Aún siendo un jugador discreto, Pau Pascual es, desde niño, un amante apasionado del ajedrez. Un juego que nutre y es nutrido por la matemática, la lógica, la pintura, la literatura, el cine, la historia, la música, la psicología… Viaje al ajedrez presenta, los días 10 de cada mes, gotas de ese universo, curiosidades e historias tan atractivas para legos como para quien conoce y disfruta ya de este mundo lleno de emociones.
En la primera entrega de este artículo tuvimos ocasión de ver como Marcel Duchamp desarrolló una vida artística fuera de lo común, que terminó substituyendo por su dedicación completa al ajedrez durante diez años. Sin embargo, el arte de Duchamp siguió su camino en su etapa como ajedrecista, puesto que, tal como el mismo afirmó, vivía el ajedrez como una profunda expresión artística.
Tras su etapa como jugador profesional, retomó otras actividades artísticas pero nunca abandonaría el ajedrez, más bien al contrario.
En una excelente película, In His Own Words, realizada por el reconocido cineasta Lewis Jacobs, podemos escuchar al propio Duchamp reflexionando sobre su vida y su obra. Veamos un fragmento corto con un Duchamp frente al tablero.
Tras dejar de competir en ajedrez de primera línea, Duchamp tuvo su incursión en la teoría del ajedrez. Junto con Vitaly Halberstadt (problemista y maestro de ajedrez), escribió el libro L’opposition et les cases conjugées sont réconciliées (“La oposición y las casillas conjugadas se reconcilian”), título que hace referencia a un debate teórico de la época sobre estas posiciones. Este manual, editado en 1933, trata de finales de partida, en los que todas las piezas han sido capturadas salvo los dos reyes y uno o dos peones por bando. Profundiza en el estudio de la oposición de los reyes y las casillas conjugadas.
No es propósito de este artículo entrar en la teoría de finales, pero para situarnos en contexto citaremos brevemente los conceptos de oposición y casillas conjugadas. La oposición se produce cuando los reyes están uno enfrente del otro separados por una casilla (el rey atacante no deja accesibles las casillas hacia adelante para el rey defensor, manteniéndolo atrás). Tiene la oposición el bando que con su movimiento llega a esta posición y en muchos casos, es fundamental para ganar la partida.(Ver ejemplo de oposición de final de peón y rey contra rey).
En los finales, se llaman casillas conjugadas a la pareja que forman la casilla que debe ocupar el bando débil cuando el bando fuerte ocupa otra determinada casilla. Mientras el bando débil pueda colocarse en la casilla apropiada puede mantener la posición de la partida, en caso contrario perderá. La oposición viene a ser un caso especial de casillas conjugadas. (Ver ejemplo de casillas conjugadas)
El libro de Duchamp y Halberstadt superaba los métodos conocidos para desarrollar la idea de lo que llamaron oposición heterodoxa y las casillas hermanas. En concreto, clasificaron en ocho categorías la oposición heterodoxa. Como el mismo Duchamp admitió, «estas posiciones sólo se dan una vez en la vida y no interesan más que a tres o cuatro personas en el mundo que han realizado las mismas investigaciones que Halberstadt y yo. Estos problemas de final de partida son posibles aunque raros y algo ilusorios». Quizás fue la razón por la cual el libro no despertó demasiado interés entre los círculos ajedrecísticos y hoy día es considerado como una rareza editorial.
Una de las posiciones más famosas y complicadas resueltas con el método de casillas conjugadas es un final compuesto por el Campeón del Mundo Emanuel Lasker y Charles Gustavus Reichhelm en 1901. Halberstadt y Duchamp analizan en profundidad esta posición en su libro.
En este final, si juegan las blancas ganan. (Si juegan las negras son tablas). ‘X’ indica las casillas clave (el bando atacante gana si puede llegar a una casilla clave). Los números indican las parejas de casillas conjugadas. Veamos la secuencia de este final cuando juegan las blancas.
Y gana Blanco, penetrando en el flanco de rey. Aunque pueda parecer extraña, la secuencia es extraordinariamente precisa: cada uno de los siete primeros movimientos de las blancas es el único que permite ganar!
Tras la ocupación nazi de Francia a finales de 1942, Duchamp regresó de nuevo a New York, donde retomaría el contacto con el mundo del arte.
En 1943 el galerista Julien Levy (hombre clave en la difusión del surrealismo en Norteamérica) invitó a Marcel Duchamp a participar en una exposición titulada Through the Big End of the Opera Glass. La exposición incluiría también obras del pintor surrealista Yves Tanguy así como collages de Joseph Cornell.
