Purranki Sandongui ha colaborado antes con Almacén en su columna Zasnujismo. Además publica la bitácora 3l Potadero de Bleturge. Su columna aparece los viernes. Esta sección dejó de actualizarse en julio de 2008.
Dejar o no dejar sonar el despertador más allá de lo razonable. Y saltar de la cama con cualquier pie pero encontrar o no encontrar las zapatillas, y elegir mear o lavarse los dientes y posteriormente raudo café o imbécil zumo de naranja, elegir entre una terna de remeras y otra terna de polleras, y bajar por las escaleras o bien por el ascensor.
Hasta aquí llevamos cinco elecciones simples y dos triples, lo cual da dos a la cuatro por nueve igual a 144 formas distintas de levantarse antes de pisar la calle o pisar un excremento en ella sito, antes de llegar a tiempo al autobús o no llegarle, antes de hojear clásicos harlequin o el almuerzo desnudo, antes de realizar nuestro cotidiano trapicheo de droga a la puerta del colegio, de camino al banco donde sellamos y denegamos aleatoriamente hipotecas, tratando de perdernos más y más en el jardín de senderos que se bifurcan.
Calculo que hacia mediodía lo improbable de nuestra situación está en el rango de uno entre diez a la nueve. Recordemos que la máquina de café del trabajo contiene 10 selecciones con mucho poco regular azúcar y además se puede poner extra de leche. Eso por sí solo ya son 60 elecciones más.
Al llegar al final del día tenemos un pequeño factorial de improbabilidad building up detrás de nuestros cerebelos, a punto de estallar de puro improbable y divergente. A duras penas somos capaces de enfrentarnos a nuevas decisiones, ir al supermercado y tener que enfrentarse a miau rianxeira nely condis es una auténtica pasada. Y perderse en la glorieta de los lácteos. Y anonadarse en el valle de los congelados. Optar de forma completamente inercial por restos de turrón navideño en oferta quince por uno, volver con el carrito lleno de improbabilidad, de azar, cruzar en rojo porque un riesgo más poco importa, ser despedazados por el techo y el enlucido, por la opresión del telediario donde se nos muestran cosas que afirman ser noticia, ser relevantes, ser poco probables. Qué sabrán ellos la suerte que hemos tenido todos, la mala o buena suerte.
Oprimidos por este pesar insoportable es como reducimos al final del día todas nuestras opciones en una sola, escogemos postura soñarreril, abandonamos nuestro albedrío que de tan poco nos sirve, rechazamos la proposición mayor, le damos a cada cosa la importancia justa: ninguna. Y dormimos.
2006-04-23 05:14
Y, si me lo permites, añade a eso el estar enamorada. ¿Me ama, no me ama? Eso, cada segundo. No te puedes imaginar lo que tardo en alcanzar el sueño.
Por fortuna, no tengo pesadillas.
Un saludo.