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Ánfora de Letras por Max Vergara Poeti

Apuntes de viaje, recorrido en bote o hidroavión por el Amazonas literario. Imágenes desde el Jardín de Corifeo, lecturas recomendadas por Zenódoto de Éfeso. Max Vergara Poeti es escritor y traductor. Ha colaborado para diferentes revistas culturales y literarias de Colombia e Italia, sus dos patrias, asimismo como de otros países Hispanoamericanos.

Bermuda

El 2 de junio de 1609, la carabela Sea Venture partió de Plymouth hacia el Nuevo Mundo junto a nueve naves más que llevarían el “tercer suministro” de colonos a Jamestown, Virginia, al mando del almirante Sir George Somers. Casi mil millas al sur del Atlántico, la flota se vio atacada por un huracán, y el Sea Venture, que luchó durante tres días a capa y espada contra la tempestad y gravemente averiado por los vientos, consiguió mantenerse a flote hasta que el almirante Somers avistó tierra, la mañana del 25 de julio, hacia donde se dirigió el Sea Venture para prevenir finalmente irse a pique (las aguas en las bodegas habían sobrepasado los dos metros y medio). El Sea Venture encalló en un arrecife a más de un kilómetro del extremo nororiental de lo que hoy se conoce como Bermuda, donde desembarcaron ciento cincuenta personas y un perro. Más de uno, de entre los objetos de valor, cargó sobre sus hombros un tonel de vino.

Esta historia hizo aparecer a Bermuda en los mapas. Sería durante los meses siguientes, en la isla, que se construirían otros dos barcos históricos tras la catástrofe, el Deliverance y el Patience, incluso con partes extraídas al Sea Venture. Sin embargo, el evento sirvió para que este archipiélago abandonara sus antiguos motes de “La Garza” e “Isla de los Demonios” y, gracias a los recién llegados, corriera la voz de que la isla era un verdadero paraíso. Incluso, subsiste el reporte de la Segunda Compañía de Suministros en el que, por ejemplo, quedaron grabadas para la historia las palabras de uno de los marinos, que decidido a no abandonar la isla afirmó: “en Virginia nos espera solo desventura y trabajo sin pescado, carne o aves que sólo aquí en paz pueden disfrutarse.” Para completar los datos curiosos, nada más y nada menos que, entre los pasajeros del Sea Venture, iba un inglés llamado John Rolfe, cuya esposa allí daría a luz a una niña, llamada Bermuda, quien desafortunadamente pereció poco después de que Rolfe se estableciera en Virginia. En las cercanías de Jamestown, Rolfe fundaría la más importante plantación de tabaco, en la que precisamente, como sigue la historia, conoció a Pocahontas, con quien se casó en abril de 1614.

Lo cierto es que Bermuda, pese a su aislamiento (su punto terrestre más cercano está a unos 965 kilómetros al este, el Cabo Hatteras, en Carolina del Norte), es un paraíso. Erróneamente se cree que Bermuda hace parte del Caribe, desconociéndose que se trata de una isla subtropical que disfruta de uno de los climas más agradables del mundo: en medio de esa cálida corriente que arranca desde el Golfo de México, durante el verano las temperaturas oscilan entre los 24 y 32 grados centígrados, mientras que en los meses de invierno, entre 15 y 20.

Aunque la metrópoli de este territorio inglés de ultramar es Londres, a más de cinco mil kilómetros de distancia, Nueva York está apenas a poco más de una hora por avión, y Boston, el otro punto de embarque, media hora más. Air Canada vuela a diario desde Toronto, al igual que American Airlines y Jet Blue vuelan desde el aeropuerto Kennedy, Continental Airlines desde Newark (en Nueva Jersey), Delta desde Atlanta y Boston, British Airways a diario desde Gatwick y US Airways con siete frecuencias semanales desde Filadelfia.

Los hoteles no se apretujan unos contra otros, como podría esperarse en islas tan estrechas, como es el caso de Bermuda. Por el contrario, están esparcidos a lo largo del muñón y garfio de coral que es este territorio, tomando como punto de partida el norte, la parroquia de St. George’s, donde está el aeropuerto internacional L.F. Wade. Hamilton, la soñolienta capital, está a 16 kilómetros al sur, enmarcada por enormes edificios victorianos al estilo colonial, pintados siempre de colores pastel (limón, lima, durazno y azul cielo). En las horas de trabajo, cuando no se está en vacaciones, el viajero podrá observar principalmente el código de vestimenta de los funcionarios y oficinistas, en su estricto rigor inglés: bermudas (pantalones cortos), calcetines hasta la rodilla, camisa de manga larga, corbata y chaqueta. Podría decirse que éste es el traje nacional de Bermuda, con una opción adicional: bermuda y chaqueta pueden ser de distintos colores. Como todo en Bermuda tiene una historia (más que sol y playas), la de ésta fue inspirada por los mismos soldados británicos que eran enviados a los cuarteles coloniales, tan exóticos como la India, y quienes impusieron la moda, por cuestiones prácticas del clima, recortando sus pantalones hasta el término del muslo. No pasó mucho tiempo cuando los soldados estacionados en Bermuda comenzaron a usar la prenda, de modo que poco a poco se difundió permaneciendo en los más conservadores elementos de la pequeña sociedad.

