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Porque me quité del vicio por Elia Martínez-Rodarte

Vicio es todo en exceso y desmesura hasta que lo abandonamos por un nuevo vicio, o nos convertimos en coleccionistas de ellos. Nunca es tarde para desechar uno y encontrar otro nuevo. De los vicios y pasiones que exponen nuestra humanidad hablaremos aquí, en este espacio comandado por Elia Martínez-Rodarte, mexicana, viciosa y escritora, autora de ivaginaria, el día 6 de cada mes.

Encuerarse en el zócalo

Antes de que entrásemos al lugar en donde se iba a llevar a cabo la instalación de Spencer Tunick en el zócalo de la Ciudad de México la gente empezó a barajar la estúpida preocupación si superaríamos a la que hubo en Barcelona, en donde fueron 7 mil. Al final acudieron más de 18 mil personas a la plancha que concreta los festejos centrales del corazón de la patria. Dios y el presidente conviven como vecinos separados tan sólo por una fría, gris y enorme plancha de concreto que en el centro ostentaba un astabandera vacía. Callaron ante la presencia de Tunick el gobierno federal y la iglesia en un sensato silencio.
Pero quizás lo mejor de todo fue que se llevó en la ciudad en donde una instalación de Tunick puede tomarse con la picardía y el humor necesarios.

Aunque al principio la conducta entre los hombres y mujeres desnudos fue de absoluto respeto y de distante prudencia, a la hora de ejecutar las posiciones cada uno de los presentes desfogaba el vapor con una dicencia que rompía el nerviosismo de estar con el culo al aire.

Al indicarnos que bajáramos las cabezas, la chilanga dicencia sale en un grito para avisarle a los compañeros en cueros: ya oyeron cabezas abajo…no se me exciten. Aunque esa advertencia no fue necesaria ante un entorno de medición involuntaria de tamaños de penes y una observación minuciosa del cuerpo del otro tan pronto nos sentimos un poco más a gusto y con mayor expansión.
Caminábamos en filas horizontales, como en marcha, llenando la 20 de noviembre adyacente al zócalo. Con mucho cuidado entre fila y fila hacíamos prudentes altos, para evitar que le rayáramos la pintura al otro, sin arrimar, pues, sin arrimar, era la consigna…Ahì bueno…

Al final entre perreada y perreada en la foto última que conformamos puras mujeres recostadas frente a Palacio Nacional, pudimos constatar que las mexicanas, y el puñado de extranjeras que andaba por ahí, podemos desquiciar a cualquiera si andamos en macoya. Fue una de las tomas más difíciles y de las más tardadas.

Amén de ser la instalación más grande que ha hecho hasta ahora Tunick, estoy segura, que entre lo gritones, matraqueros y cueteros que echamos porras a la menor provocación y decimos viva México con aplausos frenéticos, ésta reunión se convirtió en algo así como una pachanga nudista en un verano de Cipolite en macro.
Al final nadie caminó aprisa en su nudez hacia su ropa. Las mujeres, las últimas en vestirnos, dimos el último tirón a las fotos de Tunick. De alguna forma extraña, esa sororidad en cueros, nos hizo bien a todas.

Elia Martínez-Rodarte | 07 de mayo de 2007

Comentarios

  1. adriana rdz m
    2007-05-12 00:00

    HOla elia, bueno aqui checando tu columna, ya me volvi tu fans te leo en el metro en tu blog y ahora aqui, me encanta como escribes.

  2. Elia
    2007-05-14 21:12

    Gracias Adriana por pasar. Un abrazo y nos leemos pronto.

    E.


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