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Transtornos del sueño por Purranki Sandongui

Purranki Sandongui ha colaborado antes con Almacén en su columna Zasnujismo. Además publica la bitácora 3l Potadero de Bleturge. Su columna aparece los viernes. Esta sección dejó de actualizarse en julio de 2008.

Clanclantaclánclán

Yo lo que quería era contar un sueño que he tenido. Esta semana he tenido tres pesadillas, y las tres muy raras, de despertar aliviado sin saber de qué me alivio. O tan extrañado de aliviarme como me extrañaría si no me aliviara. Yo me entiendo, o a lo mejor no. A lo mejor lo único que da miedo en estos sueños míos es que no entiendo ni media mientras los sueño. La cacareada lógica interna de los sueños, que no me acaba de salir bien.

El caso es que soñé que iba al banco con la hermana de mi novia. El banco estaba donde había antes una peluquería para perros y además era igual que una peluquería para perros. Era cerca de casa de mis padres. En el escaparate del banco tenían una especie de electrodomésticos de plástico pintado de plata. Interesantísimos. Sandwicheras o algo así. Esas zarandajas que te dan si pones a plazo fijo no sé qué burrada de millones.

Vivía todo con esa conocida sensación de acompañar a alguien un momento y tirarme media hora por culpa de no querer incomodar y así. O a lo mejor sólo me parece conocida la sensación porque yo soy así. Falta de asertividad, creo que se llama. Me pueden tener mirando maletas de piel por Oviedo durante una tarde entera y yo no decir esto es un coñazo por miedo a parecer descortés, como el marciano de sin noticias de Gurb. O como las mujeres que aman demasiado pero sustotuyendo el amar demasiado por Oviedo y añadiendo maletas de piel y tal.

Y después de acabar en el banco raro ese, como que soy tan poco asertivo, pues subimos a la montaña inmediatamente y fuimos a comprar una estatua a algún lugar de Collserola. El estatuero era un poco como el vendedor friki de los simpson, o como michael moore. Tripón y greñúo y con aspecto de tener una vida interior riquísima y adicciones desconocidas y recónditas. Camiseta con letreros, choyas, gafas de culo de vaso, el pack completo. Y la casa del estatuero estaba bastante bien, con jardines franceses y patos que escupen agua contra un angelote y cosas así incoherentes por todos lados. No le pegaba nada.

Bueno, pues el asunto es este:

El hombre le vendía a mi cuñada (que al parecer tenía una casona en La Matanza, Tenerife) una estatua de un niño que jugaba a pelota mano que jugaba a pelota mano.

No lo he repetido, es que la estatua jugaba de verdad a pelota mano.

La pelota era super especial y roja y de goma espuma. Y el niño era así de bronce y un poco tosco y como acabado a martillazos, como si fuera del Pau Gargallo. Y daba dos toques con la mano izquierda, con dos pasitos a la izquierda, y después la pelota le hacía un extraño y él reaccionaba dando un salto y agachándose y dándole con la derecha.

Esto se repetía exactamente igual todo el rato, incesantemente, y la pared era como de obra vista y el suelo de concreto, y como él era de bronce pues hacía un ruido colosal, así:

Clanclántaclán (pasitos izquierda)
Cláncatacatacaclán (rescata in extremis la pelota con la derecha)

Yo me quedaba pensando en que esto era como una máquina de esas de movimiento perpetuo que intentaban hacer en el siglo diecinueve los nobles aburridos para desmentir la segunda ley de la termodinámica y hacer llorar a Newton. Me parecía excesivo, sin embargo. El niño ese debía pesar media tonelada y se movía como un demonio. Pensaba: Qué debe tener por dentro? y también: anda que vaya pisotones debe dar.

Había que firmar papeles como para la hipoteca del escorial, y venía la cosa de los papeles como en una bolsa de esas de cierre autoadhesivo. Eran principalmente como un conjunto de exenciones de responsabilidad y cosas legales por si algo salía terriblemente mal. En lo alto de la primera hoja había escrito a lápiz y con letras gordas y apresuradas:

ADVERTENCIA HACE MUCHO RUIDO

El hombre nos dijo con desgana que la pelota había que cambiarla cada dos años porque perdía elasticidad. Y que el suelo podía ser hierba o ladrillo o concreto, pero que no pusieramos cartón. Del muñeco ni mu. A todo el mundo le parecía normal que la estatua se moviese frenéticamente, y yo me aburría un poco porque era lo que quería averiguar.

Como me veía distraido me dijo que había que esperar a los naranjos. Y yo le digo que por qué. Y él me dice que por lo de la floración de los naranjos. Y yo le digo que se ha pasado ya. Y entonces él parece molesto y quiere cambiar de tema y dice eso da igual.

Primero nos daban la pelota, que valía tanto como el muñeco, y después agarrarían al muñeco por la cintura y lo llevarían sin que dejara de patalear hasta el jardín de mi cuñada. Eso dijeron. El muñeco no se podía parar nunca.

Y yo todo el rato pensando que sería incluso mejor un enano de jardín.

Y entonces me despierto aliviado. Joder.

Purranki Sandongui | 10 de diciembre de 2004

Comentarios

  1. flaneuse
    2004-12-09 13:09 no he podido seguir leyendo, “és quan dormo que hi veig clar” es de J.V.Foix, no d’Espriu!! No sé si también te cae como el culo…

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