruleta americana, etc. Entre los requisitos es ser mayor de 21 años y no haber nacido en Mónaco (se exige mostrar pasaportes), se prohíbe entrar en bermudas al salón principal, y para las salas privadas, se exige sin excepción corbata y vestido.

2. ANTIBES Del otro lado de la Baie des Anges está este poblado de más de 71 mil habitantes, con sus hermosas playas y los vestigios de su importancia en el siglo XVI.

En la Rue Saint Esprit, en el medio de la ciudad vieja, está la Catedral (conocida localmente como Iglesia de la Inmaculada Concepción), con su fachada neoclásica color ocre y su torre romanesca. Unas escaleras llevan a la Château Grimaldi, en un promontorio espectacular que da a la iglesia y al mar. Lo más importante es que esta casona sirvió de estudio a Picasso en 1946, y por ende, es en sus inmediaciones que funciona el Musée del artista, que exhibe una importante colección de pinturas, litografías, dibujos y cerámicas, como también ofrece un recorrido por la vida del pintor. La terraza llena de esculturas, inspiradora, da al mar. En el lado suroeste de la Château, en Bastion Saint André, está el Musée Archéologique, sobre la Promenade Amiral de Grasse, dedicado a recordar la era griega de Antibes. A las afueras está Juan-les-Pins, con su playa voluptuosa de 2 kilómetros de largo, enmarcada por el mar y una falange de pinos, recordará al visitante el por qué del Jazz-à-Juan, el festival musical anual, parte del ambiente prevalente de los años 20 del pasado siglo, cuando era popular entre los visitantes norteamericanos. Cap d’Antibes, hermosa península, es exclusiva en cuanto a las lujosas villas privadas y el hotel más lujoso de toda la Côte d’Azur, el Hôtel du Cap. Entre las coníferas, está el Jardin Thuret, en Boulevard du Cap, que desde 1856 exhibe un sinfín de plantas exóticas. Y también, imprescindible, los jardines de la Villa Eilenroc, en la punta peninsular, que se benefician de la incomparable presencia de mar.

3. VENCE, SAINT PAUL DE VENCE & CAGNES-SUR-MER La serena Vence, sin mar y muy turística, está a 21 kilómetros al noroeste de Niza. Aunque abundan las villas y mansiones de veraneo, no hay quizá algo más agradable como caminar por su centro medieval cuando el sol o el viento lo permiten. El arte bulle en Vence: hay una buena dosis de galerías, y parecería que, en cada casa, vive un pintor. La Porte du Peyra, la puerta principal construida en el siglo XIII con su muralla todavía resguarda la ciudad y, una vez superada, el sendero lleva a la íntima Place du Peyra con su surtidor. La catedral, también romanesca como muchas otras en la zona, fue construida en el siglo XI, y reformada dos veces, la última en el siglo XVIII. A unos 800 metros al norte de Vence, por la carretera que conduce a Saint Jeannet, está la bellísima Chapelle du Rosaire, cuyo interior fue diseñado y decorado por el propio Matisse.

Saint Paul de Vence es un villorrio pintoresco, excesivamente concurrido en temporada, montado sobre una colina a 4 kilómetros al sur de Vence. Saint Paul es hogar de una multitud de escritores y artistas, una auténtica colonia cultural de enorme belleza. Si aparece en los mapas, no es por el prestigio de algunos de mis colegas, sino más bien por la Fondation Maeght, una de las mecas de Francia de arte contemporáneo. Con vistas al campo provenzal, rodeado por jardines llenos de esculturas y fuentes, la galería abrió sus puertas en 1964. La colección permanente de arte del siglo XX es excepcional, con obras de pintores como Braque, Bonnard, Matisse y Miró.

Tres poblados conforman a Cagnes-sur-Mer: primero, Le Haut de Cagnes, antigua sobre la colina; Le Cros de Cagnes, el antiguo cuartel de pescadores junto al mar; y por supuesto, Cagnes Ville, el sector moderno, en constante ebullición. Es en Cagnes donde hay otra Château Grimaldi, en la zona vieja, donde funciona un museo de arte mediterráneo contemporáneo y se hace el festival internacional anual que le da su prestigio. Cerca de Cagnes Ville está el Musée Renoir, en Chemin des Collettes, casita que fuera el hogar y estudio del pintor entre 1907 y 1919. Todavía conserva su decoración original y de sus paredes cuelgan un buen número de obras. La villa está protegida por hermosos olivos.

4. THE CORNICHES Son 30 kilómetros de pueblos entre Niza y Menton, los que reciben este nombre, unidos por tres “corniches” o carreteras costeras, cada una sube más las montañas que la anterior.

La Corniche Inférieure, también conocida como Basse Corniche (es la carretera N98), se mantiene muy cerca de la playa llena de villas y el ferrocarril, atravesando Villefranche-sur-Mer, Saint Jean-Cap Ferrat, Beaulieu-sur-Mer, Éze-sur-Mer, Cap d’Ail y, por supuesto, el centro alternativo de nuestro itinerario, el Principado de Mónaco. Todos los poblados merecen ser visitados, pero yo, personalmente, recomiendo dos.

