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De lo animal, lo humano y lo divino por José Fco Zamorano Abramson

Psicólogo y músico. Doctorando en comportamiento animal (Etología). Su trabajo se enfoca principalmente en el comportamiento social de los Cetáceos (ballenas y delfines) y otros mamíferos marinos. Tratará aquí, cada día 2, de cuáles son las “pautas que conectan” el comportamiento del ser humano con los demás animales, sustentando la idea de la “interrelación” entre todo lo vivo, a partir de una integración de diversas disciplinas tales como la Etología, la Psicología y la Ecología.

Empatía animal

El tema de las emociones en los animales es sin duda uno de los más controvertidos en el estudio del comportamiento animal. De hecho, muchos científicos son más proclives a aceptar el hecho de que los animales piensan o razonan que a aceptar que sientan emociones. Y es que, ¿cómo podemos estar seguros de lo que realmente siente un animal? Si bien la verdad es que lo mismo podría decir un observador externo de los seres humanos, nosotros, los observadores, sabemos que sentimos, por lo que no es difícil atribuir lo mismo a nuestros iguales; además de la gran diferencia que marca en nosotros la comunicación no solamente a través de gestos y sonidos sino por medio de las “palabras” (ver ejemplo en LdN: dolor y sufrimiento animal)

Así que en ausencia de un lenguaje común con los demás animales, nunca podemos estar realmente seguros de si lo que nosotros creemos que les pasa es lo que les sucede exactamente. Con los bebés pasa algo parecido. Una madre ante el llanto de su bebé no estará segura de por qué llora hasta comprobar las consecuencias en el bebé de sus acciones (darle leche, tocarlo, pasarle un juguete etc.) Es decir, lo que éste haga en respuesta a la acción de la madre le dará una pista de qué es lo que realmente le sucedía. Finalmente la madre saca sus conclusiones a través de la observación de su comportamiento. Y eso mismo es lo que sucede con los animales: a través de su “conducta” también “comunican” lo que les pasa interiormente. Nuevamente el problema es que si con sus propios hijos las madres pueden fallar en la interpretación, mucho más podemos fallar con los demás animales, y caer fácilmente en el error de atribuirles los mismos estados emocionales y mentales que nosotros mismos experimentaríamos en situaciones similares. A esta tendencia natural que todos inevitablemente tenemos se le ha llamado “mentalismo” o “antropocentrismo”, y es algo con lo que debemos tener cuidado a la hora de interpretar el comportamiento de otras especies.

Si la atribución de emociones se discute, aún más polémico es el aceptar que estos puedan llegar a ser capaces de sentir lo que otros sienten, es decir, de tener la capacidad de empatizar, “sentir y padecer” lo que el otro padece. Y mucho menos, que a partir de este sentimiento decidan ayudar a otro. La empatía, palabra que etimológicamente proviene del vocablo griego antiguo εμπαθεια, formado por εν, “en el interior de”, y πάθoς, “sufrimiento, lo que se sufre”, tiene sus bases neurológicas en las llamadas neuronas espejo (una de sus manifestaciones más básicas, en el caso de los seres humanos sería el contagio de los bostezos).

Para Rousseau, el sentimiento de piedad existe de forma natural tanto en el ser humano como en los demás animales. Gracias a él nos compadecemos por el dolor de nuestros semejantes e intentamos aliviar su sufrimiento, es decir, empatizamos con los otros. Y uno se ve tentado a creer esto cuando observa algunos comportamientos en el reino animal. Y para muestra, el caso de este gato en Turquía que, “supuestamente” ayuda e intenta salvar la vida a otro gato en problemas:

Pero si bien no es que no exista la cooperación o el altruismo en el reino animal (LdN La cooperación por la supervivencia y El gen altruista), y la explicación periodística sea mucho más atractiva y “romántica”, podría haber explicaciones mucho mas simples a este video que la supuesta intención del gato de realizarle un masaje cardíaco a su congénere para salvarle la vida. Por ejemplo, también podría ser que el gato esté realizando los típicos movimientos alternados de las garras cuando ronronean o tocan una superficie agradable, es decir, que el gato se esté comportando con el herido de la misma manera en que se comportaría con un peluche o incluso con un cojín, por lo que el gato podría no tener ni la menor idea del estado de salud de su congénere y menos, por tanto, que esté intentando ayudarle.