Al moverse por Hamilton, como por el resto de las islas (convenientemente unidas por puentes), el viajero debe tener en cuenta algo: en Bermuda no existe el alquiler de coches. Del mismo modo como el ferrocarril, inaugurado en 1931 y que los mismos isleños archivaron en 1947 (los vagones y máquinas fueron vendidos al gobierno de la Guyana Británica en Sudamérica), el uso de vehículos se limita a un riguroso sistema legal y está sometido a todo tipo de prohibiciones. Sin embargo, Bermuda tiene más de veinte mil coches, otro tanto por igual de “motorscooters” o bicicletas con motor, y un excelente sistema público de autobuses (cuyo tiempo de mayor uso es entre las 3:30 y las 5:30pm, cuando los niños salen de las escuelas y los empleados regresan a sus casas). Además, desde Hamilton hacia el otro extremo, Sandy’s Parish y las parroquias cercanas de Paget y Warwick hay un servicio continuo de ferris, que acortan, por ejemplo, el viaje desde la capital hasta el impresionante Royal Naval Dockyard, en media hora (comparándolo con el autobús).

Una caminata típica por Hamilton incluirá visitas al Banco de Bermuda (su impresionante colección de monedas a partir de 1603, como también los anodinos peniques de la isla difundidos en 1614, y que hacían honor a su nombre, “hog money”, por el puerco introducido en la isla recién colonizada, y que se dice, alimentó a las generaciones fundadoras). El Museo de la Sociedad Histórica de Bermuda, ubicado en el Par-la-Ville sobre Queen Street, tiene replicas de todo tipo de los famosos barcos (incluyendo el Sea Venture), asimismo como los instrumentos de viaje del almirante Somers y una carta de 1775 firmada por George Washington en la que urgía a las gentes de Bermuda a unirse a la campaña estadounidense de independencia. Asimismo el edificio del Ayuntamiento (museo de varias importantes obras de arte de Desmond Fountain, al igual que el teatro de 378 sillas, que ha visto importantes interpretaciones en las giras de la Orquesta de Cámara de Inglaterra, el ballet danés y varios solistas de renombre). La Galería Nacional, por ejemplo, exhibe pinturas europeas desde el siglo XV (el retrato del patriota americano Thomas Paine, pintado por George Romney, es notable; tanto como las obras de Gainsborough, Reynolds y Bartolomé Murillo), y también arte local (en el vestíbulo superior están los veintiún cuadros de Winslow Homer inspirados en Bermuda, como también obras de Ambrose Webster y Demuth, los doce dibujos de Georgia O’Keeffe y las estampas del cubista francés Albert Gleizes, todos pintados durante sus residencias allí).

Hamilton está en la parroquia de Pembroke, un apéndice que asoma al mar y que en su punta más occidental tiene el Parque Spanish Point, donde en 1603, el galeón español comandado por Diego Ramírez encalló, obligando a la tripulación del barco a permanecer por tres semanas en el lugar mientras se reparaba la estructura averiada. Seis años después, los colonos ingleses encontraron las señales de existencia del campamento, que se convertiría en parque y así se ha mantenido hasta el día de hoy. Otro parque famoso es el Admiralty House, en la bahía del puercoespín, y hacia el este, pasando un poso tenebroso, se halla el transeúnte con una carretera que se abre paso por entre enormes y negras paredes de piedra caliza, de aspecto macabro (y que no obstante es, para los nativos, un prodigio de la ingeniería local).

