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Transtornos del sueño por Purranki Sandongui

Purranki Sandongui ha colaborado antes con Almacén en su columna Zasnujismo. Además publica la bitácora 3l Potadero de Bleturge. Su columna aparece los viernes. Esta sección dejó de actualizarse en julio de 2008.

Es la hora de los mamporros

Antes, cuando los cines eran de sesión contínua, era posible comprarse dos cervezas calientes y bebérselas feliz antes de apoltronarse en posición fetal en algún asiento. Calefacción, lavabo y triple sesión de cine de hong kong. Un hombre no puede aspirar a otra cosa mejor. Golpe en la pequeña china. Los primeros Rambos, aquellos en los que defendía al noble pueblo talibán con unas flechas de punta (absurdamente) explosiva.

Al final salía uno con la sensación de no entender nada de la vida, pero habiendo dormido bien al menos unas horas y, desde luego, siendo menos atontao que los lumbreras que hacen todas esas películas cada año.

Como ya no existe ese chollo de la sesión contínua ahora cuando acaba una peli te vienen a despertar y te dicen que te tienes que ir. Es inútil alegar que no has mirado la película porque te has dormido (voluntariamente o no) al llegar a la cuarta escena. Aquella en la que el protagonista, armado con unos plátanos maduros, aterroriza a toda una hermandad mafiosa durante la fiesta de la cosecha. No importa. Por muy difícil de creer que sea, resulta que en los cines se paga por la butaca, no por la película. Es un punto de vista inusualmente pragmático acerca de eso que otros llaman séptimo arte. Por lo visto el cine como entidad física conoce lo que es el cine como información.

Las alternativas a este homelessismo no son muchas, y ninguna tan satisfactoria. Se debe rechazar el rosario perpetuo porque, aún reuniendo las condiciones de alienación, sonsonete arrullador y semipenumbra, resulta que hay que estar de rodillas y eso es un inconveniente mayor. Además, la calefacción no es tan buena como en el cine. Las conferencias y clases son útiles sobre todo durante el pase de diapositivas o powerpoints. Se apagan las luces y se habla de cosas que nadie entiende muy bien y tampoco importan demasiado. Se parece en algo al cine malo. En este caso el fallo es que, por algún motivo el profesor o conferenciante se siente en la obligación de reclamar tu atención como si le perteneciera por derecho.

La única alternativa que quizás sea viable es eso de las cintas de idiomas. Son mucho mejores que las de relajación, y se hacen frases sencillas que casi siempre hablan de que John habría ido al cine si hubiera venido Jane. se pueden ir refunfuñando a medida que caemos blancos y puros como flores de cerezo.

Purranki Sandongui | 27 de enero de 2006

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