Mucho más claro (e impresionante por cierto), es este video registrado en Chile, que impactó de igual manera al mundo entero, en el que se observa cómo un perro ayuda e intenta rescatar a otro atropellado en plena carretera:

Si este último video no les convence (alguien podría argumentar como en el caso del gato que el perro realmente quiere jugar con su compañero), existe un estudio clásico realizado a principios de la década de los sesenta que podría demostrar científicamente que otras especies pueden sentir y empatizar con lo que el otro siente. En el estudio en cuestión se colocaba a un mono dentro de una caja y se le entrenaba a apretar un botón como único medio para obtener comida. Una vez entrenado en ello se cambió el aparato y se le colocaba al lado, en otra caja, a otro mono, pero esta vez, cada vez que el mono que controlaba el botón lo apretaba para obtener la comida, el nuevo vecino recibía una pequeña descarga eléctrica que lo hacía saltar del susto. Lo que ocurrió, a sorpresa de todos, es el los monos al ver la reacción de sobresalto que provocaban en su congénere cada vez que estos apretaban el botón, dejaban de apretarlo durante un periodo de tiempo que fue de 5 a 12 días y, por ende, dejaban de comer en este período. Sin embargo, este experimento (que se replicó también en ratas con resultados similares) podría tener diferentes interpretaciones. La primera de ellas, y más simple, es que los saltos y gritos del mono de al lado fueran tan desagradables y molestos para el mono que controlaba los botones que este dejara de apretarlos para evitarlo. La segunda, es que este deja de apretar el botón por reciprocidad, es decir, “mañana es posible que tu me des la descarga y yo no quiero que me pase eso, así que dejo de apretar el botón”. La tercera habla de la “simpatía”, es decir, sería algo así como “si bien NO sé lo que se siente en tu lugar, no me gusta lo que veo y no quiero que te hagas daño”. Y finalmente, otra posible explicación apelaría a la empatía, es decir “yo sé que mis acciones te afectan y si yo me pusiera en tu lugar me sentiría muy mal, incluso estoy dispuesto a dejar de comer por no hacerte daño”. Para algunos investigadores esta última explicación es la más plausible: el animal dejaría de apretar el botón aunque con ello deje de alimentarse, con tal de no hacerle daño al mono al lado, es decir, el dolor del otro realmente afectaría su comportamiento por lo que podemos concluir que otras especies animales además de la humana sí que serían capaces de percibir y ser sensibles al dolor ajeno de un congénere y actuar en consecuencia.

José Fco Zamorano Abramson | 02 de julio de 2011

Comentarios

  1. Alberto
    2011-07-02 11:21

    Yo con esta columna, y con estas cosas, leo y callo, porque sé muy poco y sólo puedo decir chorradas al respecto. Pero esta mañana tenía ganas de decir mi chorrada, porque en su momento me sorprendí y ahora puede que lo entienda mejor.

    El verano pasado pasé unos días en la casa de los padres de un amigo en el sur de Italia, una casa grande donde había una veintena de gatos circulando por la finca. Uno de ellos, muy pequeñito, de tamaño cachorro, tuvo una crisis de algo y creímos que había muerto; nos dimos cuenta porque otro gato le tocaba con la pata para intentar despertarlo (parecía), nos miraba, maullaba y volvía a tocarlo. Se quedó con él —que no reaccionaba cuando lo intentábamos despertar— hasta que de repente el gatito despertó y se volvió a poner de pie.

    Al día siguiente hubo barbacoa y el padre de mi amigo tiró un trocito de carne al suelo para los gatos que nos rodeaban a ver si les caía algo. Entonces el pequeño enfermo se acercó a intentar coger el trozo y el resto de gatos (que duplicaban y hasta triplicaban su tamaño) se alejó de la carne y dejaron que la cogiera él.

    En fin, que yo que sé, pero para mí que intentaban echarle una mano.

