Purranki Sandongui ha colaborado antes con Almacén en su columna Zasnujismo. Además publica la bitácora 3l Potadero de Bleturge. Su columna aparece los viernes. Esta sección dejó de actualizarse en julio de 2008.
La gente que sueña en colores nunca se da cuenta de que los que soñamos en blanco y negro disfrutamos muchísimo más del detalle y del saborzuelo vintage de muchísimas situaciones. Toda una generación ha muerto pensando que el blanco y negro era lo mejor en fotografía. Y toda una generación aún vive soñando con ese technicolor que coexistía con su iniciación sexual. Todo el mundo tiene algo que alegar a favor de su particular visión distorsionada de las cosas.
Por qué, si está reconocidísimo que los sueños forman parte del chorronsciente, y que son personalísimos y no hay que contarlos nunca por si acaso te psicoanaliza un malvado psicólogo de los jemeres rojos y te secuestran y te llevan a Camboya a realizar avioncetes de marquetería en el interior de botellas de seven up, por qué, digo, no se usa la misma subjetividad de los sueños como estandarte hardcore del propio posicionamiento subjetivo?
Es decir: por qué nadie argumenta diciendo “esto es así porque lo he soñado y punto?”. Basta con enrocarse: “puede que no sea verdad, pero es mi verdad”. Lanzar una granada de humo: “puede acaso la ciencia explicarlo todo? puede explicar la sonrisa de un niño o el himno de España?”. Huir entonces dejando tras de sí la confusión y el dolor: “no conseguirás arrebatarme mis sueños, perro lanudo”.
No es acaso una estrategia perfecta? no gana acaso una discusión aquel que deja a su adversario lagrimeando y con temblor de labio inferior? Pues hala. Menos argumentación sólida y más alegar que se nos ha aparecido Unamuno en sueños. Y a pegar patadas, si no funciona.