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Román Paladino por Miguel A. Román

Miguel A. Román pretende aquí, el vigésimo octavo día de cada mes, levantar capas de piel al idioma castellano para mostrarlo como semblante revelador de las grandezas y miserias de la sociedad a la que sirve. Pueden seguirse sus artículos en Román Paladino.

Números y letras

Probablemente usted nunca ha oído hablar de Giovanni Magini ni de Wilbord Snellius; y, sin embargo, estos dos sujetos tomaron en su día una importante decisión sobre cómo interpretar determinados signos de puntuación.

Giovanni Antonio Magini fue un matemático italiano del siglo XVI (fue otras cosas, pero en el renacimiento italiano todos eran muchas cosas a la vez) que adoptó por vez primera el uso de los decimales en matemáticas separándolo de los enteros por un punto.

Prácticamente en las mismas fechas, otro matemático, el holandés Willebrord Snel van Royen (Snellius), utilizó también el decimal en sus trabajos de óptica, pero optó por separarlo con una coma.

Así que, por la falta de acuerdo de estos dos señores, el mundo conoció un nuevo cisma: los que separan los miles con el punto y los decimales con la coma y los que lo hacen exactamente al revés. A finales del XVII casi toda Europa empleaba la coma de Snellius, mientras que los británicos, por aquello de ser diferentes, se empecinaron en el punto de Magini.

Por avatares históricos diversos, las naciones hispanohablantes han optado por uno u otro modelo, sumando un grado más de dispersión ortográfica a los ya existentes en nuestro idioma. En general, los países con mayor influencia de EE.UU. utilizan la notación de punto decimal y coma millar mientras que Sudamérica y España lo hacen mayoritariamente al estilo europeo.

Para mayor inri, los españoles, que también somos muy nuestros, hemos venido utilizando hasta no hace tanto un apóstrofo (’) en la posición decimal, no se sabe muy bien el porqué. De hecho, el que esto escribe siguió tal notación durante su estapa escolar. Actualmente está formalmente desaconsejado, tanto en los estilos formales como por las academias de la Lengua Española.

Sin embargo, la RAE admite tanto el punto como la coma decimal (y su contrario en la notación de millares) para dar cabida a la tradición vigente en los paises bajo la disciplina del idioma castellano.

Y, bueno, antes de continuar, alguno estará pensando que qué demonios pinta la RAE en todo esto (y, ya puestos, a qué viene este tema en una columna de gramática). ¿No es la notación numérica asunto de matemáticos y no de lingüistas?

Efectivamente, los mátemáticos, como los físicos, ópticos, economistas y demás profesiones cuya herramienta de trabajo son las cifras, tienen sus convenciones en la representación de números (en matemáticas, concretamente, no debe usarse la separación en grupos de millar, aunque profesores y libros de texto parecen ignorarlo).

Sin embargo, en tanto en cuanto hablamos de grafismos y signos de puntuación insertados en la escritura común, es la ortografía (y la ortotipografía) la que regula el uso general.

Mas, en este asunto, por encima de las academias y órganos lingüísticos, está la Oficina Internacional de Pesos y Medidas y otros reguladores de estándares, como la ISO. Pues bien, estos organismos de ámbito internacional aceptan, en principio, las dos opciones antedichas, pero añaden y recomiendan una tercera, establecida ya en 1948: separar los grupos de millar por un espacio en blanco (un espacio “fino” en jerga tipográfica), de tal forma que al encontrar un signo de puntuación, sea coma o punto, será inequívocamente el separador decimal:
12 345 678,99

Para mi sorpresa, la última edición oficialista de la Ortografía del castellano, recoge y respalda esta recomendación. Sin embargo, de momento, su uso es minoritario, pese a la evidente ventaja que supone. Tampoco los sistemas operativos de los equipos informáticos parecen tenerlo en cuenta, prefiriendo adaptar la configuración a las tradiciones nacionales de cada usuario.

En cualquier caso, solo debe introducirse un separador cuando el guarismo represente una cantidad o valor, y no una codificación establecida. Además, no debe utilizarse cuando los dígitos sean solo cuatro.

Explícitamente no se ha de usar separación:

  • En el caso de los años de calendario (2012, 1914, 1300 a.JC.), aunque sí puede hacerse si indica una cantidad de años, al menos si se usan más de cuatro dígitos: El paleolítico medio comenzó hace 40.000 años
  • En los números de página, verso, artículo, ley o decreto, etcétera (al igual que en el caso anterior, sí se podrá hacer cuando indiquen cantidad).
  • En los números de calle o código postal
  • En los códigos numéricos como CIF, NIF, normas ISO o UNE, signaturas, ISBN, etcétera.

Por otro lado, en un estilo correcto de escritura se prefiere emplear la expresión numérica en palabras antes que en dígitos. Como ya digo, es una cuestión de estilo, quedando a criterio del autor si el contexto, la claridad y el destinatario hacen preferible una u otra fórmula. En textos técnicos y científicos suele preferirse usar los dígitos, pero también cuando las cantidades requieren un alto número de palabras (trescientos cuarenta y dos mil setecientos ochenta y tres).

Así, en un conocido medio informativo, el periodista (supongo) escribió hace unos días: El 7 veces campeón del mundo ya ha conseguido un podio esta temporada y está en el doceavo puesto con 23 puntos.

Lo correcto en prensa escrita hubiera sido: “El siete veces campeón… con veintitrés puntos.” Al menos los valores pequeños y los que pueden expresarse con una o dos palabras deben escribirse con letras. Pero si optamos, por razón justificada, por el criterio contrario, al menos manténgase consecuente en todo el texto: ”El 7 veces campeón del mundo ya ha conseguido 1 podio y está en el 12º puesto con 23 puntos”.

