Miguel A. Román pretende aquí, el vigésimo octavo día de cada mes, levantar capas de piel al idioma castellano para mostrarlo como semblante revelador de las grandezas y miserias de la sociedad a la que sirve. Pueden seguirse sus artículos en Román Paladino.
En los últimos días me he encontrado dos veces con el mismo objeto periodístico, uno en el diario El País y el otro en el programa insignia de la Cadena Ser, Hora 25.
Ambos documentos descubren lo que al parecer es sin duda una verdad a voces: que los universitarios españoles de hoy tienen una paupérrima cultura ortográfica y que la culpa la tienen los malditos móviles y la perversa internet y sus abominables redes sociales.
Algo así como el testimonio siguiente:
Prescindo de cómo se redacta o cómo se acentúa, batallas virtualmente perdidas; pero baste decir que en un curso universitario de Lengua Española un 60 por 100 de mis alumnos tuvo faltas de ortografía en el primer examen parcial. Esto no es excepcional y, por no serlo, tiene consecuencias fatales: el profesor de Lengua no puede avenirse a una situación de hecho y es, en primer curso, quien pecha con la ingrata tarea de ser el encargado de cerrar el paso a los candidatos. La situación es muy grave por falta de solidaridad en los demás docentes; para mí es incomprensible que resulte más fácil aprobar el griego que el español. Consecuencia: un ataque sistemático y frontal contra la disciplina, recurriendo a cualquier argumento, por falso que sea […]
Pero el caso es que el texto citado fue escrito por el lingüista Manuel Alvar, catedrático de la U. Complutense, en 1979, por lo que los alumnos a los que se refiere cursaron su bachiller durante los últimos años de la dictadura franquista y primeros de la transición, probablemente no habían manejado jamás una computadora y faltaban dos décadas para que los primeros móviles llegaran a sus manos.
Es posible, sin embargo, que aquel panorama haya empeorado, principalmente a cuenta de los disparates curriculares en que los sucesivos gobiernos de todo signo han endilgado a nuestros educandos, sin contar los nocivos efectos de la crisis y sus recortes:
En los últimos veinte años, según el periódico, el nivel de faltas de ortografía ha aumentado en casi el 50%. No importa que sean estudiantes de ciencias o de letras; todos han empeorado su nivel de escritura o, peor aún, el de expresión oral. Se calcula que durante los últimos 40 años la enseñanza de lengua en la escuela primaria y secundaria se ha reducido en 800 horas; del mismo modo, los sistemas de aprendizaje han valorado destrezas distintas al aprendizaje de memoria o a los dictados, lo que ha provocado también una dejadez constante por la pulcritud en la escritura.
Aunque debo advertir que el párrafo anterior refiere a una noticia publicada por el matutino Le Parisien en octubre de 2010 donde detalla la situación en Francia bajo el gobierno de Sarkozy.
Bueno, prometo no hacer más trampas; el siguiente párrafo tampoco es actual ni ibérico:
Una de las razones por las cuales los alumnos de hoy encuentran tan difícil redactar en forma aceptable podría ser el actual desplazamiento a todo nivel de la palabra escrita. Nos ha correspondido vivir en una época en la cual el lugar tradicional del libro ha sido usurpado por el cine y la televisión. Hoy en día se lee muchísimo menos que antes por la sencilla razón de que la lectura ha ido perdiendo importancia en nuestra sociedad como fuente de información y de entretenimiento. Los jóvenes de ahora tienen mucho menos contacto con la lengua escrita que los de generaciones anteriores y su dominio de ella se desarrolla, por tanto, en forma incompleta.
(Ana María Rodino y L. Ronald, Problemas de expresión escrita del estudiante universitario costarricense, San José (Costa Rica), 1985)
Ignoro si los autores disponían de estudios estadísticos fiables de cómo escribían los universitarios costarricenses “de generaciones anteriores” para poder comparar y afirmar sin duda que “se lee muchísimo menos” y que era la influencia del cine y la televisión la causa probable del desmadre en aquellos años.
Y entiendo que, en cualquier caso, a eso habría que añadir un factor corrector del perfil económico y cultural de los estudiantes que accedían a la universidad en los años 50-60, que, al menos en España, eran normalmente varones hijos de familias pudientes.
No citaré, por hastío, un buen puñado de referencias pretéritas o recientes, que manifiestan situaciones similares en Italia, Reino Unido, Alemania, Suecia, Canadá, Estados Unidos, Argentina, Chile, etcétera, sin aparente relación con su nivel de desarrollo ni forma de gobierno.
Tampoco me hacía falta tanto extracto, excepto para reforzar probatoriamente lo que mi memoria me trae de mis remotos tiempos de estudiante universitario, cuando muchos de mis camaradas de facultad adolecían de una penosa ortografía que convertía en un calvario el leer sus apuntes de clase.
