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Textos del cuervo por Marcos Taracido

TdC es un diario de lecturas, un viaje semanal por la cultura. Marcos Taracido es editor de Libro de notas. Escribió también las columnas El entomólogo, Jácaras y mogigangas y Leve historia del mundo [Libro en papel y pdf]. Ha publicado también el cómic Tratado del miedo. La cita es los jueves.

Fábula aciaga del libro digital

Entro en la librería. Tras una media hora de búsquedas y ojeos poso sobre la barra de cobro cinco libros; digamos, por ejemplo: una antología de poetas (no escarmiento, no), un ensayo sobre la insoportable sobriedad del ser, dos novelas post-posmodernas y una novela gráfica.

Una amable dependienta de uniforme-mandil verde escanea uno tras otro los cinco libros hasta que se detiene el proceso con el ensayo sobre la insoportable sobriedad del ser, que el lector de barras parece no reconocer; la mujer insiste, pero no hay manera, así que pregunta a la que parece ser su superiora cuál puede ser el problema, y esta, tras comprobar algo en los créditos del libro, concluye: perdón, caballero, pero para comprar este libro ha de ir usted a la tienda que tenemos dos manzanas más abajo, donde, tras rellenar un formulario y hacer una declaración jurada, se lo venderán. No me extenderé aquí en el relato pormenorizado del proceso; diré que pagué con mi tarjeta de crédito los cuatro libros aproblemáticos, que fui con el quinto a la librería de dos manzanas más abajo, que cubrí los formularios y firmé la declaración jurada y que al entregarle mi VISA al librero: Lo siento señor, sólo cobramos en efectivo o con los cupones que puede intercambiar en nuestra sede central, en el barrio judío. Desisto.

Llego a casa con mis cuatro libros recién adquiridos y me dispongo a disfrutarlos. Me siento en el sofá, y escojo, por puro masoquismo, la antología poética. A los quince minutos de lectura un intenso cabezazo cercano al desnucamiento me impele a tomar una decisión: seguiré la lectura en el baño; entro, me bajo los pantalones, me siento sobre la taza y situando los dedos sobre la página doblada en que abandoné la lectura hago el gesto de abrir el libro: pero no se abre; insisto, pero el libro parece haberse solidificado, es imposible abrirlo, como si de un monolito pétreo se tratase. Me levanto sorprendido (no me limpié porque todavía no había hecho nada) y entro en la sala, despacio y ridículamente porque no me había subido los pantalones: y compruebo que ahora sí, el libro se abre normalmente; entro de nuevo en el baño, pasito a pasito, y no se abre. Me subo los pantalones y pruebo en la cocina, en el dormitorio, en el cuarto de invitados… no se abre; en la sala sí se abre; en el resto de la casa no se abre; en la sala sí, en el resto no. Así que me rindo y acabo su lectura en el sofá.

Me despierta el insistente sonido del timbre del interfono. Es un amigo, un caro amigo, uno que no compra un solo libro pero se lleva varios cada vez que viene a mi casa, y para siempre. Pero yo no sé decir que no. Sube, saluda e indisimuladamente me pregunta si tengo algún ejemplar nuevo. Me siento algo forzadamente sobre las dos novelas post-posmodernas y la gráfica al tiempo que le alargo la antología: llévate este, está muy bien. Mi amigo coge el volumen, lo ojea y tras una cabezada que casi lo derriba me dice que prefiere otro, ¿qué tienes bajo el culo?. Descubierto, le enseño los tres libros; me pide la novela gráfica. Entonces ocurre algo sumamente extraño: le alargo el libro, y cuando él intenta cogerlo es incapaz, como cuando quieres juntar dos imanes de polo positivo su mano se torcía hacia el lado contrario, o quizás fuese el libro y la mía los que se movían, no estoy seguro. Probé a lanzárselo, pero nada: de nuevo una especie de campo de fuerza gravitacional impedía que mi amigo se hiciese con la novela gráfica. Desiste. Se lleva las dos novelas post-posmodernas.

Mi amigo me llama por teléfono al día siguiente. Me dice que las novelas post-posmodernas son sumamente raras. Le digo que no tanto, que tienes el cerebro distorsionado por las novelas posmodernas y por eso, pero me interrumpe: que no es eso, que el caso es que sólo puede leerlas en determinada postura, tumbado y manteniendo en posición exactamente perpendicular al suelo, y que si las gira lo más mínimo o se mueve él las letras se diluyen en la pantalla, y que él padece de las vértebras. Cuelga y una hora después está en casa, con las dos novelas post-posmodernas. Se lleva todos mis ejemplares de Los muertos vivientes.

Un mes más tarde estaba yo tumbado con una de las dos novelas post-posmodernas situada en posición exactamente perpendicular con respecto al suelo cuando llaman a la puerta. Abro y una chica de uniforme-mandil verde entra, me arrebata de las manos la novela post-posmoderna, busca y encuentra con rapidez la antología poética, la novela gráfica y la otra novela post-posmoderna y se va. Me importó sobre todo por la antología. No sé cómo voy a dormir ahora.

Fábula aciaga del libro digital, o de por qué si esto no pasaba con los libros en papel tiene que ocurrir con los digitales.

Marcos Taracido | 26 de abril de 2012

Comentarios

  1. Miguel A. Román
    2012-04-26 13:33

    ¡Jé!, pues ya verás cuando decidas sustituir tu librería estilo Luis XVI por otra de diseño isabelino y te digan que tienes que tirar todos tus libros o comprarlos otra vez para que se adapten a la nueva estructura contenedora.

  2. Marcos
    2012-04-26 17:44

    Sí, en parte ya lo contemplé, pero por desgracia la cantidad de absurdos y desaguisados es extensa, y abierta a sorpresas.

    Saludos

  3. María José
    2012-04-27 01:12

    Yo creo que la diferencia es que los que hacían libros en papel los leían y esto no leen.

    Me ha divertido muchísimo.

  4. Carlos
    2012-08-06 18:15

    Muy buena metáfora :)


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