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Román Paladino por Miguel A. Román

Miguel A. Román pretende aquí, el vigésimo octavo día de cada mes, levantar capas de piel al idioma castellano para mostrarlo como semblante revelador de las grandezas y miserias de la sociedad a la que sirve. Pueden seguirse sus artículos en Román Paladino.

Tildes y prosodias

La prosodia es la música del habla, la melodía de las palabras. No hablamos a golpes de metrónomo, como el picoteo del teclado o el gotear de un grifo. Imprimimos a cada idioma un perceptible gorgeo, exclusivo y personalísimo de cada grupo lingüístico.

Las lenguas anglogermanas, los dialectos árabes o la familia de lenguas del extremo oriente se diferencian de los latinos no únicamente en su vocabulario y fonética, sino también muy marcadamente en la forma de acometer los altibajos cromáticos de cada frase.

Entre los latinos, el acento prosódico, ese ligero subidón de tono que damos a algunas vocales, es la base evidente de ese pentagrama, para mayor gloria de nuestra lírica.

El latín que la Roma imperial nos legó como base de nuestro actual idioma no usaba tildes, y sin embargo, no todas sus palabras eran llanas, unas cuantas recibían el acento prosódico sobre la anterior; eran pues esdrújulas. No tenían agudas salvo los monosílabos. Para aplicar la sílaba tónica utilizaban una regla silábica (que renuncio a explicar aquí pero cuyas bases pueden consultar en Cultura Clásica)

Pero en las complejas contorsiones y crujidos que convulsionaron a la lengua de Virgilio hasta llegar a la de Quevedo las reglas que permitían intuir la variedad prosódica de los vocablos se perdieron o desvirtuaron, y el castellano niño heredó una prosodia confusa e intuitiva. Mientras la lengua se mantuvo oral y popular poco problema había, pero al transcribirse al papel las cosas se complicaron.

Sin embargo, intentemos simplificar, la regla matriz en español idealmente fuese una y única: Todas las palabras son graves, ésto es, su penúltima sílaba es la tónica, salvo —claro— que sean monosílabos.

Esto plantea un problema: no es cierto, hay palabras que no cumplen esa regla, son agudas, esdrújulas o sobreesdrújulas. Bien, pues sencillamente, para diferenciarlas, para expresar que su sílaba tónica es distinta de la penúltima, se marca con tilde aquella que lleva un tono prosódico más marcado.

Pues… tampoco es completamente cierto: las graves que terminan en consonante —salvo n o s— también llevan acento ortográfico.

Correcto, pero esas palabras son prosódicamente esdrújulas, es decir, la consonante supone una presencia virtual de una última sílaba “inconclusa”. En realidad, en el común de los casos se ha llegado a esa consonante “suelta” por la elisión de una vocal breve abierta, más concretamente una E. Así, fácil(e), estéril(e); y de igual forma —me adelanto— las agudas terminadas en consonante (no n ni s), añaden también esa vocal fantasma y son por tanto llanas: reloj(e), candil(e), amor(e), … Esa (e) aún se revela al pluralizar: estériles, relojes, candiles, amores.

Bien. Y entonces ¿por qué ese tratamiento especial para la “n” y la “s”?

Pues son casos distintos, pero con una causa común: la presencia de n o s no implica esa nueva sílaba virtual. Por un lado, la “s” es la formación natural del plural en nuestro idioma mediante su adición pasiva a la última sílaba, y en estos casos el lenguaje intenta modificar mínimamente la estructura original so pena de inútil complicación.

El caso de la n tiene su propia anécdota. Las palabras que terminan en n provienen muchas de términos latinos que no la tenían en su nominativo (functio, ratio, cantio, …) y sí en dativo (—oni). En la transición de aquella lengua a nuestra habla se optó por un híbrido extraño, donde se insinuaba un deje nasal que se trasladaba a lo escrito marcando sobre la última vocal con una minúscula n, que luego —por la propia plástica de la escritura— generó la vírgula ~ (la misma que por muy similar razón dio lugar a la ñ). Pese a que el latín no utilizaba palabras agudas, el empuje nasal de la desinencia del dativo devino en sílaba tónica, y la vírgula en tilde cuando aquella n testimonial descendió de su vocálico pedestal.

Fue mucho más tarde cuando la tilde empezó a desdoblar sus funciones, a retirarse de los monosílabos y a hincarse sobre los diacríticos, pero eso… es otra historia.

Miguel A. Román | 28 de diciembre de 2007

Comentarios

  1. Grammaticus Humatus
    2007-12-28 21:34

    Por favor, no escriba (ni diga) usted “nuestro habla” es “nuestra habla” y el dativo de cantion-onis es cantioni, es cierto que llevaba -n, pero cantionis es genitivo. Que su buiena intención didáctica no se vea entorpecida por errores. Eso creo que son, ya que no los tengo por ignorancia.

