Purranki Sandongui ha colaborado antes con Almacén en su columna Zasnujismo. Además publica la bitácora 3l Potadero de Bleturge. Su columna aparece los viernes. Esta sección dejó de actualizarse en julio de 2008.
Siempre me ha extrañado la dicotomía copiada del platonismo que separa la mente del cuerpo. Me parece una distinción innecesaria. Después siempre hay que ir trampeando arriba y abajo acerca de qué pasa con los pollos esos que siguen corriendo un rato después de que les corten la cabeza, o esas leyendas gore acerca de si a los guillotinados les daba por poner caras raruncias o quizás por revelar confiando en un experto lector de labios algún nuevo remedio homeopático, como el litio.
Para evitar estas y otras zarandajas fue que se tejieron los primeros cestos y se empezó a atar a los pollos antes de degollarlos. A las langostas, en cambio, se las sigue cociendo vivas, y nos da un poco igual porque no tienen cara propiamente dicha y no tenemos demasiada empatía.
En realidad me disgresiono porque el tema que vengo a plantear es bastante sencillo y lo vais a entender enseguida. No tengo ninguna prisa. La idea es sencillamente entender “cabeza” donde hasta ahora ponía “mente”. Retenemos todas las funciones esas de la mente y además salimos ganando unas orejas y unos ojos y nariz y boca, amén de pelos en diversas partes y la posibilidad de realizar muecas horripilantes y otras acrobacias de las cuales la mente era hasta ahora incapaz.
Y digo hasta ahora porque a partir de ahora la mente es la cabeza y punto. Si alguien dice que le duele la mente es que le duele la cabeza. Si a alguien se le pasa por la mente es que lo tiene en algún lugar de la cabeza. No debemos arredrarnos. Nuestra nueva mente hay que afeitarla o depilarle el bigote, dependiendo de nuestro sexo. La comprobación del propio sexo la dejo a modo de ejercicio para el lector.
En definitiva, que la nueva mente es la cabeza, y que su conexión con el cuerpo está clara, al contrario de lo que pasaba con la antigua mente que era un poco así como entelequia.
La conexión de la mente con el cuerpo se llama cuello y es una especie de tubo gordo por el que sube y baja aire y sangre y comida masticada y vómito. Queda clarísimo, y casi todo el mundo sabe dónde está y dónde está el de los demás.
No pretendo con este nuevo granito de arena de conocimiento acabar con la dicotomía entre mente y cuerpo, sino convertirla en algo útil o al menos no-imbécil. No sé si existe una palabra adecuada para “no-imbécil” en la tradición de las ideas platónicas, me parece que faltan casos prácticos.
La utilidad reside en quepodemos decir que estamos dormidos cuando lo está nuestra cabeza. Se nota porque cierra los ojos y a veces hace ruido, e incluso preguntándole a otras personas que hayan visto nuestra cabeza nos lo pueden decir. La cabeza no es como la mente, que es un invento de viejas tras el fuego. La cabeza la pueden ver, e incluso la pueden ver durmiendo. Es por ello bastante inconveniente dormirse si nos sueltan un discurso algo aburrido, porque se puede dar cuenta casi todo el mundo.
La idea que propongo no es en absoluto nueva. Para todo el mundo cabeza y mente es lo mismo. En vano argumentaremos que sólo estaba dormida nuestra cabeza pero que nuestra mente estaba despierta escuchando a nuestro interlocutor e incluso tomando buena nota mental a doble espacio de todo lo que se estaba diciendo. Nadie nos creerá. Esa es prueba suficiente para lo que venía a señalar, gracias.
2007-03-09 08:47
Mi mente nunca puede conocer a mi cuerpo. Aunque se ha hecho bastante amiga de mis piernas.
Descartes.
2007-03-09 11:18
Ve y busca entre los hombres los que tengan mente en lugar de sesos, sentimientos en lugar de corazón. Hasta los gusanos tienen vísceras, pero el alma le ha sido confiada solo a unos pocos.
(Ibn Tufayl ó Abentofail, 1110-1185)