Y ya que estamos, supongo que alguno ya se habrá dado cuenta, “doceavo” no es la forma correcta del ordinal, sino del fraccionario (doceava parte). Duodécimo (o decimosegundo) es aquí la única opción aceptada. Esta confusión entre el partitivo y el ordinal es enormemente frecuente, tal vez influenciada porque entre el cuarto y el décimo coinciden ambas expresiones: “Se ha realizado un quinto del presupuesto total” y “se arrojó desde un quinto piso”, aunque me temo que también por la comodidad de añadir –avo a cualquier cardinal, sin necesidad de pensar.

Aunque tampoco hay que pensar tanto. La RAE y el sentido común aceptan que, cuando el ordinal va más allá del un límite (pongamos el trigésimo), pueda optarse por escribir con números para tampoco obligar al lector a hacer un ejercicio mental de traducción: “El restaurante está en el piso 52 del edificio” (no “quincuagésimo segundo”), “Es la edición 126 del torneo de Wimbledon” (no “centésimo vigésimo sexta”). Además, pueden emplearse los voladitos º y ª, siguiendo un criterio similar al especificado antes.

Y para terminar con este sucinto repaso de ortografía numérica, me referiré a otra pequeña diferencia de uso trasnacional que tuvo también su origen en el siglo XVII.

Por aquella época, y precisamente por el cambio de estilo en la notación, en Francia e Italia se empezó a hablar de billón, pero no para referirse al millón de millones (cuyo uso ya existía), sino al millar de millones, es decir, una cantidad mil veces inferior. Posteriormente, en los años 60 del siglo pasado, abandonaron ese uso alejado del canon matemático, pero en los Estados Unidos de Norteamérica adoptaron varios usos franceses tras su independencia (intentando alejarse culturalmente de la metrópoli británica), y entre ellos el uso de billón y trillón como mil millones y billón-europeo, respectivamente, y en ello se han mantenido hasta ahora, contando además con la adhesión de otras naciones, entre ellas el mismísimo Reino Unido que, en 1974, decretó que billion significa 1.000.000.000 de unidades.

Actualmente, casi la mitad de los estados del mundo utilizan la denominada “escala corta” (1 billón=10 9) y la otra mitad la “escala larga” (1 billón=10 12), creando cierta confusión en las informaciones, sobre todo en las referidas a las economías nacionales.

En castellano, la RAE ha propuesto el uso de millardo (del francés milliard) para referirse a esta cantidad. A mi juicio es tarea inútil pues, por un lado, no soluciona la semejanza fónica del billion inglés con el billón español; además no es una voz conocida (se registra por primera vez en castellano en los años 90); y, en último lugar, creo que no cuesta tanto escribir “mil millones” en vez de “millardo” o “125.000 millones” en vez de “125 millardos”. Luego, bueno, la palabra es fea de narices, pero eso es una opinión subjetiva y, al menos, no tan abstrusa como aquel meuro (=1.000.000 €) que, demos gracias a Dios, ya casi no se usa.

123.321.123.321.123.321.123.321.123.321.123.321.123.321.123.321.123.321,99

El separador decimal y el de millar en Wikipedia
Resolución 10ª de la Oficina de Pesos y Medidas
El billón según paises

Miguel A. Román | 28 de julio de 2012

Comentarios

  1. Pau Pascual
    2013-06-11 17:32

    Creo que algo parecido ocurre en la notación horaria numérica. Los relojes digitales separan las horas y minutos con ‘:’, por ejemplo, las 17:22. Pero me consta que, como mínimo en catalán, la forma correcta es la separación con un punto, por ejemplo, 17.22. ¿Qué dice de ello la RAE?

    No quisiera invadir tu columna con temas ajenos, pero comento que tengo esta información porqué una vez se me ocurrió crear el “reloj catalan”. En Catalunya hay una forma muy particular de decir las horas, y cuando intenté averiguar cuál era la forma de decir la hora correcta para cada minuto del día no encontré en ningún lugar la información completa. Fue después de publicarlo cuando linguistas y otros personajes se me echaron encima. Finalmente, gracias a la implicación del Institut d’estudis Catalans, (algo así como la RAE de Catalunya), acabamos determinando todas las notaciones correctas e incorrectas para cada minuto.

    Ver: Un rellotge català

  2. Miguel A. Román
    2013-06-12 12:25

    Pau:
    En ese aspecto, la reciente ortografía de la RAE dice “De acuerdo con la norma ISO 8601, para separar los elementos que integran la expresión de la hora deben utilizarse los dos puntos: 13:27. En el uso común, fuera de textos técnicos, es también válido el empleo del punto: 13.27”. Ambas formas son admitidas en el DPD

    Sin embargo, aunque está admitido, el uso mayoritario en castellano (incluyendo, por supuesto, Hispanoamérica) es con dos puntos, seguramente por influencia tecnológica.

    El catalán, evidentemente, no es mi especialidad, pero aunque observo que algunos manuales de estilo admiten ambas formas, el Servei Lingüistic de la UOC solo refiere al punto como separador de horas y minutos.

    Respecto a cómo expresar la hora con palabras, aunque en España el uso común pasada la media hora es decir la “hora-menos-minutos”, en América se emplea mucho “minutos-para-hora”: Quedamos a veinte para las once, es el cuarto para las tres.

    Otra curiosidad es que el español centroamericano prefiere preguntar la hora en plural: ¿Qué horas son?, lo que no está exento de lógica toda vez que la respuesta mayoritaria es “Son las…”, salvo cuando sea “la una”.


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