  2. Miguel A. Román
    2007-12-29 11:36

    Tiene usted razón, y ando yo errado, en ambas apreciaciones, y ante todo le agradezco la enmienda.

    Estos días me encuentro desplazado a casa de mis mayores (en estricto cumplimiento de las tradiciones navideñas) y el entorno —informático y afectivo— me ha distraido en exceso.

    No es excusa, que no la hay, únicamente apunte sobre la causa probable. Mis disculpas a los lectores de librodenotas.

  3. Ana Lorenzo
    2007-12-29 11:52

    Qué haríamos sin tus artículos maravillosos que nos abren muchas más puertas a este mundo inquietante de la lengua y de la escritura.
    Gracias, Miguel.
    Un beso.

  4. Ana Lorenzo
    2007-12-29 17:25

    Por cierto, Miguel, en «Esa (e) aún se revela al pluralizar: estériles, relojes, candiles, amores.», no hay un argumento con mucho peso, ¿no?, porque en canciones, camiones, etcétera, pluralizar, pluralizamos igual.
    Oye, lo de las vocales largas y vocales cortas, ¿no influía a la hora de que cayesen o se quedasen en la palabra?, y a la hora de transcribir: regīna, régina.
    Lo último: no entiendo bien lo de la -n y la -s.
    Gracias, gracias.
    [Esto del latín y la morfosintaxis histórica no se daba muy allá en mi época.]
    Un beso.

  5. Francisco
    2007-12-29 19:04

    Muy buen articulo de Roman.

    Explica el desatino de las tildes con propiedad y conocimiento y lo hace muy instructivo.

    A propo, la distraccion en exceso se debera a algo espirituoso propio de la epoca navidena o se debera a algo mas espiritual?

    Feliz 2008 !

  6. Miguel A. Román
    2007-12-30 20:14

    Gracias Ana.

    Es difícil responder a tus dudas sin extenderme en exceso.

    La susodicha (e) ciertamente aparece igualmente en los plurales desde —n, como en los de —s (mieses, paises), y en las agudas de vocales cerradas (manatíes, tabúes).

    Pero, el camino es ligeramente distinto. Las consonantes que perdieron su vocal final (y en la mayor parte dieron lugar a palabras agudas) quedaron un poco “colgadas”, pero la nasalización permitía incorporar la -n a la sílaba anterior modificando la fonética vocal, lo que en principio se hizo mediante esa vírgula (que, por cierto, me han preguntado si es la misma que aparece en el portugués actual, lo que no puedo corroborar taxativamente, pero me parece probable). El plural de una aguda en -n sería un caso cercano a la aguda terminada en vocal.

    Es algo más complejo que eso, pero en esencia es la razón por la que las agudas en n-s tienen un tratamiento distinto.

    Supuestamente una vocal breve y átona tiene más probabilidades de perderse en la evolución de la lengua, pero los caminos de la etimología son insondables y sorprendentes.

    La palabra tabula pierde esa vocal y nos deja tabla, aunque no está claro si se pronunciaba tābula o tabūla. Pero un caso similar, medulla (consonante doble, luego llana) se pronunciaba llana hace unos siglos (Quevedo escribe: medulas que han gloriosamente ardido); mas de alguna manera ha mudado a esdrújula en el castellano actual.

    Y, ya que Francisco pregunta, fueron más bien los afectos familiares los que me enajenaron aquella noche.

  7. Ana Lorenzo
    2007-12-31 03:02

    Gracias, Miguel. Me queda más claro. Y me encanta que me hayas descubierto el caso del porqué -n y -s, y no otras cualesquiera (de pequeña siempre preguntaba por qué y siempre me decían porque sí; pero para todo hay una explicación).
    Un beso.

  8. Xoán
    2007-12-31 15:13

    Muy interesante el artículo, como siempre, Miguel. Aprovecho para corroborar la más que fundada sospecha de que esa vírgula es la misma del portugués actual, que llamamos til (de nasalidad) y que marca precisamente la pronunciación nasal de ciertas vocales, como consecuencia de la caída sistemática de la n intervocálica en gallego-portugués. En gallego actual esa nasalidad se ha perdido (bien, parece que el proceso se inició muy temprano) y las vocales nasales sólo resisten en alguna variedad aislada de la montaña luguesa.
    Un abrazo y feliz año a todos.

  9. Doloco
    2010-02-24 20:12

    ¿Qué es eso de “acento seudomimoral”? Yo creo que “seudomimoral” es una palabra inventada.

    PD: Podrías cambiar “nuestro habla” por “nuestra habla”, como pidió Grammaticus Humatus.


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