Psicólogo y músico. Doctorando en comportamiento animal (Etología). Su trabajo se enfoca principalmente en el comportamiento social de los Cetáceos (ballenas y delfines) y otros mamíferos marinos. Tratará aquí, cada día 2, de cuáles son las “pautas que conectan” el comportamiento del ser humano con los demás animales, sustentando la idea de la “interrelación” entre todo lo vivo, a partir de una integración de diversas disciplinas tales como la Etología, la Psicología y la Ecología.
La película original de El planeta de los simios (1968) es una de mis películas preferidas de ciencia ficción. Presentar un planeta con el gobierno conformado por chimpancés científicos, orangutanes religiosos y políticos y gorilas militares mientras los seres humanos éramos meras bestias de ganado sin lenguaje hablado no podía causar mas impacto cinematográfico en nuestra especie”. Pero, ¿puede haber algo de cierto en esta película y sus versiones modernas, incluyendo la recién estrenada “origen del planeta de los simios”? Como dice el cliché, la realidad muchas veces supera la ficción.
Comenzaremos hablando de Koko, cuyo caso es tan impresionante que, de hecho, ha servido de inspiración para el personaje de Amy, la simio «parlante» de la novela de ciencia ficción “Congo”, escrita por Michael Crichton (también autor de Jurassic Park), llevada también al séptimo arte.
Koko es una gorila que fue adoptada y adiestrada desde su primer año de vida por la Psicóloga Penny Patterson y otros científicos de la Universidad de Standford, hace ya más de 39 años, con la finalidad de poder comunicarse con ella mediante el lenguaje de signos americano (ASL). Según los investigadores, en la actualidad, Koko conoce y maneja más de 1000 señas del ASL y comprende más de 2000 palabras en inglés, siendo sus acciones coherentes con el lenguaje utilizado. Pero otros científicos más cautos o escépticos afirman que la gorila realmente no comprende el significado que hay detrás de lo que hace y que simplemente aprende a completar los signos porque los investigadores la premian por ello, por lo que todas sus acciones (señas) no serían mas que un producto del condicionamiento al que ha estado sometida, de igual manera que un perro es entrenado a hacer trucos como dar la pata o traernos el periódico. Otra crítica a las interpretaciones de Petterson y sus colegas atañe a la supuesta habilidad de Koko para expresar pensamientos coherentes a través de la lengua de señas. Los críticos argumentan que las conversaciones con el gorila están sujetas a la interpretación de su interlocutor, que puede estar perfectamente atribuyendo significados a concatenaciones y combinaciones improbables de señas.
Finalmente, la mayoría de las críticas de la comunidad científica apuntan al hecho de que la mayoría de todo lo publicado referente a los estudios del lenguaje de Koko provienen de la prensa y medios de comunicación de masas, y solamente dos publicaciones, ya muy antiguas (de 1978 y 1981) provienen de revistas científicas sujetas a revisores cualificados. En este sentido, el debate científico se centra principalmente en lo que implica realmente “aprender” y “utilizar” un lenguaje.
Por el contrario, la Psicóloga Petterson atribuye a Koko muchas más habilidades de las que muchos creen que posee esta especie: creación de nuevos signos para comunicar nuevas ideas, comprensión del lenguaje, comunicación de sentimientos, etc. Así, por ejemplo, afirma que Koko inventó por sí misma la palabra “anillo”: combinando dos palabras que ya sabía, “dedo” y “pulsera”, llegó a “pulsera de dedo”. Un evento que sugiere que Koko comprende sus expresiones tuvo lugar durante un encuentro de chat por Internet abierto al público, cuando a Koko le preguntaron en presencia de la Dr. Patterson sobre la posibilidad de tener hijos con su pareja, el gorila Ndume. Koko indicó decididamente que no, incluso usando términos como “retrete” y “malo” para referirse a Ndume. A pesar de esto Patterson contestó al entrevistador que si más hembras fuesen introducidas al recinto, Ndume podría ser más receptivo y podría emparejarse con Koko. Ante esto, Koko de nuevo respondió que no, indicando supuestamente que comprendió y que no estaba de acuerdo con la interpretación de Patterson de su respuesta (como anécdota decir que, actualmente Ndume continua mostrándose poco dispuesto a tener crías con Koko).
Muchas de las observaciones de Petterson, que han dado lugar a sus interpretaciones, están filmadas y a disposición del público para que este mismo juzgue. Por ejemplo en este video, que acaba de circular esta semana en las noticias, se muestra cómo Koko supuestamente demuestra su tristeza dando la espalda a una escena de la película “Te con Mussolini” en la que un niño es separado de sus seres queridos y comunica sus sentimientos por medio del lenguaje de señas:
Sus estados emocionales también se muestran en este otro video en el que se observa a Koko “afectada” cuando le comunican la muerte por atropello del gato que era su mascota:
Muchos más videos en la misma línea se pueden ver en el canal de la fundación que estudia a la gorila.
Viendo estos videos y la metodología empleada, junto con las interpretaciones dadas por la psicóloga, uno puede plantearse si está yendo más allá de lo que se observa e interpretando la conducta en su totalidad con un sesgo claramente humano. Así, por ejemplo, cuando tras de revisar un diccionario de lenguaje de signos y puntos señala a uno de ellos, por lo que la doctora pasa a intentar explicarle el signo ¿realmente entendió la explicación? Petterson no realiza posteriormente ninguna prueba experimental que lo demuestre. Tampoco hay una prueba experimental para comprobar lo que ocurre cuando el gorila se mira en el espejo y se asume que era capaz de reconocerse en el espejo y mostrar auto-conciencia (siendo que estas pruebas existen, véase El animal ante el espejo). Juzguen ustedes mismos:
A los críticos todos estos videos sólo les parecen anécdotas y claros ejemplos de la falacia antropomórfica. Para mi, el comportamiento de Koko hace difícil decantarse por una aproximación que explique todo meramente en términos de condicionamiento tal como argumentan los críticos, pero hay que tener mucho cuidado en no caer de lleno en el antropomórfismo y creer que Koko actúa exactamente por las mismas razones y con los mismos mecanismos que los humanos. Si bien sin evidencia experimental no podemos aceptar que lo que plantea Petterson sea tal cual ella afirma, cierto es que tampoco podemos negar el mundo emocional y mental que ciertamente Koko parece poseer. Personalmente creo que pese a lo interesante, sugerente, llamativo y mediático del caso, lamentablemente el método empleado por la doctora Petterson carece de la rigurosidad necesaria como para permitir llegar a conclusiones claras de lo que realmente esta pasando en los procesos mentales de la gorila. Un intento más serio en esta misma línea a la hora de someter los hallazgos a la comunidad científica ha sido el llevado a cabo en el bonobo Kanzi por la doctora Sue-Savage-Rumbaugh, pero de ello hablaremos en una próxima ocasión.
No obstante, pese a todo lo expuesto, no deja de resultar paradójico que, aunque la teoría de la evolución parece estar asumida por una inmensa mayoría, no podemos evitar sentir que somos, nosotros los seres humanos, un caso muy especial y que existe un abismo insalvable con el resto de las especies. Cuesta considerar que compartimos ciertos rasgos que hemos considerado únicos y genuinos durante mucho tiempo. En cualquier caso, la ciencia irá delimitando qué es y qué no es exclusivo, pero para ello , las creencias, sean del lado que sean, deberán dejarse a un lado.