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Román Paladino por Miguel A. Román

Miguel A. Román pretende aquí, el vigésimo octavo día de cada mes, levantar capas de piel al idioma castellano para mostrarlo como semblante revelador de las grandezas y miserias de la sociedad a la que sirve. Pueden seguirse sus artículos en Román Paladino.

Concordancias en discordia

El dominio de un idioma hasta sus más recónditas entrañas lingüísticas es, en la práctica, imposible. Más cierto es esto cuanto más antiguo, ubérrimo y vasto en geografía y hablantes es la lengua. Y, de estos parámetros, la nuestra va sobrada.

Y ello no tanto por la natural falibilidad del ser humano como porque, como ya demostró Chomsky, los recursos de la sintaxis son limitados frente al universo conceptual, luego siempre podremos encontrar estructuras ambiguas o expresiones irreconciliables entre su plano semántico y el sintáctico. O dicho más llanamente: a veces, para decir lo que queremos decir, tenemos que cargarnos las reglas gramaticales.

Y en el caso de la concordancia este quebranto forzoso incluso tiene nombre: Silepsis.

Y es que una de las piedras que más irritantemente frecuenta el calzado de los que caminan en la búsqueda de la perfección es la requerida concordancia entre las partes variables de la oración, aquellos elementos que varían según su género, número, persona, etcétera.

En castellano las reglas de concordancia son aparentemente simples: hay una concordancia nominal en género y número entre el sustantivo y sus adláteres; y otra verbal, entre el verbo y su sujeto, en persona y número.

Pero las cosas no son siempre tan fáciles.

Aunque igualar el género del sustantivo y sus determinantes parece en principio una operación sencilla, no está exenta de trampas escondidas que logran traicionar el inconsciente del hablante, o al menos ponerle en serio conflicto.

“El ave me observaba cauto“, “remataba el edificio un impresionante águila dorado“, “se ha inaugurado un nuevo gran área de ocio” o “con aquel habla vascuence que nunca lograría entender”, cometen un error coloquial bastante frecuente: el de utilizar como referente el género del artículo, que en el caso de casi todo los sustantivos femeninos que comienzan por “a” tónica (ave, águila, área, habla) para esquivar la cacofonía se troca “la” por “el” si –y solo si– no media palabra alguna (también está aceptado utilizar el indeterminado “un”). Pero en los ejemplos referidos, debiera haberse escrito “cauta”, “una impresionante águila dorada”, “una nueva gran área” y “aquella habla vascuence” respectivamente.

“Hillary Clinton, una de los candidatos demócratas que apoyó la guerra de Irak en el pasado…”; “la Presidenta y Consejera Delegada de Merck ha sido elegida una de los mejores directivos en España”.

Queda patente lo anómalo de la construcción [una de los] cuando el sujeto y actor de la oración es una fémina, pero el genérico del colectivo donde se integra adopta la forma del masculino. Según la doctrina actual de la RAE la única forma válida en estos casos sería “una de las candidatas” y “una de las mejores directivas” respectivamente, aun en el caso de que parezca que se las agrupa sólo con sus colegas del mismo sexo o, peor aún, que sea la única representante femenina de ese colectivo.

Particularmente, y no lo tomen ustedes como tesis ex cátedra, me parece que los académicos mean muy fuera del tiesto en este caso concreto; porque lo peor que se le puede hacer a una sintaxis es obligarla por su rigor a expresar ambigüedad o, en pésimo grado, inexactitud. Ello no disculpa al periodista que por trasgresión (malo) o desconocimiento (muy malo) no optó por una redacción menos conflictiva: “Hillary Clinton, que al igual que otros candidatos…”

Pero, releamos la misma frase, que me ha de servir para saltar de caso: “Una de los candidatos demócratas que apoyó...” o será “una de los candidatos que apoyaron...”.