Julien Levy pidió a Marcel Duchamp el diseño del folleto de la exposición.
Éste reprodujo un dibujo con títulos de obras de Cornell en una variedad de tipografías rodeadas por un collage de imágenes, mientras que Tanguy fue representado por el dibujo de una de sus características formas biomorficas.
En la contraportada del folleto se mostraba la imagen de un Cupido con un arco tensado y la flecha apuntando hacia arriba, inexplicablemente reproducido al revés (la firma del artista, se encuentra a la altura de la cabeza del Cupido invertido).
El papel era una hoja semitransparente doblada en cuadrantes formando un cuadernillo. Lo primero que se veía al retirar el folleto de su sobre era la página de portada con el nombre de la exposición, fechas y ubicación. Al abrir el cuadernillo, se mostraba el diseño de Cornell a la izquierda y el dibujo de Tanguy a la derecha. Y en la contraportada, el Cupido de Duchamp. Un examen más detallado del Cupido revelaba algo impreso en el lado opuesto del papel: por debajo de la firma de Duchamp, en tinta roja, se transparentaba “White to Play and Win” bajo un diagrama de una posición de ajedrez.
En la cara donde estaba impreso el diagrama había también una frase invertida: “Mira a través del otro lado de la luz”.
Mirando el diagrama “a través del otro lado” aparecía el Cupido con la flecha apuntando hacia la columna ‘b’ del tablero, lo que sugería que la mejor opción para el blanco sería avanzar el peón de b5. Analizando el problema a fondo, se deduce que esta jugada no alcanza para ganar. Más bien se concluye que cualquier movimiento del blanco lleva a las tablas.
A primera vista da la impresión de que las blancas ganan, puesto que parece inevitable que el peón de ‘b7’ corone fácilmente con la ayuda del rey blanco. El Negro tiene dos peones aislados, que también podrían avanzar, pero están lejos de la promoción y pueden ser atacados por la torre blanca. Veamos un análisis que hizo el Gran maestro Internacional Larry Evans, amigo de Duchamp.
Y tras la posición resultante de 11.Re4 las blancas capturan el peón y ganan con claridad.
Sin embargo, si en vez de 6…Txb7+ las negras juegan 6…Tg8! consiguen unas tablas tras llegar a un punto muerto:
Después de 13…f2, el blanco puede iniciar una serie de jaques hasta llegar a la posición que veremos después de 20…Rh1. Las blancas no pueden capturar el peón ya que el rey negro quedaría ahogado, y de otro modo, se producen tablas por repetición.
Otro intento de solucionar el problema consistiría en empezar avanzando el peón de atrasado a ‘b6’ tal como sugiere la dirección de la flecha de Cupido en la posición inicial. Sin embargo 1.b6 acaba transponiendo la misma posición que hemos visto anteriormente tras 10…f5 que lleva a las tablas.
Larry Evans, que había jugado al ajedrez con Duchamp en varias ocasiones, quedó muy intrigado por este problema, y acabó publicándolo en la revista Chess Life ofreciendo 15 dólares a quien lo solucionara, sin caer en la cuenta de que iba a ser inundado de respuestas, ninguna de las cuales llegó a ser convincente.
Duchamp nos dejó, pues, un legado de ajedrez en la forma de un final enigmático. Pudo haber tenido algo en mente cuando decidió que el Cupido indicaba el camino a seguir o quizás sólo consistió en añadir una irónica ambigüedad al problema. Maestros y especialistas finales se han enfrentado al problema con una enorme variedad de posibilidades interesantes, pero hasta hoy la conclusión es que no existe una solución. Y aquí viene a colación la famosa cita de Duchamp «No hay solución porque no hay problema», que expresó a raíz de la puerta que años atrás se había hecho instalar en su pequeño apartamento de París.
La puerta se utilizaba para dos pasos: entre el estudio y el dormitorio, y entre el estudio y el baño. La puerta estaba siempre abierta y cerrada al mismo tiempo. Ello proporcionaba al artista tanto una paradoja como el ahorro de espacio. En lugar de resolver el problema de falta de espacio, lo hizo desaparecer. Como comentó el propio artista: «No hay solución porque no hay problema».
En diciembre de 1944, mientras los aliados avanzaban hacia Japón y la Alemania nazi, tuvo lugar en la galería Julien Levy de Nueva York una exposición titulada The imagery of chess. Intervinieron 32 artistas (el número inicial de piezas en un tablero de ajedrez), con obras variopintas de escultura, pintura, dibujo, fotografía e incluso muebles. Participaron artistas célebres como Alexander Calder, Man Ray, André Breton, Max Ernst o el mismo Marcel Duchamp.
