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Textos del cuervo por Marcos Taracido

TdC es un diario de lecturas, un viaje semanal por la cultura. Marcos Taracido es editor de Libro de notas. Escribió también las columnas El entomólogo, Jácaras y mogigangas y Leve historia del mundo [Libro en papel y pdf]. Ha publicado también el cómic Tratado del miedo. La cita es los jueves.

Octulrecturas

Metamorfosis de la lectura (Román Gubern, Anagrama, 2010). Libro muy interesante, con conclusiones sorprendentemente simples. Ya opiné aquí.

Cousas de mortos (Manel Cráneo, Demo Editorial, 2012). Historias cortas en el país de los muertos. Bonita estética de esqueletos, aunque a las historias les falta carne.

El mundo sumergido (J. G. Ballard , Minotauro, 1991). Pues es lo primero que leo de Ballard, y tuve la sensación durante toda la novela de que en la siguiente página iba a pasar algo que finalmente no pasaba. Una manera de narrar muy particular, llena de silencios, de pistas que no lo son. El autor nos introduce en su atmósfera agobiante y sinsentido pero (o quizás y) los personajes son espectros, deambulan sin rumbo ni motivaciones, como niños amanecidos en una isla desierta.

Salpock. O val dos cegos (Álvaro López / Luis Sendón, Demo Editorial, 2012). Le falta peso (argumental, de los personajes) a esta aventura juvenil en cómic.

Magasin Général. Marie I-VI (Loisel y Tripp, Norma Editorial, 2006). Un descubrimiento y una lección. Lo leí casi a regañadientes e incluso el primer tomo de los seis me dejó algo frío: todo parecía demasiado clásico, el dibujo, la historia y el ambiente. Sin embargo, y sin que escritor y dibujante renuncien nunca a esos planteamientos, uno se va rindiendo al magnífico pulso narrativo, a la gloriosa construcción de personajes, a la trama tan tópica como emocionante y deliciosa, tanto que al que escribe se le saltaron las lágrimas en varias ocasiones.

Cómo leer y por qué (Harold Bloom, Anagrama, 2000). Otro descubrimiento, porque a Bloom lo había leído en gran parte de segunda mano, casi siempre desde la opinión de otros y nunca uno de sus textos extensos. ¿Y saben qué? Que se puede discutir su canon, se le puede tachar de anglófilo y de casi cualquier cosa que se quiera, pero este libro tiene una virtud una inmensa virtud: cumple lo que promete su título: el ensayista desgrana título tras título explicando qué le parece esencial en él y por qué su lectura es necesaria.

Sócrates el semi-perro Los tres volúmenes (Heracles, Ulises y Edipo) de Sfar y Blain editados por Sins sentido. Sfar es un genio, y ya. Un sabio capaz de renunciar absolutamente a la pedantería. Una imaginación atroz y un discurso tan lleno de matices y recovecos que jamás puede preverse qué pasará en la siguiente viñeta.

El pecho (DeBolsillo, 2007) y El animal moribundo (Mondadori, 2012). Treinta años (1971-2001) separan a ambas novelas de Philip Roth. Son mis primeras lecturas del autor y no quiero opinar demasiado porque voy a seguir leyéndole y tengo la sensación de que, por un lado, ninguna de las dos novelas son significativas de su obra, y por otro, ambas comparten rasgos y características que estarán también en el resto. El pecho no sé si consigue ser algo más que una broma divertida. El animal moribundo es, sin embargo, una ficción seca, desasosegante, crudísima, en la que el sexo es la materia principal y está diseccionado con la frialdad de un cirujano. Me recuerda a Palahniuk en la visión cínica y descarnada de la sociedad, y a Aira en la construcción de la ficción.

Tonoharu (Lars Martinson, sins sentido, 2012). No queda más remedio que recordar a Guy Delisle y sus cómics documentales… el de Martinson renuncia al ensayo y enmarca su historia en la ficción, y creo que ese es su mayor fallo: como historia de ficción, se lee, pero resulta fría, tanto, sí, como la sociedad japonesa que describe.

Período glaciar (Ponent Mon, 2006) y Prosopus (Glenat, 2003), de Nicolás de Crécy. Que no se diga que no lo intenté. Hubo algo en El bibemdum celeste que me pareción grande, pensé que quizás fui yo un mal lector, así que cuando vi estos dos libros en la biblioteca me apresuré a cogerlos… Y la impresión persiste: parecen buenos, quizás el ambiente, quizás el dibujo, algo resulta atractivo, pero las historias se me caen a pedazos, parecen rodear una idea que no llega nunca a crecer consistentemente.

La huella de Lorca (Carlos Hernandez y El Torres, Norma Editorial, 2012). Inteligente acercamiento de Carlos Hernández a Lorca. El autor escoge varios momentos significativos de su vida para crear estampas breves que van construyendo un perfil del poeta. Muy bonito, y otra buena contribución a ensanchar este uso del cómic como ensayo biográfico.

Los maestros cerveceros (Van Hamme & Vallès, Planeta Deagostini, 2003). Cuatro volúmenes publicados originalmente entre 1991 y 1997, se traza la historia de la industria cervecera belga desde el siglo XIX hasta hoy. Muy interesante, aunque el recurso al culebrón en la trama que argamasa toda la historia es, para mí, excesivo.

Marcos Taracido | 01 de noviembre de 2012

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