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Porque me quité del vicio por Elia Martínez-Rodarte

Vicio es todo en exceso y desmesura hasta que lo abandonamos por un nuevo vicio, o nos convertimos en coleccionistas de ellos. Nunca es tarde para desechar uno y encontrar otro nuevo. De los vicios y pasiones que exponen nuestra humanidad hablaremos aquí, en este espacio comandado por Elia Martínez-Rodarte, mexicana, viciosa y escritora, autora de ivaginaria, el día 6 de cada mes.

Vivir en el coche

Cada día por la mañana me resulta inevitable quejarme hacia mis dentros por el tráfico.

Subo al coche, veo las filas de autos interminables y pienso: voy a llegar mañana. O tarde de nuevo, o enojada como siempre, harta como cualquier día.

Los rostros mañaneros rumbo al trabajo se ven afligidos y ocupados. Nos concentramos en llegar y completar la rutina en el coche, la misma que no completamos en la casa: nos maquillamos, tomamos el desayuno, peleamos con nuestros copilotos del auto, observamos sin ver y escuchamos sin poner atención.

Todos aquellos con los que peleamos ese lugar en el carril deseado, o a quien jamás dejamos pasar aunque nos pida oportunidad, o ese motociclista que estuvimos a punto de atropellar, transita en la calle igual que nosotros buscándose un sitio en el mundo.

Sale a la calle a buscar el alimento de sus hijos, a trasladar a su enfermo, a llevar a las criaturas a la escuela o se conduce hasta la oficina.

Somos parte de una ciudad viva que se mueve pese a nuestras frustraciones, agresiones verbales, malas caras y genios destemplados.

Somos una comunidad viva que respira y cohabita en conjunto en un lugar que podremos bautizar infierno o gloria de nuestra cotidianeidad.

¿Podremos vivir sin insultarnos mientras conducimos el coche?, ¿alcanzará nuestra voluntad para ser civiles y dejar pasar a los peatones y ceder el paso a los autobuses?, ¿es posible dejar de odiar a los choferes del transporte urbano o a ciertos taxistas?, ¿saldremos un día de casa y llegaremos a nuestro destino sin haber faltado el respeto al prójimo y a nosotros mismos?

No hay salvación ya: manejamos, vivimos, vibramos, odiamos y defendemos un terreno que creemos nuestro aunque sólo sea la calle por donde pasa nuestro vehículo. Nuestra existencia transcurre dentro de un auto, en una ciudad en medio del desierto que jamás se aprenderá qué es andar en bicicleta. Incluso es un reto mortal pedalear dos ruedas.

No nos queda más que el remedio humano y simple del sentido común para resolver un cáncer vehicular que aún no parece mortal: aplicando buena voluntad.

Elia Martínez-Rodarte | 06 de abril de 2012

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