En el folleto de la exposición se declaraba que las piezas del ajedrez estaban en un estado de “crisis visual”, y que las formas estándar como la Staunton (Ver Alicia en el país del Ajedrez. 2ª parte) necesitaban ser reinventadas, de manera que fueran “más adecuadas al papel que representaban”. La verdad, sin embargo, es que el modelo Staunton ha prevalecido a pesar de todo, como el conjunto estándar hasta nuestros días.
En la misma exposición tuvo lugar un evento organizado por Marcel Duchamp, donde el reconocido maestro George Koltanowski jugó a la ciega contra siete artistas simultáneamente. Los venció a todos, excepto al visionario arquitecto Frederick Kiesler, quien consiguió unas tablas contra el maestro. Los artistas decidieron utilizar los juegos que se habían presentado en la exposición. Koltanovsky, dotado de un gran sentido del humor, al ver los las piezas diseñadas por los artistas exclamó: «¡Debe ser la primera vez en este tipo de exhibiciones que el jugador a la ciega tiene ventaja!»
La pintora surrealista Dorothea Tanning (esposa de Max Ersnt) realizó un collage a partir de tres fotografías realizadas por Julien Levy durante la exhibición de simultáneas a la ciega.
Después de la guerra mundial la actividad ajedrecística de Duchamp fue más limitada, pero nunca llegaría a abandonar su afición por el juego. Por aquellos años, según afirmó el gran maestro americano Edward Lasker, Duchamp estaba entre los 25 mejores maestros de ajedrez en los Estados Unidos.
En 1957 dirigió, junto a Hans Richter y Jean Cocteau, 8×8. A chess sonata in 8 movements. Se trata de una película experimental en la que colaboraron también importantes artistas como Ives Tangay, Alexander Calder o Max Ernst.
Veamos el Preludio, Improvisations on chess, una curiosísima secuencia donde “la mesa” donde dos jugadores están jugando una partida es un hombre agachado con el tablero pegado a su espalda, que de pronto se levanta y huye perseguido por los ajedrecistas, mientras las piezas van cayendo por el camino.
(La película completa)
A principios de los sesenta, Duchamp siguió con gran interés la progresión de Bobby Fischer, a quien ya había conocido cuando era un genio de doce años que jugaba en el Manhattan Chess Club. Para Duchamp, contemplar a Fischer frente al tablero era como «ver a un derviche a punto de pasar al otro lado de la iluminación». En 1967 lo acompañó a un importante torneo en Montecarlo, donde Fischer se proclamó campeón.
En 1963, el fotógrafo Julian Wasse tomó una foto que daría la vuelta al mundo. En la escena, Marcel Duchamp, un hombre mayor vestido de negro, está frente al tablero de ajedrez, muy concentrado, en una partida contra una joven completamente desnuda de piel muy blanca. La fotografía se hizo en una sala del Pasadena Art Museum (California), con ocasión de la primera exposición retrospectiva que se le dedicó a Marcel Duchamp, apenas cinco años antes de su muerte. La fotografía es descrita por los Archivos Smithsonian de Arte Americano como «entre las imágenes documentales claves del arte moderno americano».
Más allá de los contrastes y del simbolismo que encierra la fotografía, podemos fijarnos en algunos detalles de la partida que se está jugando.
Si reconstruimos la partida hasta el momento mostrado en la fotografía, la secuencia más verosímil sería 1.e4 e6 (defensa francesa) 2.d4 Cc6 3.d5 Ce5. La variante que plantean las negras es un poco irregular (probablemente Eve Babitz no fuera una jugadora muy fuerte).
Si esta fue la secuencia, correspondería jugar al bando blanco (Duchamp). Sin embargo, observando el reloj podemos apreciar que el botón del lado de la mujer está levantado, lo que indica que corresponde jugar a las negras, hecho que no cuadra con la afirmación anterior. Pudo ser por diversos motivos tal como comenta F.J. Fernández en su libro El ajedrez de la filosofía. Eve pudo olvidar pulsar el botón, o el fotógrafo pidió que se moviera el reloj al otro lado, para que no tapara la visión del tablero, invirtiendo así el lado del botón levantado.
En realidad, la fotografía forma parte de una performance preparada por el fotógrafo Julian Wasser con la complicidad de Walter Hopps, comisario de la exposición de Pasadena, y de la amiga de éste, Eve Babitz, que accedió a posar para ésta y algunas otras tomas.
