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Román Paladino por Miguel A. Román

Miguel A. Román pretende aquí, el vigésimo octavo día de cada mes, levantar capas de piel al idioma castellano para mostrarlo como semblante revelador de las grandezas y miserias de la sociedad a la que sirve. Pueden seguirse sus artículos en Román Paladino.

Prefija, autolimpia y da superesplendor

Una de las vigentes batallas de los lingüistas del español es el “preocupante” avance del prefijo super- en boca de los jóvenes hispanohablantes. Las cosas se hacen superbién o supermal, son superbonitas o superfeas y superfáciles o superdifíciles. Cierto: este prefijo de origen latino parece haberse vuelto ubicuo en el lenguaje coloquial, pero un atento repaso a las hemerotecas revela que ya se pronunciaban voces de alarma contra el clítico a principios de los años 90 y aun a finales de los 80. Tal parece entonces que un cuarto de siglo de acoso y derribo no ha logrado hacerle mella –antes bien, se le ve mucho más saludable que por aquellas calendas– y algunos de aquellos jovenzuelos que decían “superbién”, “superdifícil” y “superguay” hoy ejercen profesiones liberales y peinan canas (o cubren calvas) y es su prole la que ha incluido el “superlenguaje” en su jerga.

Sería hora ya de cuestionarlo menos y aceptarlo como un partícipe de pleno derecho de la cosa idiomática, que méritos no le faltan.

Para empezar porta un genoma impecablemente latino y ya eran muchas las palabras del rancio castellano prefijadas con ese super-, tanto en valor de posición por encima (superciliar, superponer, superestructura) como en el de cualidad superior a la normal (superintendente, supernumerario, superdotado, superconductor). La propia Academia lo ha tomado como arma efectiva contra algunas incursiones de términos ingleses y recomienda el uso de supermodelo y superventas frente a “top model” y “best seller” respectivamente.

Aunque su uso más extendido actualmente es como formador de superlativos, compitiendo frente al tradicional –ísimo con algunas ventajas: es menos cacofónico, no genera irregulares y maneja con igual soltura adjetivos y adverbios (superbonito, superbién) como sustantivos (supercocinero, supertrén) e incluso se atreve con los verbos (superabundar, superproducir). Además es bastante útil para indicar un grado extremo en su gama: material superconductor, neumáticos superblandos, papel superfino, supertrasatlántico, supercomputadora; o para enfatizar con exageración o ironía: tenemos un problema supergrande, o sea, un supermarrón.

Pero tolerar no significa licencia para su abuso y menos todavía para un uso incorrecto.

Respecto al abuso, desplaza sin mucho sentido a los adverbios muy (mucho), para adjetivos y adverbios, y gran (grande) ante sustantivos. Es más cómodo, elegante y claro decir muy sencillo, muy sucio, gran abogado, gran viaje,… que prefijar con un “super-” monótono y afectado cuanto lexema se nos ponga por delante, además de preservar la diversidad del idioma que nos legaron nuestros mayores. Un guiño juvenil está bien, pero un exceso desmedido insulta a nuestro intelecto.

Mas, sea como sea, si hemos decidido emplearlo porque “se lleva”, al menos hagámoslo bien. Para empezar no ha de confundirse con el sustantivo súper, gasolina de alto octanaje o apócope de supermercado (o superintendente, para Mortadelo y Filemón), y también es un adverbio que significa “muy bien”: nos lo pasamos súper. Súper es palabra autónoma y debidamente tildada según la regla general. Pero super-, como todo prefijo, es átono y se adhiere a la palabra a la que modula sin guiones ni nexo gráfico alguno, y mucho menos dejando un espacio intermedio:
De nada sirvió […] calzar neumáticos súper duros frente a los súper blandos. (El País)
Consigue Gmail en tu teléfono. Es súper rápido. (Publicidad de Google España)
El último Súper Bote de Euromillones ha caído en España (La Vanguardia)

Y por supuesto no modifica en la palabra “raíz” ni su sílaba tónica ni su grafía, pues aunque algunos prefijos duplican la “r” inicial a “rr”, en el caso de super- es innecesario puesto que aporta su propia consonante: superrápido, superresistente (aunque, ciertamente, el hablante no puede evitar pronunciar con una micropausa, cual si hubiese una r·r geminada). Y, cuando se utilice para nombres propios, se escribirá con mayúscula inicial única: Superbarça, Supernadal, Supergarzón,…


El prefijo auto-, de etimología griega, se emplea para indicar que un agente actúa sobre sí mismo sin intervención ajena: autolimpieza, autobiografía, autofoco, automotriz. No debe confundirse con la apócope auto, de [vehículo] automóvil: autolavado, autoescuela, autostop y autocaravana son palabras compuestas, no derivados prefijados, en las que, por supuesto, no hay acción refleja alguna.

Aunque, como siempre, es razonable no abusar de su empleo, éste es correctísimo y supone una eficiente barrera frente a los anglicismos encabezados por “self-“ habiendo generado una pequeña multitud de términos en los últimos años: autocontrol, autoconstrucción, autoestima, autodefensa, autoempleo, autoayuda, autoservicio, autocopiativo, autocierre,…

No es, sin embargo, aplicable a términos que ya de por sí indican decisión propia: autosuicidio, autosacrificio, autoiniciativa…, ni, por supuesto, tiene sentido cuando el agente causal es externo: Esto provocó el autodesplazamiento de la carga (si algo lo provocó no cabe el prefijo).

