Esta vez era con focas. Era un sueño muy curioso en el que había focas con colores primarios. En muchos sueños tengo sensaciones nintendo. Me da la impresión de que llevando a cabo una secuencia de acciones por determinar podría pasar de pantalla. Pasar a un plano superior de la existencia, como si la vida fuese un juego de esos para procesador de ocho bits.

A lo mejor era por lo de los ocho bits, pero las focas eran de colores primarios. Rojo, verde, azul. Yo tenía que recogerlas y subirlas a bordo y conseguir que se estuvieran quietas. Para quien no lo sepa, las focas son como una especie de perro hiperactivo y a veces no hay manera con ellas. Además, suelen estar mojadas y nadan bastante bien. Es difícil capturar tres o cuatro a la vez.

El barco era un velero de los de antes, con treintayseis mástiles casi todos con sus velas. Entonces a los del barco les pasaba como a los jubilados que miran las obras, que se vuelven expertos después de toda una vida de torpeza invencible. Y decían “coge primero la roja que es la que manda”, o bien “tienes que soltarles una plancha de aluminio y ya verás como se suben”. Yo no entendía nada, y me agobiaban mucho estos comentarios así que les tiraba sardinas crudas con resultado desigual.

Yo es que no sé si el cerebro se recompone o se descompone soñando estas chorradas. Me he levantado super cabreado contra el mundo y con un cansancio tremendo.