Otro bonito berenjenal, pero esta vez de fácil respuesta: ambos son válidos, aunque la frecuencia y la ortodoxia prefieran la segunda forma, donde el número del verbo concuerda con el del grupo y no con el del sujeto individual, entre otras cosas porque eso nos ahorra la paradoja de pasar la persona del verbo obligatoriamente a la tercera con independencia de la que presenta el referente:“yo era uno de los que no calló” (3ª, no 1ª:“callé”), “¿no eras tú uno de los que pudo socorrerle?” (3ª, no 2ª:”pudiste”).

Pero, en el caso de la preceptiva concordancia verbal en número con su sujeto, la vacilación más frecuente se produce frente a nombres colectivos, esto es, que agrupan a un conjunto de individuos. En el común de los casos, debe usarse el singular (salvo que pluralicemos el colectivo): “el rebaño se desperdigó”, “el ejército se puso en marcha”. Sin embargo no es infrecuente que “aflore” el significado oculto y se cometa el desliz de pluralizar el verbo: “aquella gente nunca olvidaron la afrenta”, “la pandilla, al caer la tarde, se reunían en la plaza”, cuando lo correcto será “olvidó” y “se reunía”.

Más problemático todavía si el sustantivo muestra claramente que agrupa a una serie de elementos: “un sistema de alarmas alertan en caso de intrusión” (el sujeto es el sintagma singular “un sistema [de alarmas]”, luego el verbo debe concordar: “alerta”).

Pese a la norma, cuando el colectivo está representado por un cuantificador (mayoría, mitad, parte, por ciento, ...), es muy frecuente y admisible la llamada concordancia ad sensum, esto es, dando preferencia al sentido pluralizador del conjunto frente a su singularidad, así como los atributos y complementos predicativos concuerdan entonces con el género de los elementos referidos: “la mayoría de los contribuyentes recibirán el borrador en los próximos días” (también vale “recibirá”), “la mayor parte de los consumidores se muestran insatisfechos“ (o “se muestra insatisfecha”), “una multitud de peregrinos acuden fervorosos cada año” (“acude fervorosa”) , “un tercio de los que parten no regresan nunca” (“no regresa”, nótese que el plural “parten” es obligatorio, pues su sujeto es el relativo plural).

Incluso, en algunos casos, la opción gramaticalmente pura, resultaría rayana en lo ridículo: “hoy está empleado el doble de mujeres que hace diez años” (mejor “están empleadas”), “buena parte de estos temporeros es rumana“ (inadmisible, debe usarse “son rumanos”), “casi la mitad de los habitantes de la región vive intranquila“ (igual que antes: “viven intranquilos” es la opción adecuada, aunque patee la concordancia estricta).

Déjolo aquí por hoy, que no era mi intención ser prolijo sino concreto. Otro día volveremos sobre el tema con más casos límite, vacilaciones y patinazos a cuenta de lo mismo. Por si a alguno le ha sabido a poco:
En la Hispanoteca de Justo Fernández
En el DPD

Nota: Todos los ejemplos de errores citados en el artículo han sido tomado de trabajos literarios o periodísticos reales. Las fuentes no se han citado para no dar una maraña de enlaces.

Miguel A. Román | 28 de mayo de 2008

Comentarios

  1. Juan
    2008-05-28 11:20

    Una cosa que me llama la atención es el distinto tratamiento de los sustantivos “colectivos” en inglés y castellano.

    En castellano diríamos “La policía busca al criminal”, en inglés (al menos el usado en Inglaterra) dicen “The police search for the criminal” en vez de “The police searches for the criminal”.

    Lo mismo ocurre con la palabra “gente”: en castellano es singular, y en inglés plural.

  2. Miguel A. Román
    2008-05-28 12:20

    Juan: Más sorprendente es que para este caso concreto existan diferencias entre el inglés británico y el estadounidense, toda vez que hablamos de variantes del mismo idioma que se separaron geográficamente dos siglos escasos ha.


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