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Transtornos del sueño por Purranki Sandongui

Purranki Sandongui ha colaborado antes con Almacén en su columna Zasnujismo. Además publica la bitácora 3l Potadero de Bleturge. Su columna aparece los viernes. Esta sección dejó de actualizarse en julio de 2008.

Endulzando el despertar

Muchas de las cosas que se le pueden hacer a un durmiente están cobardemente prohibidas por la convención de Ginebra, pero aún quedan algunas que son divertidas y que se basan en alterar la psique del sujeto. La psique o la estructura ósea o las gónadas, se puede ser todo lo crudo que uno quiera.

Una de las características menos comentada, por obvia, del estado de sueño o soñil, que así es como se le llama en ciencias, es que “no nos coscamos de lo que pasa en nuestro derredor”. Conocido es el hecho de que podemos derrotar a cualquier enemigo, por fuerte y bien parecido que sea siempre que le majemos la cabeza con un bloque de hormigón mientras duerme. Quisiera remarcar con esto que es una situación de vulnerabilidad e indefensión. Tanto frente a los eventuales bloques de hormigón como frente a los renegríos corasones que, en última instancia, los animan y los dejan caer repetidamente sobre nuestros parietales mandando al trate todo lo que con tanto esfuerzo hemos aprendido en estos años, afluentes del Ebro inclusive. Todo eso se perderá como lágrimas en la yuvia. Ay.

Casi todo el mundo conoce la leyenda esa de que si se le meten a alguien los dedos en un vaso de agua el alguien ese se pone a soñar que está nadando en una piscina municipal y se mea. Es verdad. Pero tiene mucha más gracia la técnica del goteo. Mediante un hilo de lana y un cubo de fregar hábilmente dispuesto, podemos lograr que cualquiera se despierte completamente empegostiao de tang de naranja.

Si es en el campo y hay tiempo y tang de naranja, las hormigas pueden ser unas aliadas excelentes. Y cualquier otro insecto, sabandija o tejón epiléptico. Sólo hay que acordarse de cerrar bien la tienda con el candao y emprender ese modernísimo trekking tan interesante que nos llevará toda la mañana y hasta bien entrada la tarde.

Luego está eso tan típico de depilar una (1) ceja, o embetunar de crema depiladora cualquier superfície corporal y dejar la crema actuar durante “hasta que se despierte”, en vez de los cinco minutos de rigor. Pocos lo saben, pero en el neceser de una mujer hay potencial para perforar varias cubiertas del Nostromo en rápida secuencia.

Si se puede cambiar de sitio a la persona porque está, por ejemplo, dormida en un coche, la broma resulta de una obviedad insuperable. Basta con no escatimar en peajes para darle un despertar andorrano, cunetero y con un euro veinte en el bolsillo a cualquiera.

Por ejemplo.

Si el motivo de que la persona esté dormida es un coma etílico, se puede optar por tatuarle una poya en la frente, o una versión personalizada de la puta de la cabra en la espalda, o por vestirle de lagarterana yeyé y recrear los momentos más impactantes de la película “si yo no soy Curro Jiménez qué hago con este trabuco”. Obra maestra del porno existencial-historicista.

Estas y otras tradiciones se perderán como lágrimas en la lluvia porque ya nadie hace la mili y la única manera de fastidiar a la peña es mediante complicadas mañas pseudo publicitarias. Por mi parte pienso que es mucho mejor acertar en un blanco de mayor tamaño. Y en la mayoría de los casos el cuerpo es más grande que la psique. Y no me vengan con lo de que son cantidades heterogéneas porque ya saben a lo que me refiero.

Purranki Sandongui | 16 de septiembre de 2005

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