Purranki Sandongui ha colaborado antes con Almacén en su columna Zasnujismo. Además publica la bitácora 3l Potadero de Bleturge. Su columna aparece los viernes. Esta sección dejó de actualizarse en julio de 2008.
Uno sabe que domina otro idioma cuando empieza a soñar en otro idioma. Por ejemplo, vengo de pasar el rato tratando de expresarme en caldeo, tratando de que no se note el delicado acento pastún adquirido durante años de comercio por la ruta de la sal. Las personas habitantes de mi sueño querían timarme con unas lanas teñidas de Samotracia que eran evidentemente de Gerbia. Y todo el mundo sabe que las telas de Gerbia destiñen. Sus pretendidos tintes no son tales sino que son simples pigmentos sin estabilizar que desaparecen a los pocos lavados. Las telas de Samotracia, sin embargo, han sido hervidas repetidamente, y lavadas entre medias para eliminar el exceso de tinte. La calidad, como se ve, es muy diferente.
Es sin embargo, difícil tratar de hacer valer la superioridad en el trato comercial que deriva de este conocimiento técnico de los tintes mientras no se cuente con un acento y maneras adecuadas a la ocasión. El lenguaje de signos para el regateo, la habilidad para escupir entre los dedos de los pies como gesto de desprecio, el hecho de saber cuándo hay que parar y subir los odres de nuevo en el camello haciendo el gesto de irse, todo eso no es nada sin el correspondiente deje caldeo.
Tengo miedo de que me descubran y que todo el material quede en la frontera. Son tiempos convulsos. El recorrido que antes se realizaba en un mes es ahora un viaje de medio año. Las caravanas han de evitar ciudades antaño florecientes y atravesar territorios inhóspitos de los que no es posible sacar ningún provecho. Y el margen de beneficio final es tan irrisorio que en ocasiones saldría más a cuenta devolver la sal al mar antes que venderla a ese precio.
A todo eso no ayuda una pronunciación deficiente. Es por eso que tanto de noche como de día nuestra preocupación ha de ser constante. No es suficiente con parecer un taimado vendedor cainita. Hay que convertirse en él. Cantarse a sí mismo las mismas nanas que cantan las madres caldeas a su estirpe, para mejor dormir el mismo sueño que sueñan todos los capitanes del desierto. Para soñar de noche en la misma lengua que retorcemos de día. Para que el fuego de nuestra fogata nos caliente sin descubrirnos.