Miguel A. Román pretende aquí, el vigésimo octavo día de cada mes, levantar capas de piel al idioma castellano para mostrarlo como semblante revelador de las grandezas y miserias de la sociedad a la que sirve. Pueden seguirse sus artículos en Román Paladino.
No sé cómo se imaginan ustedes —lectores— el escenario del parto periódico de cada artículo que viene a engrosar el histórico de Ldn. Pues en general, excepciones habrá, imaginen al colaborador pasando sus notas al software editor de la bitácora, ventana ésta que se abre paso al primer plano entre decenas que contienen páginas web relacionadas, enlaces, referencias, wikis, documentos, blocs de notas electrónicos donde se amontonan inconexos fragmentos copypasteados, y sobre la mesa, junto al teclado, algunos papeles garrapateados.
Pero también, bendita obsolescencia, hay libros, en ocasiones un horizonte de libros. Hay libros abiertos y cerrados, marcadas las páginas con tarjetas de visita, banderolas de papel o cadáveres de bolígrafos; sobre la mesa, sobre la sillita auxiliar, en el suelo. Libros “clásicos” donde revisar —una vez más— si lo que estamos contando es como lo estamos contando, o era una fantasía que elaboró nuestro maltrecho encéfalo.
Pues bien, entre el enjambre de volúmenes que zangolotean a mi vera, con la misión de evitar que se me vaya la olla y peque contra ustedes en un exceso de ligereza de memoria, se encuentra casi invariablemente un par de gemelos –a veces uno de ellos, a veces ambos- de tipografía demodé, lomo tan adusto como la portada, solo blancos y negros, gruesos y chatos; y aunque por título reza bien claro Diccionario de Uso del Español, le llamo (le llamamos casi en familia, cariñosamente) el “María Moliner”.
María Moliner Ruiz nació en 1900, se licenció brillantemente en Historia y accedió por oposición al cuerpo de Archiveros y Bibliotecarios; pero este funcionariado le quedaba chico y María desplegó pronto su frenética actividad en pro de las letras y la cultura en otros ámbitos. Su vida fue, en fin, todo lo azarosa que puede esperarse del turbulento siglo que le tocó vivir a los españoles, añadiendo su condición de mujer con estudios, profesión e inquietudes culturales y la no banal circunstancia de prestar sus lúcidos servicios para el gobierno que perdió la guerra.
A inicios de los 50, María Moliner se empeñó en el proyecto de elaborar un diccionario, ella sola y en sus ratos libres, sin más ayuda que la que le prestara su memoria ni más referencia que el diccionario académico en vigor y —por supuesto— sin más herramienta que una máquina de escribir donde fue pacientemente mecanografiando las fichas, a cientos, a miles, a decenas de miles.
Quince años más tarde, Dámaso Alonso tuvo noticias del trabajo ingente de la Sra. Moliner, y tras comprobar con asombro y entusiasmo la lozanía y sensatez de la obra, inmediatamente realizó las gestiones para su publicación. La edición príncipe vio la luz en 1966 e inmediatamente constituyó un éxito de ventas pero también se alzó sin resistencia hasta los anaqueles de los expertos, catedráticos, filólogos, linguistas, literatos, periodistas y todos cuantos viven o malviven del viejo arte de juntar palabras.
En 1972, María Moliner fue propuesta por Rafael Lapesa y Dámaso Alonso para ocupar un puesto en la Real Academia de la Lengua, lo que le hubiera supuesto ser la primera fémina miembro de silla de la institución. Para desgracia del idioma, tuvo por candidato opuesto al genial gramático Emilio Alarcos Llorach y teniendo que elegir entre ambos poca opción quedaba para la aragonesa.
Quien no conozca la obra a la que refiero se asombrará del revuelo que generó un léxico escrito a máquina por una desconocida funcionaria sin formación académica específicamente lingüísitica. Pero, den por sentado que el Diccionario de Uso del Español (DUE) escrito por María Moliner rompió demasiados esquemas de diccionarios hasta entonces conocidos.
Para empezar, las definiciones que figuran para cada acepción están redactadas en forma llana y muy lejos de los formalismos técnicos y academicistas que se suelen emplear en los diccionarios. De esta forma, pero sin restar exactitud y precisión a la definición, la autora nos dibuja una imagen mental de los conceptos. Valga como muestra la definición a la primera acepción de admirar, donde nos dice que es “Experimentar hacia algo o alguien un sentimiento de gran estimación, considerando la rareza o dificultad que envuelve la cosa admirada o sintiéndose uno mismo incapaz de hacer o ser lo mismo”; o la de bello, -a de la que dice que “Se aplica a las cosas que, percibidas por la vista o el oído, producen deleite espiritual; y, por extensión, a cosas que afectan a la inteligencia o a la sensibilidad moral con un deleite semejante; como la cara de una persona, un paisaje, una obra musical, una poesía, un rasgo generoso”.
Con esta sencilla y agradable forma de poner el léxico casi en emociones, no es raro que nos encontremos con frecuencia leyéndolo por puro placer, saltando de término en término mucho después de haber encontrado la referencia que nos llevó a abrirlo.