Pero el principal problema al anteponer este prefijo es su coexistencia con los reflexivos, ya que ambos pueden indicar acción del sujeto sobre sí mismo y se corre serio riesgo de redundancia. En algunos casos, sin embargo, es indispensable para evitar la ambigüedad frente a la construcción de pasiva refleja:
Para el que se autodenomina “friki”… (aclara que tal nombre lo ha elegido el indivíduo para sí mismo)
El proyecto se autofinancia con las rentas obtenidas (caso límite, puede suprimirse el prefijo, pero lo usa para dejar claro que no hay financiación externa)

Pero en otros casos es inadmisible:
Fue perseguido en su país por el gobierno peronista, razón por la cual se autoexilió en Montevideo, Uruguay (el exilio pronominal es siempre por decisión propia).
Me irrita su manía de autoalabarse (sobra el auto-).
Me he autorregalado un móvil nuevo (solo admisible como ironía)
Televisión Española se autocensuró a sí misma… (horrible tridundancia)

Respecto de esto mismo, escuchaba yo hace unos días sobre la construcción “automedicarse”, razonando que la concurrencia del prefijo y el reflexivo era superflua. Particularmente no estoy de acuerdo en este caso, toda vez que medicar significa recetar y administrar medicamentos. Si alguien está medicándose podemos creer que está tomando una medicación prescrita por un profesional de la salud, mientras que si está automedicándose indica claramente que se ha saltado el trámite de acudir al galeno para que sea éste quien determine el tratamiento farmacológico.


El griego kybernetike (κυβερνητικη), arte de conducir una nave, devino en el verbo “gobernar” a través del latín “gubernare” y todavía hoy, en la mar, el capitán manda pero es el timonel quien gobierna. Pero además, el vocablo griego fue tomado sin intermediarios para generar el término “cibernética” para el estudio del control de las máquinas.

De aquí, y tras otras vicisitudes etimológicas, nos llega el prefijo ciber-, que ya ha quedado irremisiblemente ligado a las actividades informáticas, en especial las que afectan al uso de Internet. Tenemos cibercafés, cibercharlas en cibergrupos, cibercontrol, ciberempleo, ciberadministración, ciberlectores de ciberprensa, ciberalumnos en ciberescuelas e incluso cibersexo y cibercrimen, demostrándose que prácticamente todas las grandezas y bajezas de la humanidad pueden encontrar hueco en el… ciberespacio e integrarse en la cibercultura.

Nada que reprochar a este conjunto de neologismos, forzados por una tecnología que no tenía referentes más aceptables en el idioma. Incluso las academias de la lengua española coinciden en que “se recomienda su uso en la creación de nuevos términos pertenecientes al ámbito de las comunicaciones por Internet”(DPD). No seamos tímidos pues, a la hora de emplear e incluso acuñar léxico que requiera, sensatamente, de este novedoso prefijo. Les apunto algunos todavía poco extendidos:
Cibercompra, adquisición de bienes o servicios a través de Internet
Cibertelefonía, sistema de intercomunicación oral que utiliza Internet como único medio para establecer el contacto.
Ciberatasco, colapso de comunicaciones en Internet por exceso de tráfico.
Ciberocio, actividades de entretenimiento y divertimento realizadas a través de Internet
Ciberputear (vulg.), Ejercer la prostitución o buscar contacto con prostitutas en Internet. // Insultar gravemente por Internet. // Molestar u hostigar a alguien a través de Internet (=ciberacosar)

Eso sí, al igual que en los anteriores casos, ni va separado de la palabra afecta, ni lleva tilde alguna, como tampoco ha de escribirse en castellano cyber- con i griega.


Más de lo mismo:
El prefijo súper- ya en 2001
Auto- en el DPD
Historia y uso de ciber-

Miguel A. Román | 28 de mayo de 2009

Comentarios

  1. Francisco
    2009-05-29 05:11

    Buen articulo.

    Superfragilistico, autoespiralidoso y cibersisimovalioso.

    Saludos

  2. Violeta Punti
    2009-05-31 03:59

    Excelente articulo y de gran utilidad para esas dudas que cada vez nos asaltan mas con tanto ‘superbombardeo’. Saludos

  3. álv
    2010-03-06 12:16

    ¿por qué has escrito “supergüay” ? así con diéresis

  4. Carl_Zagan
    2010-06-18 03:49

    Muy bueno, pero “superbién”, lleva tilde. Lo siento por disentir en cuanto a la escritura de dicha palabra, mas me gustó el artículo.

  5. Miguel A. Román
    2010-06-18 12:15

    Gracias, álv y Carl_Zagan, por hacérmelo notar. Quedan corregidas en el texto ambas erratas (y alguna más).

  6. Eli Pineda
    2011-03-03 01:01

    También se está utilizando el prefijo “hiper” en el mismo sentido de super Ej, hiperbien, hiperbonita, ¿Qué dices al respecto?


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