Villefranche-sur-Mer está situado, quizás, en una de las bahías más hermosas desde Saint Tropez a Marsella, con un puerto que da al Cap Ferrat. En la ciudad vieja tiene una muy bien preservada iglesia del siglo XIV, con una ciudadela inmaculada del siglo XVI. Las escaleras de piedra, cada tanto, rompen las calles diminutas, de todas la más interesante siendo la Rue Obscure. Las vistas desde arriba del mar, entre las casas, a medida que se recorre el villorrio a pie, son incomparables. Villefranche fue particularmente el lugar favorito de Jean Cocteau, quien en 1957 pintó los frescos en la Chapelle Saint Pierre, del siglo XVII.

Una vez un asentamiento de pescadores, Saint Jean-Cap Ferrat es hoy un balneario exquisito, en la península boscosa de Ferrat, totalmente inundada de mansiones y villas de excéntricos millonarios. En la bahía cerrada se encuentra el Musée de Béatrice Ephrussi de Rothschild, en la Villa Île de France, construida al estilo de las casas toscanas para la Baronesa de Rothschild en 1912, y que exhibe su antiguo mobiliario, pinturas, tapices y porcelanas de gran valor, rodeada por el pacifismo de sus jardines.

La Moyenne Corniche, la carretera central de la costa (N7 en los mapas), se pega a las faldas, ofreciendo un espectáculo escénico de gran valor. Desde Niza sigue las formas de las montañas atravesando Villefranche, Éze y Beausoleil hasta Monte Carlo. Éze pareciera engarzado en un pico rocoso de 427 metros sobre el mar, con una historia llena de historias antiguas. Desde el jardín exótico, como si en cualquier momento pudiera uno caerle encima, está Éze-sur-Mer, lamido por el Mediterráneo. Fue en Éze donde Nietzche comenzó a escribir “Así habló Zaratustra”, al punto que el sendero que comunica a Éze de su contraparte en la playa lleva el nombre del filósofo.

El Grande Corniche, cuyas panorámicas, entre los Corniches, son sin duda las mejores, deja Niza para adentrarse en el Col d’Éze, con una vista espectacular del mar (y hasta las sombras de Córcega, en un buen día); La Turbie, sobre Mónaco, un punto romántico de noche por las luces parpadeantes del Principado; y Le Vistaëro, otro mirador. En esta ruta Roquebrune, entre Mónaco y Menton, es el principal punto de atención. Medieval, con calles angostas que llevan al castillo llenas de tiendas de suvenires y artesanías y su Rue Moncollet, tallada de la roca, con sus pasajes y escalinatas. En el número 20 de la Avenue Paul Doumer, está Cap Martin, un suburbio exclusivo de Menton de primoroso ambiente famoso por sus famosos residentes (Churchill, Le Corbusier, etc.).

5. MENTON Un recorrido por la “petit Côte d’Azur” no puede descartar a Menton, que tiene la reputación de ser el punto más cálido de toda la región (incluso en

invierno). Quizás sea esta la razón por la cual Menton es un destino popular con los viajeros de cierta edad, y que se refleja cuando cae la noche, a diferencia de otros puntos hacia el oeste. Guy de Maupassant, Robert Louis Stevenson, Gustave Flaubert y Katherine Mansfield están entre los escritores que encontraron alguna vez solaz en Menton. Cuando se está en la cosecha, el aire se llena con el aroma de los limones, y todo en este poblado rinde honor al cítrico; incluso, por dos semanas, los limones se toman a Menton en su muy propia Fête des Citrons en febrero, una versión valiosa del Mardi Gras. En Menton no hay que perderse de la Église Saint Michel, construida en el siglo XVII, quizá la pieza arquitectónica del barroco más grande del sur de Francia (aunque el interior muy italiano), situada en pleno centro del Vieille Ville que, como la mayoría de los poblados de la Côte d’Azur, también tiene sus callejas angostas y sus cientos de escalinatas. También, los cementerios, comenzando por el Cimetière du Vieux Château, con sus tumbas de una multitud de inmigrantes muertos en el siglo XIX, y una vista que recompensa la escalada; o el Cimetière du Trabuquet, más grande, que permite echar una ojeada al lado costanero italiano. El Musée Jean Cocteau, situado en un bastión frente al mar construido en 1636 (Quai Napoleón III), exhibe una amplísima selección de las obras del poeta, dramaturgo y cineasta muerto en 1963. Los frescos de Costeau nadie puede perdérselos en la Salle des Mariages en el Hôtel de Ville. El Palais Carnolès es la antigua residencia de veraneo de la familia Grimaldi, pero que hoy aloja el Musée des Beaux-Arts, con obras del siglo XIII al siglo XX. El Jardin de Sculptures, que rodea el Palais, está plantado de naranjos y limoneros, por lo que asegura una caminata con sombra y aromas.

Max Vergara Poeti | 04 de noviembre de 2008

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