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Opiniones misceláneas por Pablo Muñoz

Prefacios juveniles, reseñas de media tarde, lecturas a tiempo parcial… Un intento meridiano de soñarse columnista, por supuesto. Aquí vienen a leerse libros, a recomendarse unos cuantos y a discutir(los).

Violencia de género

George R.R. Martin. A game of Thrones. Batham Books.

El conocimiento es ignorancia. Asumamos este principio, más o menos derivado socrático. Entonces, claro, la crítica es ignorancia. La labor del crítico es dialogar con rotundidad. La tensión está en los otros críticos y en los lectores. Entonces, pongamos, que reseño este libro, el primer volumen de la celebérrima A song of Ice and Fire ahora muy famosa por las razones equivocadas, una adaptación televisiva, pero ya incluso antes de eso muy, muy popular.

Las cuestiones de género. En esta novela hay dragones y un escenario medieval. La primera tentación del crítico es la de explicar, más o menos pedagógicamente, que esta no es otra novela de fantasía. ¡Y como hacen esos críticos que suelen ignorar esas novelas para saber eso con precisión! No hay tiempo que perder, razonaran, pero en fin. La posición más condescendiente es, de todas maneras, la que trata de explicar por qué esta es la gran novela de género que debemos leer. Es una posición que pueden adquirir críticos y fans por iguales. Justificarse.

La posición contraria, el género de por si ya produce grandes joyas, es igualmente condescendiente. Cuando dialogamos con la novela justificando, estamos cayendo en la condescendencia con nuestras propias capacidades lectoras: asumimos que se lee a Thomas Bernhard al anochecer. Cuando optamos por la opción contraria, cualquier género está bien y Martin es un maestro y nosotros unos fans, somos condescendientes con el lector y con el objeto porque asumimos que literatura son nuestras impresiones, nuestras pasiones y no algo que tiene teoría, discusiones, formas de lectura y labores.

Así que empiezo a leer el primer volumen de esta saga bastante cansado. “No es para niños” parece ser el gran juicio al que ha llegado la crítica después de cuatro volúmenes, y ni ahora ojeando la recepción del quinto la cosa ha cambiado. Este equívoco es magnífico. Si descontamos Hobbits y Harry Potter, los libros de fantasía medieval no han sido nunca para niños. Han sido, claro está, para adolescentes. Siempre para ellos. Pero, claro, tras el “no es para niños” sigue “hay sexo salvaje” (las dosis de violencia ya no pueden epatar). Todo un reto, toda una subversión, supongo, todo un desafío.

El caso es que Martin toma una opción bastante interesante respecto a J.R.R. Tolkien, que también escribió un relato de una tierra basta dominada por reyes y criaturas mitológicas y que convirtió la mitología en material de ficción popular, como lo hizo su contemporáneo C.S. Lewis, esto es, reordena un poco tus lecturas medievales y tus estudios y haz de ellos una fantasía que ocupe el máximo número de páginas. El problema de Tolkien, posterior a la primera aventura de su hobbit (un libro acaso insuperado en su género), es que jamás parece capaz de describir otra cosa que entornos kitsch y reyes honrados y un destino que es una de las más simples metáforas católicas que he leído jamás. El anillo único. Yo comprendo que la adolescencia es un lugar de paso para cultivar melancolías, pero no alcanzo a entender los motivos del éxito del librito, un ejemplo de pesadez roma que si por algo hay que felicitar a los cineastas que adaptaron la cosa es por su laboriosa fidelidad a ser pesados y poco interesantes.

Entonces llega Martin y decide que lo importante es eliminar la delgadez conceptual de esos libros y hacer, sencillamente, una fantasía heroica casi deconstruida, veremos si completa el proceso al final, en la que los reyes toman decisiones cuyas implicaciones éticas alcanzan dimensiones más allá del bien y del mal y los conflictos dramáticos sobrepasan el límite alegórico o las estructuras mitológicas y están llenas de dudas, intrigas sombrías. En pocas palabras, sub-shakespeare en un escenario enorme, Westeros, que básicamente es una tierra media sin enciclopedismos exuberantes, un tolkien americano, tomando prestada esa expresión equivocada que usó la revista Time para definir la saga.

La estructura de las novelas es novedosa, también puede leerse como novedosa respuesta a la saga de los anillos. Se usan puntos de vista. Pero Martin los usa anclado en la tercera persona, por supuesto. Los puntos de vista se repiten en sucesivos volúmenes. Lejos de una narrativa lineal, Martin opta por una estructura sub-faulkneriana. Estoy siendo preciso, creo, cuando digo sub-shakespereana y sub-faulkneriana. Martin no puede escribir las frases largas, temblorosas, dolorosas de Faulkner. No puede imaginar otra voz radicalmente distinta. Por supuesto, ya os podéis imaginar las razones de sub-shakespereanas. Y la prosa de Martin fluye correctamente, pero su idea de los símiles se me escapa.

