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Edición LdN
Opiniones misceláneas por Pablo Muñoz

Prefacios juveniles, reseñas de media tarde, lecturas a tiempo parcial… Un intento meridiano de soñarse columnista, por supuesto. Aquí vienen a leerse libros, a recomendarse unos cuantos y a discutir(los).

Una fuerza transformadora

Stephen Greenblatt; Shakespearean Negotiations
Oxford University Press, Oxford, 1988.

El autor de este libro asegura en sus agradecimientos que una conversación con Michel Foucault se cuenta entre las cosas más relevantes para la escritura y finalización de su obra. No parece casual, pues uno de los asuntos tratados por el pensador francés fue el análisis de la sociedad como una serie de núcleos de poder y el tema de este libro, precioso, es precisamente el empoderamiento producido por la energía social. El concepto de energía social es difuso incluso para el propio autor, Stephen Greenblatt, pero dado que su libro trata de una serie de fuerzas colectivas, es conveniente recordar que tal argumentación conlleva la posibilidad de que el tema tratado, Shakespeare nada menos, sea objeto de estudio aparezca como algo caduco o explicable por su época, maravillosa pero al fin y al cabo irrepetible. Pero no es Greenblatt un tipo simple, pese a que su tesis sea positivista. Para Greenblatt, la energía social es la capacidad de leer a Shakespeare y que su estética sobreviva o incluso parezca insolente y todavía apasionante sin que medien todos los elementos que ayudaron a su construcción.

El autor de este libro es un representante muy relevante de lo que se llamó Nuevo Historicismo y otro shakespereano, Harold Bloom, ha calificado las obras de esta escuela crítica como insuficientes y parte de la ya célebre Escuela del Resentimiento. En tal guerra, el lector debe tomar partido: Greenblatt no debe tomarse como una explicación del genio de Shakespeare y cuando digo explicación me refiero a que todo lo que hiciera o descubriera el bardo fuera únicamente por cuestiones socioculturales ya sea en la creación (las obras eran colaborativas, con más frecuencia de lo que se suele pensa) o en el propio campo cultural (la cultura renacentista estaba repleta de mitos esotéricos).

Pero el propio autor es menos dogmático que sus detractores y admite que su concepto, el de la energía social, es ambiguo y flojo para ser delimitado con rigor académico. También es que nada tiene de novedoso. Entonces la excelencia de este libro está, precisamente, en la minuciosa descripción de la cultura isabelina, de las subversiones de Shakespeare respecto a sus políticos, de lo insólito y novedoso que hay en sus obras cuando, usando una cultura que le permitía trabajar en formatos abiertos al público, el bardo lograba ser un transgresor y un gran showman. Esa es la esencia del dramaturgo y es el principal asunto tratado por este libro. Aunque todos los ensayos son de una gran calidad, el que se ocupa de La Ley Marcial y parcialmente de los aspectos revolucionarios de esa obra maestra tardía que es La tempestad el que merece nuestro interés: la frecuente dificultad moral de leer a Shakespeare no es solamente una característica de su arte, sino algo mejor, algo que tiene que ver con la naturaleza imprevisible y compleja del ser humano. En su descripción de las secretas ironías que convierten la obra de Shakespeare en una fuerza transformadora, este libro es una ventana secreta.

Pablo Muñoz | 19 de marzo de 2011

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