  2. JEP
    2011-07-05 15:34

    Estoy totalmente de acuerdo.
    Y por eso:

    http://librodenotas.com/deloanimallohumanolodivino/15556/dolor-y-sufrimiento-animal#c027403

  3. rodrigo
    2011-07-07 03:39

    100% que todos los animales sienten… yo soy animal y siento… el resto de los animales no son muy distintos a mi o yo no muy distinto a ellos.

    muy interesante el análisis… sin duda deben haber muchos casos para ejemplificar esta visión

  4. Judith
    2011-07-07 05:26

    La explicacion esta muy clara; aunque los bebes no hablen la madre igual sabe lo que sienten y que si sienten, por que habria de ser diferente en el resto de los animales?. Cualquier persona que tiene, cria y convive con una mascota interactua con ella y la trata y le conversa como a un igual y la mascota responde con expresiones corporales.. Pienso que es mucho mas probable que si sientan y tengan empatia a que no.

  5. virginia adalid
    2011-07-07 18:07

    “Quitar” al perro porque ladra y no me deja dormir…
    Ya lo decía un entendido, que podemos juzgar una cultura, un pueblo, por el trato que dá a sus animales…y “prescindir” (y no me atrevo ni a evocar el “como”…) de un ser vivo porque nos molesta es infame, maxime cuando sus ladridos son de sed hambre y de atado abandono.
    Cuando en un humano no cabe la compasión, la capacidad de empatía que le haga entender en su justo valor el significado de una vida.. que hijos puede “formar” un tal individuo?
    Elur ya no está porque ayer su “dueño” sic no pudo dormir… en mi experiencia muchos perros valen más que que tantos humanos.

  6. Francisco
    2011-07-27 21:25

    Don José, hemos charlado en innumerables ocasiones de estos temas tan interesantes y controvertidos para el mundo de la ciencia. A mi parecer, el “ser humano” aún persiste en la idea inconsciente de mantenerse fuera del reino animal cuando la definición de éste nos dice, Un animal (reino animal), dotado de una espina dorsal (filo de los cordados) la madre da de mamar a sus crías (clase de los mamíferos), cuya gestación se realiza en el útero dentro de una placenta (subclase de los eutérios), está provisto de extremidades que tienen 5 dedos, posee clavícula y un único par de glándulas mamarias situadas en el pecho (orden de los primates), los ojos se encuentra emplazados en la parte frontal de la cabeza, lo que facilita la visión estereoscópica; el cerebro es grande en comparación al cuerpo (suborden Antropoideos), la especie pertenece a la familia de los homínidos. Todo esto ya nos habla de nuestra animalidad por parte incluso de la ciencia, específicamente la taxonomía (Ciencia de la clasificación biológica). Sin embargo, cuando se pretende atribuir “condiciones humanas” al resto de los animales, especialmente a los que pertenecen a la clase de los mamíferos existe cierta reticencia o empeño por demostrar lo contrario. Ahora bien, mantenerse fuera del reino animal es debido a, – Porque se estiman nuestras capacidades cognitivas mucho mayores que el resto de los animales. – Porque ello nos da la capacidad de modificar nuestro medio ambiente. – Porque traspasamos indiscutiblemente nuestra cultura. – Porque todo esto va absurdamente ligado al tema de las emociones, es decir, la creencia de que estamos un peldaño más arriba nos atribuye un don especial, ese don es el de poseer sentimientos, emociones, empatía por el otro, bla, bla, bla, suena hasta muy cristiano, en pocas palabras para algunos, el premio por ser “tan inteligentes” es la exclusividad de las emociones. Con todo esto, cuando se refieren a la humanidad como una palabra que contiene la capacidad de ser benevolentes y empáticos ya nos separamos del resto de los seres con los que compartimos este planeta.

    La verdad, es que yo pienso que justamente, lo que nos hace ser animales es la empatía intrínseca tanto por los nuestros como incluso por las otras especies, y ello, irá primero antes que nuestras posibilidades en el desarrollo cognitivo, capacidades que nos destacarían del resto de los animales. Finalmente, el defecto de nuestra humanidad, es que a medida que pasa el tiempo nos vamos alejando de nuestras emociones, de nuestra animalidad, vale decir, del alma, así como la palabra en latín que compone a la palabra animal, ánima (alma).

    Se despide con un turro de ideas en el cerebro y felicitándolo siempre cuando me envía sus artículos, Francisco Mattar.


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