Purranki Sandongui ha colaborado antes con Almacén en su columna Zasnujismo. Además publica la bitácora 3l Potadero de Bleturge. Su columna aparece los viernes. Esta sección dejó de actualizarse en julio de 2008.
Hay unas pocas metáforas de esas que son verdaderas. El Borges enumeraba tal que así: las mujeres y las flores, la vida y el río, las ensaimadas y el peinado de Leia Organa.
A mí me parece que una metáfora igualmente adecuada podría ser la que lleva de la muerte al sueño. Dormirse es morir, perder el conocimiento es no existir. Nos identificamos con nosotros mismos cada mañana gracias a una memoria deficiente y edulcorada o amargante. Pasamos por alto las horas inmediatamente anteriores porque estamos acostumbrados a ello. Nos ponemos en marcha ignorando el vacío que acabamos de abandonar.
Naturalmente, el vacío no es perfecto. Existen los sueños. Ahí es donde la metáfora chirría. Normal. Todas las metáforas, incluso las perfectas, tienen una extensión tirando a tacaña. Dejan de funcionar sin previo aviso cuando se pasa una línea invisible. Y eso sucede porque metáfora es otra palabra para decir mentira. O, más exactamente, es una de las maneras de convencer a alguien de una falsedad. Ponerlo bonito para que se lo crea alguien.
Y sin embargo, a pesar de todas las mentiras, las mujeres al fin y al cabo, comienzan a ser interesantes en tanto en cuanto no son flores, y no tendría gracia que la vida fuera exactamente un río hacia palmarla o hacia ver la tele en el asilo o hacia algún otro lado igualmente inquietante.
Los sueños, igualmente, desmienten eso de que dormirse es morir. Aunque creo que no van tan en contra de la muerte aparente del sueño profundo, sino más bien en contra de esa otra vida aparente que interpretamos a diario.
Quizás la propia vida lleve el nombre de algo que quizás deba ser otra cosa. Mucha gente se enriquece planteando ideas inverosímiles acerca de la verdadera vida precisamente porque resulta evidente que esta vida no puede ser verdadera. No puede ser toda la que hay.
Sobre todo cuando la comparamos con nuestros sueños.