Pero la obra de María Moliner es mucho más que un diccionario, en realidad es una auténtica navaja multiusos del léxico. Como buen “diccionario de uso” (que es su título), los vocablos van acompañados de certeras frases donde muestra su empleo en el lenguaje, a veces incluso, conociendo y advirtiendo que dicho empleo no corresponde exactamente al significado de la palabra, como “bizarro: Valiente. No se aplica corrientemente más que a militares, frecuentemente como epíteto humorístico, y los que lo usan le dan más bien sentido de «apuesto»: ‘La acompañaba un bizarro militar’“, o en “álgido: Acompañado de frío intenso en el cuerpo: ‘Fiebre álgida. Periodo álgido’. Como esto suele ocurrir en el periodo agudo de una enfermedad, la palabra ha pasado a emplearse en el lenguaje corriente, incluso de los médicos, como equivalente a «culminante» o «máximo», aplicada a cualquier clase de circunstancias, incluso a las que implican excitación o acaloramiento“.
Además, en las palabras de uso más común se añade un exhaustivo catálogo de sugerencias de sinónimos, derivados, compuestos y otros términos con alguna relación frecuente en uso de la misma.
Y más aún: flechas, asteriscos, círculos, tipos de letra y toda una constelación de marcadores y diferenciadores que remiten, indican, resaltan o advierten al lector sobre secretos de la vida íntima de las palabras.
María Moliner fallecía en 1981, con su privilegiada memoria arrasada por el mal de Alzheimer. En 1998, Ed. Gredos publicaba una edición renovada, a la que poco después se uniría la versión en CD-ROM, y que fue acogida con cierta crítica sobre si se había mantenido o desvirtuado el espíritu y el trabajo original de su autora.
Pues bien, el pasado martes 25, con asistencia del ministro de la cosa, se presentaba al público la tercera versión del DUE de María Moliner. Casi todas las referencias en los noticiarios han venido en remarcar la inclusión de términos “novedosos” como cayuco, blog, chat, flipante, sms o ADSL, pero algunas destacan también el cambio de definiciones de palabras que han “avanzado” acomodándose a la sociedad a la que sirven.
Poco puedo, lamentablemente, desvelar más avances o retrocesos en su estructura, pues pese a que lo esperaba, aún no le han llegado ejemplares a mi librero (cosa normal en el inicio del curso, me confiesa).
Sin embargo se me advierte que el precio de venta es de 130 €, cantidad que debo suponer justificada por una edición costosa, pero que tal vez retraiga a más de un potencial comprador en estos tiempos de euribor galopante.
De momento no hay edición en soporte digital; se promete para el año que viene (demora tal vez debida a un inconfesable temor a la piratería… la edición anterior se vende aún a 90 €).
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DICCIONARIO DE USO DEL ESPAÑOL MARIA MOLINER (3ª ED.) (2 VOLS.)
de MOLINER, MARIA
EDITORIAL GREDOS, S.A.
Lengua: CASTELLANO
Encuadernación: Tapa dura
ISBN: 9788424928865
Nº Edición:3ª
Año de edición:2007
Plaza edición: MADRID
Otros sobre lo mismo:
Instituto Cervantes Virtual
Editorial Gredos
Prólogo de Manuel Seco a la 3ª Edición
Página de Fernando Ramón Moliner a la memoria de su madre
Reseña de la 3ª edición en El Heraldo de Aragón
2007-09-28 17:09
Un artículo precioso para que recordemos con cariño a la persona que hubo detrás del María Moliner, que creo yo que todos los que lo usamos lo llamamos así, aunque luego identifiquemos su nombre o las siglas que se usan. Y sí da gusto vagar por sus páginas. Muchas gracias, Miguel.
Por cierto, que convendría saber cuánta gente ha trabajado, con qué criterio, cuánto se ha invertido, etc. en esa actualización, no vaya a ser que tenga razón su hijo y sea mejor quedarse con la primera edición (que 130 euros sí es algo) ;-)
Un beso.
2007-09-28 17:59
Si algún día tuviese que responder en una hipotética entrevista (de esas de cuando te dan el Nobel) cuáles fueron mis principales influencias literarias, diría sin dudar que los diccionarios de Covarrubias y de María Moliner. El de MM, sin embargo, lo consulto muy poco últimamente, en detrimento del DRAE, mal que me pese. La razón es sencilla: no tiene versión en red. Y creo que este será un contratiempo muy serio para el diccionario, que lo hará permanecer como ratón de bibliotecas y para hiperespecialistas. Injusto, sí, pero…
Saludos
2007-11-13 11:46
Me he incorporado tardíamente a tu blog. Todavía no he leído más que media docena de artículos. Te felicito sinceramente por tus trabajos, fervorosos, originales e interesantes . Auténticas aportaciones para cuantos amamos la Lengua y tratamos de conocerla. Un cordial saludo.
2007-11-13 23:06
He oido maravillas del MM y estaba a punto de encargar uno a Espana, hastiado del acartonado DRAE, cuando capto mi atencion le edicion en Espasa Calpe de un diccionario llamado Diccionario Esencial de la Lengua Espanola el cual, pese al estigma de estar avalado por la RAE, es simplemente excelente.
Este lexico recoge el hablar culto y el comun de todas partes donde se habla castellano y suprime las voces que no tienen uso probado en nuestros dias, desterrando los usos medievales y los paletismos utiles solo para caserios ibericos. El resultado es un diccionario moderno, amplio (tiene el doble de palabras que el DRAE) y comprende los usos que haran al espanol eterno, aun si desapareciera Espana; es decir el castellano de America. La primera y mas noble lengua del hemisferio occidental y con un porvenir amplio y brillante.
Se presento la oportunidad que visitaria mi ciudad de residencia una amable espanola, que tiene un cuerpo muy bonito y una saliva exquisita, y le pedi que me lo trajera.
No me arrepiento. Salutis.