Purranki Sandongui ha colaborado antes con Almacén en su columna Zasnujismo. Además publica la bitácora 3l Potadero de Bleturge. Su columna aparece los viernes. Esta sección dejó de actualizarse en julio de 2008.
El día en que Liborio G murió escachado por una camioneta de frutas del bosque había dormido con la placidez que se supone reservada a los niños de corta edad.
Endeluego resulta que los niños de corta edad chillan por la noche como animales de granja, y que los sueños que anuncian tu muerte los lleva soñando, extrañadísimo, un charcutero normando durante catorce años sin tregua.
Esas y otras consideraciones parecidas son las que podría hacerse Liborio G. en su tranquilo, inexorable, camino hacia la camioneta escachadora: Si es más conveniente saber cuantos minutos nos quedan y cuál será el particular disgustito que nos provocará la muerte o, por el contrario, si es mejor vivir en una incertidumbre enajenada, sustituyendo progresivamente la confianza que da la fuerza intoxicante de la juventud por drogas cada vez más simples y devastadoras. Empezar por el crack y acabar con el tabaco. Como los yonkis venerables que sólo fuman ducados y se drogan con anís. Esos ojos, que han visto tantos camellos púrpuras charlando con mandolinas rubias, se han de secar con serrín de bar, con gominolas compradas en las tiendas de las gasolineras.
Creo que ahí he expresado exactamente lo que quería decir.
Quería decir que con frecuencia, la elección no es una elección real. Como casi todas las cosas, nuestro criterio depende de una particular química cerebral y de las malformaciones adquiridas durante la educación. Liborio no elige sus sueños, ni el charcutero que es su espejo. Y el furgonetero escachador lo único que tiene que hacer para que todo salga bien es dormirse al volante que hace sueño porque hay que madrugar para hacer bien el reparto.
2005-09-30 01:50 Ay, qué verdad es. Yo duermo como un niño chico, cada cinco minutos me despierto llorando.