Hacia el norte, la ciudadela de St. George’s ofrece una caminata por Ordinance Island, que fuera una vez la bodega inglesa del arsenal, y atraviesa la estatua de Sir George Somers (padre de Bermuda), asimismo como una réplica del Deliverance, el barco de madera que allí Somers construyó en 1610 y con el que llegó a Jamestown, Virginia. Un puente corto lleva de esta isla al Ayuntamiento, construido en 1782, y del otro lado de la plaza, se verá las réplicas de los cepos y artefactos de castigo, en su lugar original, útiles antiguamente a la hora de las reprimendas públicas. La Old State House, en el extremo este de King St., es el edificio más antiguo de Bermuda (construido en 1620) y que, pese a su modesto tamaño, incorpora elementos italianizados y en su interior, gran parte de la historia judicial de la isla. Somers Gardens, al norte, comparte su espacio con otros museos y la antigua cárcel (donde el famoso misionario metodista John Stephenson estuvo encerrado en 1801 por el delito de “predicar a los esclavos”). En St. George’s hay dos iglesias importantes: St. Peter’s y la iglesia “inconclusa”; la primera uno de los más viejos templos anglicanos en el hemisferio (contiene una Biblia de 1594), y la segunda que, poco después de comenzarse a construir en 1874, fue abandonada.

En Bermuda hay varias docenas de fuertes que, según los nativos explican, deben su presencia a la ansiedad permanente de los antiguos habitantes frente a la amenaza de ser invadidos. En 1614, dos naves españolas que hacían reconocimiento de la isla a la altura de Castle Harbour decidieron embarcarse en una escaramuza, a la que las fortalezas de la isla respondieron con tan fiero fuego que aquella sería la última de las que ocurrieron. Como consecuencia, en los siguientes años, se construyeron más de cincuenta fuertes, de los que sobrevive el St. George’s, Fort Victoria, Fort Albert, las baterías Alexandra y St. David’s y Fort Park. Hacia Bailey’s Bay está la Perfumería, con su maravilloso sendero de aromas (cientos y cientos de flores debidamente etiquetadas con sus nombres latinos), al igual que las Crystal Caves (descubiertas en 1907por dos chicos que, al intentar recuperar su bola de cricket, se encontraron con un hoyo en el suelo al cual ingresaron mediante soga). Para los más chicos, está el Acuario y Zoo, en Flatts Village, inaugurado en 1928, al igual que el Museo del Ferrocarril. Uno de los paseos más agradables, quizás sea a lo largo del sendero del tren (o lo que queda de él), de por sí muy panorámico, y que corta a Bermuda de cabo a rabo. Por su parte, Devonshire Parish atrae a los amantes de la botánica, con su Palm Grove Garden, una auténtica colección de plantas y aves exóticas, al igual que el Arboretum (con sus especies de árboles traídas de lugares lejanos como Japón, Nueva Guinea y Canadá, al igual que otras obsequiadas por la reina Isabel II, enviadas desde Kew). En la parroquia cercana de Paget se encuentra el Jardín Botánico, abierto en 1898, y que es un verdadero tesoro sensorial. Fue allí que John Lennon se topó, en 1980, con la pequeña Fresia en flor que ostentaba su nombre local, “Double Fantasy”: fue éste el nombre del último disco que Lennon grabó en su vida.

En Sandy’s Parish, al suroeste, se prolonga como un huesudo dedo el Royal Naval Dockyard, una masiva instalación militar que fue construida por mor de la Revolución Americana, cuando los ingleses no pudieron usar más los puertos de la costa este y todavía se empeñaban en intimidar a los estadounidenses. Alzado sobre una colina, el lugar donde se construiría el fuerte se pensó como el “Gibraltar de América”, desde donde el comando inglés podría supervisar los movimientos de transportes por el océano y, en el momento menos esperado, embarcarse en la reconquista de Norteamérica.

Como se mire, Bermuda es un destino especial, y ni hablar de sus playas, con su agua azul turquesa y su arena casi rosada: para ser una isla que fue descubierta tras un naufragio, se trata de una extraña perla, conservada aún dentro de su concha para gran parte del mundo.

Max Vergara Poeti | 04 de octubre de 2008

Comentarios

  1. Cecilia
    2008-10-04 20:24

    Nuevamente un excelente artículo. Lo particularmente admirable es como, la mirada de un viaje, se estiliza exquisitamente con la historia del lugar, y ya todo cobra sentido. Es notable que no se mencionó el Triángulo de las Bermudas, algo siempre kitsch y que se asocia con esta isla, que a la larga, poco tiene que ver con ella.
    Siempre he querido ir a Bermuda, y quizás tras leer esta “nota” me entusiasme.

  2. Francisco
    2008-10-05 02:38

    Con este muy buen relato de Max ya me entusisme para viajar a Bermuda; solo hace falta que se entusiasme mi platita.

    Saludos y gracias por el articulo.

  3. Karin Frostensson
    2008-10-05 11:45

    Maravilloso articulo de este escritor que, seguramente, dara sorpresas gratas muy pronto. En Suecia un buen grupo de poetas, academicos y traductores seguimos su carrera. Grato saludo.

    Tack själv och Ha det god!


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