Purranki Sandongui ha colaborado antes con Almacén en su columna Zasnujismo. Además publica la bitácora 3l Potadero de Bleturge. Su columna aparece los viernes. Esta sección dejó de actualizarse en julio de 2008.
La mejor manera de caer en un sueño más profundo es resistirse. Eso lo sabe todo el mundo. Para eso usa la gente los libros o el crónicas. Uno trata de prestar atención mientras Amanda Gullimp o el Dosto nos van dando el palito, y para cuando uno se da cuenta de que ha leido tres veces el mismo párrafo sin entenderlo, o bien cuando parece que Amanda Gullimp dice cosas por encima de nuestro nivel de comprensión, pues entonces toca irse a la durmi.
Una vez en la durmi y especialmente ahora aprovechando la ola de entretiempo, lo que es muy interesante es dejarse una patorra por fuera, o mejor los dos pies. Es muy importante, ya diré el porqué. Uno va entonces aconsejando el sueño y delirando un poquito, pensando en cosas del tipo:
-Habría que inventar algo para atrapar un cubo con una larga lengua vegetal
o del tipo:
-Cómo me gustaría patinar por una luenga lista de asfalto vitrificado
Este tipo de pensamientos redundan al final en sueños tan grasa como los demás, pero ayudan a mantener la ilusión, que es algo fundamental si uno quiere sugestionarse para dormir.
Cuando uno ya está casi permanentemente obnubilado en sandeces damasquinadas y piensa ya pocas cosas cotidianas y ni siquiera se acuerda por ejemplo de cómo se llamaba la tercera novia de spiderman, toca entonces poner en práctica la maniobra magistral.
La maniobra magistral consiste en taparse los pies. En efecto: lo que nos mantenía en el albur del sueño sin dejarnos margullar en él era exactamente la levísima incomodidad causada por los pies fresquetes. En cualquier momento que nos tapemos con “la mantita” podremos oir como caemos violentamente en el sueño más profundo, con un cataplún que de ser audible nos despertaría a nosotros y a todo el barrio.