Purranki Sandongui ha colaborado antes con Almacén en su columna Zasnujismo. Además publica la bitácora 3l Potadero de Bleturge. Su columna aparece los viernes. Esta sección dejó de actualizarse en julio de 2008.
Hay una cosa que se llama el sueño americano y que no tiene nada de americano. Sucede también en Granollers, lo he comprobado. Se llama meritocracia y consiste en la teoría según la cual cada uno va ocupando su lugar en la sociedad en función de sus méritos y no por nepotismo, maquinación u otros métodos. La gente le dice a sus hijos que estudie, que tendrá un futuro. Y dice “qué listo” cuando ve a Mario Conde o a Julián Muñoz por la tele. O algo parecido.
No hay mucha diferencia con la idea de que cada cual está en el lugar que está porque lo ha puesto el ser superior, y allí morirá porque es el orden de las cosas. No digo que no haya diferencia, sino que ésta no se da en la práctica. Las cosas inexistentes suelen ser también invisibles. Excepto en el caso de que sean alucinaciones. O sueños, claro está.
Mediante el bello sueño de la meritocracia se puede transformar en complejo de culpa el hecho de no progresar económica, social y también desde el punto de vista del karma. La frustración, como la energía, no puede desaparecer sino transformarse. La manera de sublimar la frustración por nuestra posición social es pensar que la estructura vertical de la sociedad es inevitable y que además los que estan por encima han llegado hasta allí por ser más listos o más zorros, según sea.
Como esto al final no sucede y las ideologías han muerto o nos las han matado, no sabemos a qué atenernos, y supongo que preferimos no despertar, o bien hacer un sueño dentro de otro sueño y pensar en posibilidades abiertamente irreales, como que te toque la lotería o robarle la furgoneta al Dioni. Se haría difícil la vida si no fuera concebible ni siquiera la posibilidad de escape. De ahí los programas concurso. Euros euros dubidú, si no los quieres allá tú. Dubidú.