Purranki Sandongui ha colaborado antes con Almacén en su columna Zasnujismo. Además publica la bitácora 3l Potadero de Bleturge. Su columna aparece los viernes. Esta sección dejó de actualizarse en julio de 2008.
Mucha gente me ha escrito preguntándome cuál es la manera más adecuada para preparar un maratón. Como yo soy muy educado y siempre respondo cuando me preguntan aunque no tenga ni guarra, he aquí unos consejos que improvisé sobre la marcha los otros días cuando escogía las lentejas:
Si a lo largo del día no hemos tenido tiempo de realizar los kilómetros necesarios, basta con instruir al musculoso gimnasta uzbeco que comparte nuestro tálamo para que nos realice un interrogatorio malayo, que dícese de aquel, que, una a una, desgrana sus preguntas sobre nuestra delicada conciencia.
En cuanto cerremos los ojos, nuestro uzbeco gañán nos susurrará al oido con ese acento suyo tan arrebatador:
“ya le has dado cuerda al reloj del abuelo?”
Tras unos instantes de estupor, tendremos que hacer las maletas y partir hacia nuestra tierra natal con nuestras viejas maletas de madera y después del transiberiano y de fumar mucho en los andenes podremos por fin llegar y provistos de nuestra llavita, dar la pertinente cuerda con la que el reloj podrá seguir funcionando otras seis horas.
Una vez en casa, y una vez puesto en su lugar (alrededor de la propia persona) el pijama de ositos, nuestro checheno tendrá a bien advertirnos:
“hay que sacar a Toby a que ensucie la acera”
Y con nuestro batín de Sherlock Holmes bajaríamos a la calle y dejaríamos que la naturaleza de nuestro can se encarnara en una fabulosa montonera de mierda que dejaremos ahí mismo a un paso de nuestro propio portal. Para poder responderle a cualquiera que nos diga que por qué no vamos a hacer eso a la puerta de nuestra casa que, efectivamente esta ya es la puerta de nuestra casa.
Ya aconsejando el sueño, con la satisfacción del deber cumplido, escucharemos:
“te has tomado las pastillas?”
Y entonces nos levantaremos y nos tomaremos las pastillas contra el acné, contra el síndrome de Clock, contra la hipertensión ventricular y contra los tics de breakdance ochentero. Y volveremos a ensobrarnos con la intención de que nos franqueen en destino si les peta.
Y entonces, la voz dice:
“has apagado el gas?”