En 1966 Duchamp organizó la exposición Hommage à Caissa (Caissa es la Diosa del ajedrez) en galería neoyorquina Cordier & Ekstrom con el objetivo de recaudar fondos para la Fundación Americana de Ajedrez, con el fin de facilitar a los ajedrecistas norteamericanos competir en el extranjero.
En la exposición participaron más de cuarenta artistas de primera línea, entre ellos Max Ernst, Joan Miró, René Magritte y Salvador Dalí. El día de la inauguración, una escultura aerotransportable formada por globos y piezas de ajedrez gigantes, fue soltada desde el tejado de la galería. Andy Warhol realizó una película del evento. Marcel Duchamp contribuiría también con su último Ready made, “Homage to Caissa”.
A finales de los 60, Duchamp, fue amigo y guía de artistas como Andy Warhol y John Cage, quienes lo adoptaron como modelo en su búsqueda de nuevos caminos artísticos. En 1968, Duchamp viajó a Toronto (Canadá) para tomar parte en la performance musical Reunion, ideada por su amigo John Cage, compositor influido por el arte conceptual.
La idea original de John Cage fue muy bien acogida por Duchamp, con quien Cage había tomado sus primeras clases de ajedrez. Cage recurrió a otro amigo, el ingeniero Lowell Cross, para que montara un complejo dispositivo electrónico. Consistía en un tablero de ajedrez con células fotoeléctricas que convertía en luz y sonidos las jugadas que se realizaban sobre el tablero. Sesenta y cuatro fotorresistores (uno por casilla) producían imágenes osciloscópicas en unas pantallas de televisión, al mismo tiempo que activaban fuentes de sonido electroacústico realizadas en vivo por músicos.
Los jugadores fueron Marcel Duchamp y John Cage, quien sería fácilmente derrotado a pesar de jugar con un caballo de ventaja. La partida no se conservó. Esta sería la última aparición pública de Marcel Duchamp antes de morir pocos meses después.
Lowell Cross (quien diseñó y construyó el tablero de ajedrez electrónico) hizo un artículo treinta años después del acontecimiento, en el que desvela interesantes detalles. Veamos un fragmento:
«La expectativa de Cage respecto al sonido en movimiento durante la partida se cumplió varias veces en el transcurso de la velada. Por ejemplo, si Duchamp (Blancas) movía su reina desde dama desde ‘d1’ (entrada 1, salida F) hasta ‘f3’ (entrada 1, salida B), el sonido presente en la entrada 1 se desplazaría desde el altavoz del fondo de la sala (F, sur) hacia el altavoz frente al público, justo debajo del centro del escenario (B, norte). Además hubo consecuencias secundarias a la elección del sonido y el movimiento, surgidas de las sombras de las manos y los brazos de los jugadores cuando movían las piezas; esos elementos adicionales gustaron enormemente a Cage».
El Artículo completo
del ingeniero Lowell Cross.
Recientemente, en 2012, el grupo artístico Arsomnis hizo una versión de Reunion en el Museo Nacional de Bellas Artes de Santiago de Chile. Dieciséis ajedrecistas jugaron un torneo con un tablero electrónico donde cada una de sus piezas habí¬a sido musicalizada previamente por dieciséis músicos. Para hacernos una idea, escuchemos la partida que enfrentó a Mauricio Carvallo, con piezas musicalizadas por Rodrigo Ríos, y Juan Carlos Mundaca, con piezas musicalizadas por Juga di Prima.
Marcel Duchamp quedaría inmortalizado en excelentes fotografías en diferentes momentos a lo largo de su vida. Veamos una selección.
He recuperado una pequeña secuencia de Duchamp, filmada dos meses antes de su muerte, donde podemos verlo jugando al ajedrez en la terraza del Bar Melitón en Cadaqués, pueblo donde veraneó en sus últimos años.
El 1 de octubre de 1968 el periódico Le Figaro, informaba de la muerte de Marcel Duchamp. Curiosamente no fue en la sección de necrológicas, sino precisamente en la columna de ajedrez del diario. Sus últimas palabras fueron «No me puedo quejar: he comido cada día y no he tenido nunca demasiado dinero». Moría, a los ochenta y un años, un artista incalificable que alteró radicalmente la noción de lo que hoy conocemos como arte. Un hombre que, además, metió el ajedrez en el arte como nunca nadie lo hizo antes.
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2013-12-21 03:45
Muchas gracias, Pau, por tanta y tan buena documentación, así como por el trabajo y el buen hacer de contarlo.
Tu columna es una más de las muchas cosas que echaré de menos de LdN. Si te asalta la bendita tentación de continuarla en otro lado házmelo saber. Se acepta en catalán o inglés, entiendo bien ambos.