La luz que brilla con el doble de intensidad dura la mitad, o algo por el estilo. Es algo sabido que casi todas las formas de vida son tanto más longevas cuanto menos gasto hagan en el día a día. Muchos lamas gordinflones confiesan off camera que el verdadero sentido de su larga vida no consiste en obtusos ejercicios de yoga de los cuales no conocen ni el nombre, sino más bien en no haberle dado nunca un sólo palo al agua. La mendicidad santurrona acompañada de la confesión de que realmente estos seres pretenden no albergar ni un sólo pensamiento en su cabeza es la confesión más descarada que se puede realizar de que el ideal de existencia es un líquen de esos que cubren los pedruscos.

En crecer hasta cubrir la extensión de un palmo estos seres (los líquenes) pueden emplear algunos cientos de años. Se trata de tomarselo con calma. Propongo ser una forma de vida poco organizada y poco ambiciosa, poco prolífica y muy longeva. Lo más parecido a un lama, incluso en el color anaranjado cobrizo.

Las plantas son las santas a las que nadie reza, que decía aquel. Se trata entonces de buscar la santidad y quedarse quieto conviviendo simbióticamente con el pie de atleta hasta que el ácido excretado por los hongos de nuestros pies ataque al pedrunco donde nos hayamos sentado. El plan es entonces aprovechar los minerales liberados por ese ataque y en un esfuerzo ilógico y silencioso hacer la fotosíntesis generando suficientes nutrientes para nosotros y para nuestro hongo simbionte.

Ni que decir tiene que llegados a este punto el pensamiento y los ciclos REM y RAM son un lujo innecesario. La idea es convertirse en una roña peluda que le sale a las piedras y poder pasar así la eternidad dotando de un nuevo significado a la palabra “aburrido”.

Purranki