Supongo que no os he hablado de la vida secreta de las ciudades. En el campo también pasa, supongo, pero a menor escala. El campo es un sitio raro. No sé nada de campo. Por ese motivo, nadie debería vivir en el campo. O bien todos deberíamos vivir en las ciudades y las ciudades entonces serían el campo. O al revés. Da lo mismo. Lo que quería decir es eso de que la gente duerme cada vez menos, pero desde una óptica un poco más relajada. No estoy completamente seguro de que toda la gente que se cruza uno de noche sea exactamente insomne o dipsómana.

O más bien: salvo raros casos de fornido sonambulismo, todas las personas que nos encontramos en la calle caminando y de noche son insomnes. Quizás lo sean por propia voluntad, pero es igualmente insomnio, o insomnitud. Insomnitucia, por acuñar un término correcto.

Cuántas veces no me habrá pasado a mí lo de ir en el autobús nocturno siguiendo mi ruta secreta desde el bar hasta mi casa y descubrir a una señora que a las 4 de la mañana se sube al autobús con un carrito de la compra tan grande como R2D2 y bien repleto de lechuguita fresca y recién comprada. Dónde la ha comprado? a dónde va? qué es lo que ocurre?

O ese otro señor que pasea el perro de madrugada. No es un señor. Hay un montón de señores que pasean o hacen como que pasean a sus perros. Son espías de índole internacional pero de bajo rango y se dedican a espiar a gente normal por los barrios. Se trata de un extraordinario caso de perros con insomnio y de dueños ultracomplacientes o es, justo al contrario, un caso de dueños insomnes y de perros martirizados?

O hacer footing. Es cojonudo hacer footing a las cuatro de la mañana, bien provisto de walkman amarillo y de cinta azul para el pelo, una centella fantasmal salida de los años 70. Se trata de Uri Geller que se esconde en un búnker estupendo y sólo sale de noche y a mear?

Podría ser que toda esta gente siguiera alguna extraña conspiración estilo Cope y fueran templarios o seguidores del Hespérides Fútbol Club a la espera de un viento favorable, un golpe de mano, una conxorxa petante. Podría ser que no fuera así y entonces yo dormiría más tranquilo y no tendría que justificar mi lamentable hábito dipsómano con la triste excusa de vigilarles.