Purranki Sandongui ha colaborado antes con Almacén en su columna Zasnujismo. Además publica la bitácora 3l Potadero de Bleturge. Su columna aparece los viernes. Esta sección dejó de actualizarse en julio de 2008.
Claro que yo ya había pensado en ello. En cada ocasión, en cada parlamento, en cada lancha motora siempre ha habido alguien que ha caido roque. El abuelo frente a la tele, el currelo mirando a través de la ventanilla con la vista desenfocada. Gente de todas las clases sociales y tonos de gris en la conciencia. Todos duermen perfectamente inmunes a remordimientos y prisas. Gente que se ha de examinar del carnet de patrón de yate y que sin embargo duerme a pierna suelta, tan tranquilos, el día anterior. Y gente que, de pie en lo alto de un escabel, con una milhoja en la mano y un chimpancé enloquecido mordiendole las tibias, aún así es capaz de conciliar el sueño reparador ese.
Y sin embargo, heme aquí, el más virtuoso entre los hombres, el más sencillo. Sólo porque me he metido un par de lonchas de drogaina que no me duermo y que no.
A mí para dormir me hace falta un vecino que tenga una taladradora o un buen concierto de música house. Y meterme dentro del bafle. Necesito, entiendan esto, algo que me resista. Algo que se oponga a mi voluntad de dormirme igual que es necesario un colchón para oponerse al peso de los cuerpos derrengados sobre él, y finalmente, un despertador que se oponga al proceso en sí de dormir, porque, como todos, yo también he de salir cada mañana, drogado y haciendo striptis a cometer asesinatos y daños contra la propiedad privada.
Qué bendición sería un perro ladrón y bullanguero! qué maravilla un vecino trompetista, un pequeño butrón, una avalanchilla de cencerros. Con qué pasión me entregaría yo al ejercicio de mantener la cordura en mitad de la tempestad, de mantener la calma en mitad del desaguisado. Qué bien me iría yo a dormir mientras se inunda el piso por culpa de un escape de agua, o mientras silba la espita del gas y comienza al mismo tiempo una fiesta de jugadores de mus gritones y fumapuros en el cuarto de la plancha!
Pero así no hay ni modo. No puedo soportar la ingravidez silente y aterciopelada de una alcoba standard. Es justo como cuando los dos protagonistas de una peli de miedo, en mitad de la normalidad más absoluta deciden echar un kiki en mitad del lago. Todo es normal pero sabes que algo no anda bien, que habrá que ir a buscar a Jack o algo parecido, y que algo terrible está a punto de suceder. Y así no hay forma.