“He found what was left of the sword a few feet away, the end splintered and twisted like a tree struck lighting”

“The blade was valyryan steel, spell-forged and dark as smoke”

Caramba. Las capacidades observadoras de Martin son asombrosas. Uno no sabe si bromea o es que los poetas han dejado sus peores lecciones cuando no se los lee con calma.

Y esos desternillantes contrastes que descubre Martin como si en vez de un narrador fuera un muchachito descubriendo el mundo:

“They were gloved in the finest moleskin and sticky with blood, yet the touch was icy cold”

O esos momentos desternillantes donde el autor desconoce la elipsis, los supuestos.

“Keep the pony well in hand” he whispered. “And don’t look away. Father will know if you do.
Bran kept his pony well in hand and did not look away.”

Un escritor de redundancias amables, casi.

Esto es, sencillamente, un escritor inoperante. No importa ya desentreñar si su ineptitud es fingida, un simple y gracioso prejuicio o una tierna idea de lo que debe ser un relato épico. Lo que si puede hacer Martin es mantener al lector más perezoso entretenido, aunque deba recurrir a diversas estridencias para ello. También de gran solvencia narrativa, algo raro en una novela con estos destellos de estilo pésimo, capaz de mantener un gran arco de personajes en marcha y un interés creicente.

Los personajes son todos muy estimulantes pero lo son en la medida que las situaciones los convierten así. Estamos, de nuevo, en territorios menores. ¿Hay algún hallazgo mayor en este primer volumen? Ninguno. Tal vez la innegable diversión. Si hemos venido festivos, la permanencia está asegurada. Ahora bien, el escritor deja claro qué espera del lector.

Pablo Muñoz | 19 de agosto de 2011

Comentarios

  1. Sergio Cossa
    2011-08-19 15:40

    “Yo comprendo que la adolescencia es un lugar de paso para cultivar melancolías, pero no alcanzo a entender los motivos del éxito del librito, un ejemplo de pesadez roma que si por algo hay que felicitar a los cineastas que adaptaron la cosa es por su laboriosa fidelidad a ser pesados y poco interesantes.”

    Con todo respeto, me parece que hablar de El Señor de los Anillos como un “librito”, deja en posición tambaleante toda su crítica.

    Si no alcanza a comprender los motivos del éxito de esa obra, creo que es un problema de usted, y no de la obra en sí, que es un clásico de la literatura fantástica, sin necesidad de sobrevivir gracias a la saga de películas.

    Un saludo.

  2. Isaac Hernández
    2011-08-19 20:57

    En realidad la función del crítico es enumerar, sin desvelar el argumento y siempre con términos que pueda entender el lector medio, los puntos fuertes y débiles de la obra que analiza para que sea el lector, y no el crítico, quien decida si merecen o no la pena.

    Lo demás son pajas, mentales aunque no siempre, que se hace uno. Pero con que cuando acabes recojas los kleenex…

  3. E. Martín
    2011-08-19 21:42

    Ciertamente, podríamos convenir que, desde el principio de la narrativa escrita, diríase, quizás también, desde los mismos albores de la cultura humana, ha constituido la labor asignada a la crítica el plasmar, irónicamente también mediante el empleo de la palabra escrita, ese ejercicio de ponderación que es, podríamos convenir, consustancial al propio acto de leer.

    Y es que, ciertamente, el mundo de la literatura es una VASTA tierra.

  4. Dark as smoke
    2011-08-19 23:53

    Keep the pony well in hand” he whispered. “And don’t look away. Father will know if you do.
    Bran kept his pony well in hand and did not look away.”

    JAJAJAJAJA.

    Fantasía poligonera. Escrita fácil para la peña y con personajes chachis. Mola mazo.

  5. Chinca C. Salas R
    2011-11-20 06:07

    Ciertamente la época medieval nos lleva por batallas, compromisos, el llamado de valentía, desde puntos específicos y detallistas nos encontramos de manera sorpresiva con la magia para adultos, adolescentes y un fondo profundo de la creación de guerras con el uso de dragones, castillos, aspectos tenebrosos que da vida al argumento, lo alegóricos nos lleva a descubrir lenguaje, vestimenta, pasos de intriga y suspenso, descripción de la historia, motivos y razones para la violencia, defensa del castillo, de la joven princesa, rey o entrega de caballeros a una orden, la redundancia nos enfatiza momentos específicos y con estos nos hace un llamado de que lo que se enfatiza es importante como relato épico y lleno de magia lo cual lo hace atractivo.

    En algunas películas exageran muchas veces en los efectos especiales perdiendo efectividad en el argumento e interés en la trama desarrollada ya que se centra entonces la atención en los efectos especiales y no en la letra del argumento para llevar el hilado de cada acto donde es necesario conocer porque el uso de lo oculto, las sombras y desenmarañar el ultimo acto donde muchos no quedan satisfechos con el final del autor, las novelas medievales son muy interesantes ya que de ellas de derivan aspectos de la sociedad, orden que nos lleva a contemplar la audacia y sagacidad del autor, el desarrollo del relato deformando o beneficiando la trama de la historia, distorsionando de manera poética la realidad para dar un giro diferente y mágico.


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