Purranki Sandongui ha colaborado antes con Almacén en su columna Zasnujismo. Además publica la bitácora 3l Potadero de Bleturge. Su columna aparece los viernes. Esta sección dejó de actualizarse en julio de 2008.
A modo de breve guía práctica, y porque me ha escrito gente que lo viene necesitando, paso a detallar un breve resumen de todo lo que se puede hacer durante el proceso de levantado normal de una persona, o como dicen en Málaga, “la alevantáa”.
Todas estas acciones o accidentes hay que realizarlos en un lapso flexible pero mensurable, aunque de forma no necesariamente voluntariosa ni ordenada. Poco a poco, arbusto, hay que predisponer el espíritu hacia un estado cada vez más voluntarioso y ordenado, porque de lo contrario la sociedad pensará de nosotros que somos unos drogadictos, unos dejados, unos depresivos, unos jilandris, o una combinación de estos y otros dones.
Otras cosas a tener en cuenta una vez concluida la “alevantáa” son la eliminación de los canales marcianos dejados por los pliegues de la almohada en nuestra alba faz, o por ejemplo el peinado de remolinos capilares, la deslegañación ocular, la limpieza de la babilla coagulada comisuril, el no salir con el albornoz de la ducha hasta la calle.
Se trata, por todos los medios, de impedir que el prójimo anónimo nos imagine lúbricamente encebollados entre las sábanas hace tan sólo unos minutejos. Se trata de impedir que el enemigo piense que dormimos, que poco a poco se vaya amoldando a nuestro ritmo y controlando nuestros horarios y recorridos, amartillando sus fierezas para extraernos muestras de tejido conjuntivo durante el sueño y clonarnos en forma de cochinillos que gritan constantemente con platos clavados en la txepa.
Trátase pues de parecer alerta y despierto y de que no se note la resaca ni las lágrimas vertidas amargamente durante la noche. Que no se note la felicidad intercambiada en la bañera ni el tatuaje reciente, ni que todavía llevamos ropa interior de chica y somos a la vez eurodiputados.