Vicio es todo en exceso y desmesura hasta que lo abandonamos por un nuevo vicio, o nos convertimos en coleccionistas de ellos. Nunca es tarde para desechar uno y encontrar otro nuevo. De los vicios y pasiones que exponen nuestra humanidad hablaremos aquí, en este espacio comandado por Elia Martínez-Rodarte, mexicana, viciosa y escritora, autora de ivaginaria, el día 6 de cada mes.
Ayer domingo por la mañana en Cuernavaca, murió Chavela Vargas. A sus 93 años de edad, la chamana tequilera se nos fue. Pese a que la señora nació en Costa Rica, viajó desde muy jovencita a México, país que adoptó como suyo. Nuestra nación se le dio solita, como se le da a la gente que busca un abrazo. “México es la palabra divina, la palabra mágica, la palabra sabia”, decía.
Pedro Almodóvar, en una carta de despedida que le dedicó a la cantadora mexicana dijo: “En su segunda vida, cuando ya tenía más de setenta años, el tiempo y Chavela caminaron de la mano, en España encontró una complicidad que Méjico le negó. Y en el seno de esta complicidad Chavela alcanzó una plenitud serena, sus canciones ganaron en dulzura, y desarrolló todo el amor que también anidaba en su repertorio”. Comentario por demás injusto e ingrato, ya que el director de cine español ha mamado de México y de su cultura, folcklore, artistas, canciones y su gente. Como la misma cantadora hizo al desarrollar su carrera y talento aquí.
Chavela sin duda fue amada en España en esa segunda vuelta de la que habla Almodóvar, pero México es la nación que la adoró y en donde ella cantó, bebió y a donde vino a morir, como ella misma dijo, hace unos pocos días. Vino a entregar su cuerpo al país que le brindó su alma. Y la prueba entrañable de esta pasión de Chavela es que dedicó su existencia a cantar “en mexicano”: le dio un corazón y una voz a las canciones de Agustín Lara y de nuestro José Alfredo Jiménez, el poeta de las cantinas, e interpretó los temas que nosotros cantamos cuando andamos de corazón desgarrado.
Pocos cantador@s llegan a la esencia de las canciones mexicanas, que no sólo narran dramas, tragedias y atropellos románticos: en ellas está el espejo de lo que somos, de cómo amamos, extrañamos, odiamos, de cómo vivimos el despecho y la pasión, que al final de cuenta son cartas del mismo palo. Chavela expresó la fuerza de la lengua en la que vivimos, ataviada de música, dolor y algunas lágrimas, que se tragó, para que raspe, con unos tequilas. Que dicho sea de paso, fue la bebida favorita de Chavela, quien junto con José Alfredo acabó con algunas hectáreas de agaves durante algunos años, hasta que le paró a su jarra permanente. En su autobiografía narra cómo ella y el guanajuatense flotaban en pomos etílicos durante sus giras artísticas, al grado que tuvieron que empujar muchas veces el coche para llegar a donde tenían que cantar: ebrios, cansados, pero contentos rumbo a palenques y presentaciones.
Pero quizás el valor más importante de Chavela fue haber llevado su orientación y preferencia sexual con dignidad y sin ningún asomo de vergüenza, en tiempos en los cuales estaba muy mal visto hablar de lo que pasaba debajo de las sábanas. En una entrevista al periódico español El País ella declaró: “He tenido que luchar para ser yo y que se me respete, y llevar ese estigma. Para mi es un orgullo llevar el nombre de lesbiana. No voy presumiendo, no lo voy pregonando, pero no lo niego. He tenido que enfrentarme con la sociedad, con la iglesia, que dice que malditos los homosexuales. Es absurdo”.
Sin la obligación de declararle al mundo que ella gustaba de personas de su mismo sexo, fue abierta y honesta, y hoy en día es considerada un ícono de la diversidad sexual.
Macorina, una de sus interpretaciones más famosas, es una historia de amor hacia una mujer. Macorina era la cubana María Calvo Nordase. “Yo la conocí y le dije: te voy a llevar por el mundo, el mundo entero sabrá tu nombre. Y se lo cumplí”, contó Chavela Vargas refiriéndose a esta dama, musa de una pasión convertida en una canción cachondísima.
Sea este pequeño homenaje, un duelo por la chamana que nos hizo el favor de abrazarnos, cantando nuestra esencia y del alma mexicana, sin duda querendona y sufriente cuando ama. Que de las diosas goce ya.
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(Con información de la agencia Letra S)