Miguel A. Román pretende aquí, el vigésimo octavo día de cada mes, levantar capas de piel al idioma castellano para mostrarlo como semblante revelador de las grandezas y miserias de la sociedad a la que sirve. Pueden seguirse sus artículos en Román Paladino.
Leo en un diario de tirada nacional y digital: “Desde hace semanas se viene rumoreando con fuerza en Madrid la posibilidad de que Fidalgo encabece las listas a las próximas elecciones europeas por parte del partido Unión Progreso y Democracia (UPyD) que lidera Rosa Díez, algo que el interfecto ha negado por activa y por pasiva”.
Al principio me inquieto, pues desconocía que J.M. Fidalgo hubiese sido víctima de una muerte violenta, que es lo que exclusivamente se designa como “interfecto”, pero, habida cuenta de que los individuos en ese estado no están en condiciones de negar nada, y menos por activa, llego a entender que lo que realmente sucede es que la persona que ha redactado la noticia desconoce el auténtico significado del sustantivo. Bien está que “interfecto” haya sido utilizado en no pocas ocasiones aplicado a sujetos semovientes como jocosa ironía, pero no estoy seguro de si, en este caso, el autor de la frase carece de sentido de humor o lo emplea como sarcasmo en forma francamente inadecuada. Sea como fuere me sirve para traer a colación algunos dislates y esperpentos repetidamente esgrimidos por periodistas que renuncian a consultar un diccionario o un manual de estilo.
Pero, hablando de interfectos:
— Lo concreto es el asesinato de un arquitecto de Lomas de Zamora, asaltado y llevado cautivo hasta Monte Grande. Allí lo ejecutaron a tiros y luego lo dejaron tirado en la calle.
— Allí lo interceptaron para robarle la pistola que solía llevar en su koala, pero ese día no la cargaba y lo ajusticiaron. Los delincuentes andaban a pie, son del barrio y conocían a su víctima.
Ejecutar y ajusticiar son términos que solo son empleados propiamente cuando un verdugo legalmente designado pone fin a la vida de un reo en aplicación de pena capital. Pero en casos de delincuencia o franca ilegitimidad, los ciudadanos honrados hablamos de matar o asesinar. Es deplorable que un periodista que intente denunciar hechos atroces, caiga en el error de elegir un vocabulario que parece sugerir que los mismos fueran un acto de justicia (si es que la condena a muerte fue alguna vez justa), faltando —supongo que sin querer— el respeto debido a las víctimas de violencia criminal.
Pero el respeto a los muertos tiene otras amenazas:
— El libro acerca al lector a Charlie Rivel […] del que el pasado año se celebraron los 25 años de su muerte.
— En el último entierro, celebrado el pasado 16 de marzo, los familiares del fallecido decidieron cargarlo a hombros.
— …afirmó Peres en un discurso pronunciado con motivo de la celebración del Día de Recuerdo del Holocausto.
Dudo mucho de que, para cualquier bien nacido, la muerte de los judíos y otros inocentes en los campos nazis sea motivo de festejo, alabanza o aplauso, como no lo serán probablemente los otros dos hechos luctuosos nombrados. Se celebran los triunfos, los cumpleaños, las bodas y otros acontecimientos subjetivamente gloriosos, o bien actos públicos o privados (se celebró una reunión) más o menos neutros, pero cuando hablamos de duelos, muertes y desgracias el término apropiado es “conmemorar” —si es en el recuerdo— o bien “suceder”, “ocurrir” o “tener lugar” si fuera suceso reciente, como el sepelio citado. Excepción al caso son las misas funerales, pues la Eucaristía es una celebración por antonomasia, pero incluso en este caso más vale pecar de exceso de respeto y eludir el término para no dañar sensibilidades.
— Las tasas más elevadas de mortandad se concentran en el noroeste del país. Asturias (1.196,4 muertos por cada 100.000 habitantes), Galicia (1.105,2) y Castilla y León (1.097,6) son las comunidades autónomas con los índices más altos.
Me pregunto qué suerte de epidemia, catástrofe o conflicto bélico afecta a dichas comunidades para justificar el uso del término “mortandad”, pues de no mediar una causa común a los fallecimientos, la palabra adecuada para hablar de índices, tasas y porcentajes es “mortalidad”. Se puede hablar de “la mortandad del ganado” debida a una epizootia o la “mortandad causada por un terremoto”, recordando además que su uso lleva implícito un número importante de víctimas. Para el resto de los casos, dentro de una normalidad estadística y causal, se habla de mortalidad, incluyendo las enfermedades que no suponen una virulenta y súbita epidemia.
¿He dicho “virulenta”? mira tú por dónde:
— … mostró su preocupación por el incremento de los robos [de bicicletas para uso público] por encima de las previsiones iniciales y la virulencia con que son ejercidos —entre ellos, el arranque material de los vehículos de los puntos de anclaje y la rotura de los cuadros— respecto a otras capitales.
Virulencia es la capacidad de los organismos patógenos, y más específicamente virus, de dañar a sus huéspedes (con resultado mortal o no) y, en sentido muy figurado, el veneno que pueda destilar un mordaz ingenio por su boca o pluma. Pero cuando el caso que nos ocupa parece deberse al gamberrismo de pluricelulares de dos patas, la palabra correcta es “violencia”. En este caso, me temo que ni siquiera hay un esbozo de sinonimia, sino que es la aparente homofonía de los términos la que induce al lamentable error.
