Purranki Sandongui ha colaborado antes con Almacén en su columna Zasnujismo. Además publica la bitácora 3l Potadero de Bleturge. Su columna aparece los viernes. Esta sección dejó de actualizarse en julio de 2008.
Hay quien necesita de la oscuridad total y del silencio para poder dormir con facilidad. Yo discrepo. Lo que necesitan las personas es ausencia de estímulos. Dicha ausencia se puede conseguir de una forma pasmosa en el cine. Cuanto más trepidante es la acción y más bofetadas pega Steven Seagal, por ejemplo, más ñoña me entra. La razón de este aturdimiento es la defensa natural. Cualquier organismo sano sabe que es preferible entrar en coma antes que tener que aguantar a Steven Seagal. Es él clásico desmayo por dolor que conocen tan bien los médicos que a lo largo de los años han ayudado a los torturadores. No todos los médicos son voluntarios de la Cruz Roja, amiguitos.
Supongo que el efecto es algún tipo de alarma que salta en el cerebro y que tiene que ver con el máximo número de zarandajas que se pueden aguantar por minuto.
Me explico: entra Steven Seagal y dice algo de un maletín.
Steven Seagal no besa jamás a la chica. Ni Jackie Chan. Pero es que Steven Seagal ni siquiera le sonríe. Y una chica se merece una sonrisa de vez en cuando.
Pero no puede ser porque Steven Seagal sólo tiene dos expresiones: fruncir el ceño y no.
Y eso es una tragedia.
Así que yo me dedico a mirar cómo él frunce el ceño cuando algún personaje secundario le explica cosas increiblemente complejas acerca de un maletín, la policía, una bomba, espinaje industrial de las colchonetas del mar muerto y las mandarinas turcas. Y yo frunzo más el ceño. Y al final opto por no fruncir más y parpadeo durante lo que me parecen ser dos segundos y son 90 minutos y me despierta un anuncio gritón de los de tener fe ciega en el poder de Calgón Antical. Y es entonces cuando lo entiendo todo.