Y, en definitiva, tengo para mí que los universitarios y estudiantes de secundaria de hoy en castellano no escriben destacadamente peor que hace décadas ni que en otras lenguas; aunque si alguien posee estudios serios y basados en pruebas objetivas y estadística comprobable que muestren la evolución en ese aspecto estoy dispuesto a rectificar y admitirlo. (No, hasta donde yo sé, PISA y TIMMS evalúan la capacidad lectora pero no la escritura)
Pero, aunque algo haya, no veo razón para buscar la causa en las nuevas tecnologías. Incluso me atrevería a decir que al contrario; Internet es, todavía, un universo básicamente de texto, pero además escrito por sus propios usuarios. Es probable que nunca antes tantos leyeran y escribieran tanto, y lo que sí parece demostrado es que leer, pero sobre todo escribir, es el mejor ejercicio para un mejor dominio de la ortografía.
No estoy diciendo, cuidado con eso, que el escenario sea satisfactorio. Es evidente que es una situación a corregir, pero será mejor hacerlo desde un diagnóstico certero y fiable, y no disparar en todas direcciones y mucho menos convertir en noticia sensacional lo que tiene trazas de ser un achaque histórico.
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Fundeu: los universitarios suspenden ortografía
Un profesor británico propone aceptar las faltas más comunes
Facebook hace escribir mal
En Suecia
2013-02-28 20:31
Hoy en día, con el corrector del Word cualquier escrito, con muy poco esfuerzo, puede ser presentado con un mínimo de pulcritud. Siempre y cuando se emplee este sistema, evidentemente. Con todo, ello no implica que no haya que observarse su puntito de esmero y atención, pues la lengua te puede traicionar. (Ahora mismo, por ejemplo, me había salido escroto en lugar de escrito). Sí resulta doblemente grave escribir habrir en lugar de abrir, porque aquí no cabe siquiera el argumento del ahorro de caracteres típico de los mensajes de móvil en la jerga juvenil.
2013-02-28 20:58
Hace años andaban por casa unas hojas ciclostiladas (nada menos… un poco más antiguas y estarían talladas en piedra con cincel) de problemas de química, escritas desde luego por un profesor, con bastantes faltas de ortografía.
Dicho profesor debió ir a la Universidad hacia los setenta (y hacer el bachillerato hacia los sesenta).
Hace unos pocos años una de las circulares con las que agrede periódicamente a los ciudadanos la Consejería de Educación de Madrid se hizo particularmente famosa (bueno, famosilla, tampoco hay que exagerar) porque tenía varias notorias faltas ortográficas.
Y para terminar, recuerdo de cuando mi estancia, hace ya mucho (o sea, no se le puede echar la culpa ni a los móviles ni a las leyes educativas de ahora, ni nada de eso) en una Escuela Técnica, la siguiente veraz y auténtica manera en que mi compañero de pupitre escribía Stuart Mill:
Estu Armil
Lo juro.
El por qué en una ETI estábamos escribiendo eso en clase ya no lo recuerdo (alguna maría de economía o algo así), pero la imagen no se olvida.
Así que no puedo por menos que darle la razón.
2013-03-01 11:12
Me ha recordado a esta anécdota, que como todas las anécdotas juran que es cierta.
2013-03-01 12:34
Otis: Como es de justicia citar al autor (cuando se conoce), el texto de ese enlace proviene de la pluma de Don Francisco García Pérez y fue publicado en en el cotidiano ovetense La Nueva España.
2013-03-02 01:38
Hay una diferencia, y es que hace 30 años terminabas párvulos sabiendo leer y escribir, y a partir de ahí, desde 1º de EGB, tocaba un dictado diario y resolver cuentas los siguientes cuatro o cinco años. No era ni pedagógico, ni participativo, ni fomentaba las dinámicas de interrelacion gilipollesco-emocional, pero terminábamos sabiendo escribir y, aunque esto pueda sorprender a los pedabobos porque rompe todos sus esquemas, sin ningún trauma y bastante más templados de carácter. Con menos faltas de ortografía que muchos universitarios, hace treinta años ibas derechito a una clase de educación especial en ciclo medio de la EGB.
¿Quieres una prueba objetiva de que la ortografía es peor? La tienes en las pruebas de selectividad. Hasta 1997 cada falta restaba un punto, y la cuarta significaba el suspenso automático, pero tuvieron que levantar la mano con las primeras remesas de la LOGSE. A partir de ahí las dos primeras pasaron a ser gratis, y a partir de la tercera un punto hasta un máximo de cuatro. Luego pasó a ser 0,2 en una falta muy grave y 0,1 por las tildes, hasta un máximo de 2 puntos, con una falta de cortesía, pero con la particularidad de que sólo afecta a las asignaturas de lengua y literatura. Poco después, a la vista del sindiós en que se había convertido esto, de que se permitía el acceso a la universidad a analfabetos, recularon un poco: subió todo 0,05, pero sólo para el primer fallo, porque la misma falta sólo se cuenta el primer fallo, y se mantiene restringido a las asignaturas de lengua y literatura. En junio veremos qué pasa con este último criterio. En cualquier caso, lo que en 1996 se consideraba merecedor de un suspenso automático, este año sólo restará 0,6. O nada, si es un examen de Historia o de Física.