Bueno, dejo ya de hablar de defunciones y violencias…
— Tras el parón de la hora de comer, los actos festivos se reiniciaron a las cinco y media de la tarde con un espectacular desfile.
— La carrera se ha interrumpido por la lluvia cuando se llevaban disputadas 33 vueltas y no se ha reiniciado por la cantidad de agua que había en la pista.
Reiniciar es volver a iniciar, dijo Perogrullo, lo que supone anular progresos, resultados y tiempos y regresar a la parrilla de salida como si nada hubiera sucedido. Si tal fuera el caso puede también utilizarse “recomenzar”. Pero cuando un proceso o tarea es interrumpido por causas cualesquiera y, más tarde, prosigue desde el punto en que quedaron, los verbos adecuados son “reanudar”, “retomar”, “continuar”, “proseguir” y otros que no impliquen la condena de Sísifo.
Ya que he mencionado “proseguir”:
— El portavoz prosiguió su alocución, ayer durante el pleno de la Cámara regional, poniéndose a disposición de todos los diputados y diputadas del Parlamento…
Una “alocución” es un discurso o razonamiento breve por lo común y dirigido por un superior a sus inferiores, secuaces o súbditos (DRAE) y no encuentro en cuál de estas tres categorías sus señorías se sujetan al citado portavoz, como tampoco —aunque es lo de menos— parece que fuera “breve” toda vez que tuvo que proseguirlo. Se puede hablar de “alocución” cuando un general se dirige a sus tropas, un entrenador a su equipo o un dirigente a sus seguidores y generalmente implica un matiz de ánimo y exaltación de valores, que para eso es sinónimo de arenga y soflama; pero para el resto de las situaciones, y muy especialmente si es entre iguales, se emplea “discurso”, “disertación” o “perorata” según el grado de razón que le otorguemos al uso de la palabra.
Y, siguiendo en el entorno parlamentario:
— El debate sobre la constitución de una comisión en el Parlament balear […], no se celebrará en el pleno del martes por las discrepancias existentes entre el PP, que detenta la mayoría parlamentaria, y el PSIB-PSOE, autor de la propuesta.
Esto sería aún más grave, pues si el PP balear retiene y ejerce ilegítimamente dicha mayoría, que eso y no otra cosa es “detentar”, debiera ponerse tal fraude en conocimiento de la justicia. Aparentemente el error se produce por similitud con el verbo “ostentar”, pero ni siquiera eso, pues éste implica un matiz de orgullo y honor excepcional que no corresponde al caso. “Poseer”, “tener” o si acaso un aceptable “ejercer” serían vocablos muchos más efectivos.
Y ya que hablamos de “efectivos”:
— En total, 478 efectivos se despidieron este miércoles en la base militar ‘Cid Campeador’ de Castrillo del Val (Burgos) para partir a Kosovo.
— […] cuestionada por la muerte de un hombre agredido por un efectivo de Scotland Yard cuando ni siquiera participaba en las protestas.
— […] más aún cuando el Orihuela se quedó con un efectivo menos sobre el terreno de juego debido a la expulsión de Pereira.
Efectivo(s) es —en estos contextos—un sustantivo colectivo. Si es plural refiere al conjunto de recursos militares, tanto humanos como materiales, bajo un mismo mando:ha llegado a un acuerdo con Obama para reforzar sus efectivos en Afganistán; o integrados en una plantilla de trabajo en la vida civil; pero en singular designa el conjunto de personas de una unidad militar o región: Al finalizar el siglo XVI había en Lima ocho compañías a pie con un efectivo de 880 soldados. De ninguna manera “efectivo” es cada uno de los individuos que componen un cuerpo, militar, policial o de cualquier otra índole y, por tanto, no admite un numeral. Para estos casos es necesario utilizar hombre, miembro, soldado, agente, etcétera.
Lo dejo aquí. Podría seguir quizá hasta el infinito, pero no era mi intención un catálogo exhaustivo de estas erratas, que ya los hay y muy buenos (algunos en enlaces citados más abajo). Como tampoco denigrar el trabajo de los profesionales del periodismo, pero a éstos recordarles que el idioma es su herramienta única para comunicar al público la noticia, y que a la veracidad es necesario añadir la claridad y exactitud.
Todos los ejemplos han sido tomados literalmente de publicaciones referidas por Noticias de Google en los últimos 20 días
Dónde consultar:
Diccionario Panhispánico de Dudas
Libro de estilo del diario El País
Vademécum de la Fundación para el Español Urgente
Libro de estilo de Canal Sur (excelente trabajo)
2009-04-28 23:37
Como siempre, excelente articulo de Roman.
Me pregunto el por que no ha escrito un libro, como “El Dardo en la Palabra” del impar Lazaro Carreter, en el que senale con autoridad y amable estilo los errores dialecticos de los cronistas de deportes, de los locutores de radio y television, de los discursistas burocraticos y de algunos de nosotros en el lenguaje consuetudinario.
Hace falta.