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Kliong! por Carlos Acevedo

Kliong!, a razón de cada martes, se encargará de desmenuzar el mundo del tebeo y del cómic desde una perspectiva que llama a la rotura y al trompicón. Kliong tiene más que ver con una olla que cae por torpeza que con un arrebato o un golpe, aunque a buen seguro no saldrás sin moratones.

Ante lo sórdido de la ceremonia el espectador colectivo se sabe distinto

Esto de que los los fanzines terminaron de ver su razón de ser con el punkismo no sé si me lo he sacado yo de de debajo de la manga o qué, pero el caso es que ese dato está ahí dando vueltas entre mis notas desde hace la tira. Y no, no me refiero a crestas rosas o imperdibles, hablo de otra cosa. El punk es, para mí, un estado de ánimo más que un estilo o un estilismo. Basícamente porque no lo entiendo sin el humor mediando entre el autor y el lector. Cosa bastante normal si tenemos en cuenta que a la que limpias, fijas y das esplendor, el palabro humor nos aparece en su tercera acepción como “disposición en la que alguien se halla para hacer algo”. Me gusta, particularmente, lo indefinido de ese _ hacer algo_, porque le resta gravedad al asunto y permite que las cosas vayan por su propia vera sin restarle un ápice de libertad; enunciando así que da cabida a todo. Y, sobre todo, me parece sumamente atractivo como esta labor tiene más que ver con el fin en sí mismo que con su significación porque el cuándo tiene mejores cartas que el cómo, porque en ese algo el por qué es una cuestión que no se discute al tiempo que juega sólo para el cuándo. Le pasa las cartas debajo de la mesa y tal. Vamos, que para el punk o se está de humor o no se está. Y no hay más que hablar.

Yo, por eso, en términos editoriales, sólo le tengo fe ciega a la grapa.

Por eso, y siguiendo con esa misma lógica, la de las cartas, debo decir que tengo a mi lado el último número del fanzine Adobo; lo cual en mi cabeza tiene la validez de un póker de ases. Porque te ayuda, una vez más, a ganarle la partida al tedio y a optar por la risa. Tanto Adobo como su punkismo son una maravilla, sin cadencia establecida pero con grapas, que con un sentido del humor del todo esquinado se propone a sí misma como último reducto de la gamberrada y el chiste grueso porque, como reza la portada de éste, su nº 5, Adobo es el fancín de las cosas malas!. Y no es broma, para nada. No puede serlo, porque aquí no hay posibilidad alguna de controlar el desmelene y el retruécano ofensivo. Porque cuando dices que no van a ir más allá los tíos van y te dan en la cara con una retrohistoria que revela más del funcionamiento de la cultura de masas que lo que muchos podamos decir al respecto. ¡Y sin perder un ápice de capacidad lúdico festiva, señora! Vamos, que la unidad del volumen planea entre la mala leche y el rechazo por parte del lector, más que en las variantes estéticas que caracterizan el fanzine moderno, ese plagado de dibujos a la manera de (ponga aquí el dibujante o ilustrador de moda que le plazca) y en el que no puede faltar un puto gato o un perrito de vieja rica o de loca con ínfulas de pope. Pero lo importante, lo que a mi me mola, no es sólo eso.

Adobo me funciona como un soplo de aire fresco porque salva con ingenio las características del fanzine, la letra uber pequeña o los problemas de edición como aliciente, para posicionarse en el micromundo de los tebeos como un territorio de prueba de los mecanismos del humor por parte de un grupo de sujetos más preocupados de parir un producto con sangre que con pactar su entrada en el mundo del cómic de autor, como acusa la lectura de otras publicaciones independientes que de manera itinerante se pasean por galerías de arte y demás modernecedades para recoger una pisca de respetabilidad.

Adobo, sus integrantes, son la alternativa labrada a partir del horrismo ilustrado o la iluminada reordenación de nuestros tiempos modernos ante la abulia que caracteriza el tebeo actual, el fanzinismo actual. Un tipo de fanzinismo que está tan cerca del punkismo como yo lo puedo estar del moderneo insensato del proto-tertuliano de la prensa rosa. Lejos, lejísimo. Por pensamiento, palabra, obra y omisión. Y sí, ustedes (cuatro), saben de quién hablo.

Y no me diga que esto tiene no tiene validez porque va destinado a un ámbito sumamente minoritario, porque yo sé de más de uno, y más de dos, que ante enunciados como “el aborto puede salvar el planeta” o “¿Etarra o Lesbiana?” se pondría de una mala hostia que pa qué y abogaría por la censura y tal. Es cosa de que salga en la tele… Yo que usté iba, lo compraba y me echaba una risas. Por lo de no perder la costumbre y tal porque hay cosas que no son, para nada, como andar en bici. Y esto, teniendo en cuenta como está todo por aquí abajo, es bueno saberlo.

Por aquí encuentra el cómo.

Carlos Acevedo | 10 de agosto de 2010

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